Se despertó el Occidente cristiano | Geopolítica y Actualidad Nacional #3

Se nos fue el mes de marzo y, como de costumbre, pasó de todo. Desde reestructuraciones y posicionamientos globales, hasta la crisis de representación local. Nos encontramos atravesando una etapa de definiciones.

Por Marco Stiuso y Ariel Duarte

La cara latina del poliedro se agranda

María Elvira nació en Miami, vivió su adolescencia en Puerto Rico y sus padres venían de Cuba. 

Su oficio de periodista y conductora de televisión la llevó a la popularidad en todo Estados Unidos. Haber nacido en el Norte no la eximió de ser portadora de un acento latino muy pronunciado. El mismo sueño americano estaba cambiando de idioma.

Grandes cadenas como CNN, Telemundo, Fox y Telemundo fueron sus oficinas de trabajo, hasta que en 2018 probó suerte, sin éxito, para lograr lo que en 2020 obtuvo en Florida con el 51% de votos: ser Senadora por el Partido Republicano en Estados Unidos. 

La Senadora María Elvira Salazar, en la Cámara de Representantes, cometió la torpeza de desnudar la realidad demográfica de una nación que ya no es lo que era.

En la primera semana de Marzo, luego de pronunciar un encendido discurso en inglés sobre la política internacional ambivalente de Argentina -que decidió ser el alberge de la construcción de aviones de guerra chinos mientras se arrodilla ante cualquier dolaruco que giren desde el norte-, concluyó en su lengua natal: 

“Lo voy a decir en español para que quede muy bien claro a mis amigos argentinos. Su presidenta y su presidente están haciendo un pacto con el diablo que puede tener consecuencias de proporciones bíblicas… 

“Los Estados Unidos no se va a quedar con los brazos cruzados porque no se puede tener un aliado que fabrique y exporte aviones militares chinos, y que se los venda a los vecinos… Si deciden construir una fábrica de aviones, de cazas de guerra chinos, es una muy mala idea para ellos, y para todo lo que tiene que ver con la relación con EEUU…

“Hay dos mundos: el mundo libre y el mundo de los esclavos. Espero que los argentinos se queden en el mundo libre”.

Video https://www.youtube.com/watch?v=n5uuo4wPI-8

El Occidente del norte ha cambiado. Desde el censo de 2000, la tierra norteamericana se pobló con otras nuevas 26 millones de personas de origen latino. 

En la actualidad equivalen a toda la población de Argentina, un 20% de la norteamericana, y se estima alcanzar el tercio en las próximas décadas. El asunto es un drama para los rubios: mientras que los blancos no hispanos tienen una tasa de natalidad que apenas pasa el 50 por 1000, la de los latinos llega al 60. 

Por ahora, la cosa viene calma: en 2021 la Casa Blanca anunció como un logro que sólo 13% de los funcionarios federales de carrera son latinos, aunque en niveles de liderazgo llegan al 8,3%. En el Congreso, sólo el 7,5%. Todavía nos dedicamos a limpiarles los trapos sucios.

El discurso en español de una Senadora norteamericana, que se disfrazó de ser un mensaje dirigido a nuestros representantes argentinos, coquetea con la posibilidad de reflejar una nueva realidad que desnuda el pueblo yanki: sin comerla ni beberla, cual Elefante imperial Romano carcomido por las hormigas cristianas, refleja su progresiva conversión hacia un pueblo latino más de nuestro gran Continente.

El desarrollo de la Tercera

Que el mundo está en convulsión no es ninguna novedad, y esa “Tercera Guerra Mundial en Cuotas” que el Papa Francisco mencionó hace varios años hoy es una realidad cada vez más evidente. 

El mes pasado abordamos la situación de Rusia, Ucrania, la OTAN y sus implicancias para nuestro país. Sin embargo, pareciera que aún está pendiente la gran confrontación por la redefinición global: la disputa de primer orden entre Estados Unidos y China. Claro está, en el plano comercial, esta disputa está en curso desde la asunción de Donald Trump a la Casa Blanca, pero la llegada de Joe Biden a la presidencia del país norteamericano puso en valor el vector militar en la confrontación con el gigante asiático (que no se queda atrás a la hora de elevar el tono de sus declaraciones). El ministro de Exteriores de China advirtió que «Si EEUU no pisa el freno y continúa acelerando por el camino equivocado, seguramente habrá conflicto», evidenciando que, en ambos actores, la discusión ya ha pasado a un plano más complejo.

La alianza AUKUS, que tiene como eje la colaboración estratégica entre Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia en torno a la utilización de submarinos nucleares, lleva la disputa a un escenario más peligroso aún. Dicha alianza coloca a las potencias occidentales en las narices de China, buscando influir en las aguas del sudeste asiático. Desde el gobierno chino han afirmado que la alianza «solo alimentará una carrera armamentística» y «dañará la paz y la estabilidad regional».

Al analizar el comportamiento de Estados Unidos en su política exterior de los últimos años, podemos destacar una cuestión clave para explicar el mundo de hoy (y el que vendrá).

Hasta aquí, hemos mencionado brevemente el principal cambio que introdujo la administración Biden, que refiere a la aceleración de la confrontación con China incorporando el vector militar. Sin embargo, resulta más interesante resaltar las continuidades con el mandato de Donald Trump, para dar a luz un hecho estructural del mundo que nos espera en el futuro.

Como es sabido, la presidencia de Donald Trump fue un antes y un después no sólo para Estados Unidos, sino para el mundo en su conjunto.

Desde la Segunda Guerra Mundial, y principalmente a partir de la Globalización de los años 90’, el rol de los yankees en se basó en crear y mantener una estructura de organismos y alianzas internacionales que sostengan su paradigma neoliberal alrededor del globo (permitiéndole, cuando fuera necesario, obrar unilateralmente para “salvar a los pueblos del terrorismo y la decadencia” mediante invasiones, bombardeos y sanciones económicas, como lo muestran los casos de Medio Oriente, Latinoamérica y demás). 

A partir de la asunción de Trump, la cosa cambió: el nuevo mandatario veía a toda esa estructura financiera, militar y política como un gasto enorme que no correspondía con el interés nacional. Así, una de sus primeras medidas como presidente fue iniciar el retiro de EEUU del Acuerdo de París.

Paulatinamente, se comenzó a desprestigiar los demás organismos internacionales, principalmente la OMC y la OTAN. Esta última, para Donald, significaba una alianza obsoleta que sólo traía enormes gastos que el país norteamericano.

Al asumir Biden, muchos medios y analistas veían en el nuevo mandato un renacer de la Globalización y un nuevo impulso al multilateralismo. La nueva puesta en valor de la OTAN parecía respaldar dicha teoría. No obstante, las decisiones tomadas por Estados Unidos en el marco de la Guerra entre Rusia y Ucrania muestran que la utilización de las estructuras internacionales (principalmente de la OTAN) se limita al interés y la voluntad yanki.

Se envía apoyo a Ucrania, sí, pero hasta cierto punto. No se malgastan recursos en una situación que, mientras favorezca el abastecimiento de energía estadounidense a Europa, parece ser de segundo orden para Biden. El quid de la cuestión está al extremo de Oriente.

Es aquí radica lo fundamental del mundo de hoy. Finalmente, Trump no fue un loco suelto ni un accidente histórico, como intentaron mostrarlo los medios demócratas y progresistas.

El “America First” como marco teórico para la toma de decisiones ha calado hondo en la Casa Blanca. Así lo evidenció el discurso de Biden en la apertura de sesiones del congreso de este mes. Marzo se ha ido con una muestra más del nuevo mundo que se está consolidando.

Ahora bien, ¿Qué nos espera de aquí en más? Como hemos señalado, la confrontación con China parece aumentar su intensidad progresivamente. Más allá de la cuestión militar, debemos centrarnos en lo económico para explicar la naturaleza de la lucha entre las potencias. 

El gigante asiático ha crecido exponencialmente desde la década de los 80´ por su nivel manufacturero, sus inversiones en el exterior y su énfasis en la ciencia y tecnología. Sin embargo, carece de autosuficiencia en lo que refiere a los dos recursos fundamentales para un país grande en población e industria: energía y alimentos.

Por eso, China ha salido al mundo con el discurso de la “Nueva Ruta de la Seda” (decimos “discurso” y no “proyecto” porque es más lo difundido que lo realizado en materia de infraestructura a lo largo del Sur Global), con el objetivo de asegurarse la provisión de energía y alimentos a bajo costo para el mantenimiento de su estructura económica y productiva. Bueno, adivinen qué país tiene abundante energía y alimentos: sí, la Argentina.

El apetito por Argentina

La centralidad que están tomando los recursos que se hayan en nuestro territorio nos obliga a pensar cómo abordar el porvenir de nuestra Patria en un mundo donde la indecisión nos conducirá al fracaso como Nación. 

La política institucional parece debatirse sobre una agenda coyuntural que poco tiene que ver con las cuestiones estratégicas que hacen al desarrollo de nuestro país. Sin embargo, existen múltiples actores que identifican y resaltan los elementos fundamentales de la soberanía nacional.

Tal es el caso de Juan Martín Paleo, Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas (a quien ya hemos citado en otras ocasiones), quien ha declarado durante el mes de marzo que las FFAA están listas para desplegar su logística y emplear sus recursos en la disuasión y defensa de los recursos estratégicos del suelo argentino, como lo Vaca Muerta, el litio, el complejo comunicacional de Bahía Blanca, entre otros. 

A nosotros, los ciudadanos de a pie, nos toca reflexionar y tomar postura sobre los temas fundamentales de nuestra Patria.

En este sentido, por ejemplo, debemos plantearnos si el gasoducto de Vaca Muerta debe diseñarse para la exportación de energía a Brasil con el objetivo de salvar al Banco Central en su desesperación por cada dólar, o si la energía argentina debe ser para la industria argentina y para el Pueblo argentino.

Los conflictos alrededor de las distribuidoras eléctricas, en particular la intervenida Edesur, es sólo un reflejo de décadas de saqueo y estafa. 

En la década del 70 se había recuperado la concesión de la electricidad en el Gran Buenos Aires que se encontraba en manos de la extranjera Ítalo. SEGBA pasaba a tener el control del servicio, que en sintonía con Agua y Energía orquestaban la generación, transporte y distribución eléctrica. 

Segba era la primera experiencia exitosa de autogestión sindical de Luz y Fuerza, que se hizo cargo de una rama estratégica de la economía como lo es la electricidad.

La fórmula del saqueo, estafa y desguace fue la misma que en el resto: primero los militares la intervinieron al calor de Martínez de Hoz, la sobre endeudaron, en los años 80 pasó a ser deficitaria y en los años 90 la privatizaron a cambio de los mismos bonos de deuda con los que la habían fundido. 

El sistema eléctrico, con el objetivo de usarlo como botín político y económico para acuerdos internacionales, fue partido en 3 (generación, transporte y distribución), y dentro de cada segmento fue partido en varios pedazos, según zonas y competencias. Cada pedacito fue entregado a diversos patovicas económicos y militares del mundo, así como a diversos operadores locales devenidos en empresarios de las privatizadas. 

Así llegamos a hoy, queriendo emparchar con intervenciones parciales -como la de Edesur- lo que fue desmembrado y vaciado como conjunto.

Todavía no logramos ver cuál fue el comportamiento de las propias privatizadas en la gestión eléctrica, que ejemplifican el modo en el cual la administración del sistema puede ser exitosa: mientras que nosotros como país particionamos todo el sector eléctrico desde la generación hasta la distribución, las propias concesionarias de la distribución, como En el  titular de Edesur, se dedicaron a integrarse verticalmente y a comprar generadoras eléctricas como el Chocón, Central Costanera, Loma de la Lata, Vientos Neuquinos, parque eólicos Los Meandros, parque solar Cauchari, entre otras. 

En definitiva, la discusión del sistema eléctrico, hasta que no se reintegre el sector y no vuelva a ponerse al sector sindical de Luz y Fuerza en la mesa de decisiones, seguiremos dependiendo de algún buen samaritano que desde el sector político o empresario decida “dejar de robar por lo menos 10 años”.

En el fondo, lo que se discute en la electricidad es la energía, insumo esencial para la industria, y si el sistema eléctrico no funciona adecuadamente, parecería ser que la producción energética en el país sólo se piensa en función de la exportación del bien crudo y no para la industrialización del país. 

El mismo drama abarca a los alimentos, el otro sector en el cual gozamos de una de las tierras más fértiles del mundo, aunque dejamos que el grueso de la producción beneficie a un grupo de consorcios extranjeros que -divididos entre chinos y yankis- controlan la exportación.

Nuestras ventajas competitivas en los dos insumos industriales básicos, energía y alimentos, son el argumento claro de que el capitalismo posindustrial de personas subsidiadas por un Estado empobrecido y una Nación sin trabajo no deberían ser una posibilidad racional. 

Lamentablemente, la política partidaria parece estar disociada de los ejes centrales de nuestro desarrollo, pero esto no significa que la Argentina no tenga los recursos humanos capacitados y con la convicción necesaria para defender nuestra soberanía y obrar por la grandeza de nuestra Nación. 

El mes de marzo nos ha dejado algunas certezas: el mundo que viene está cada vez más claro; la confrontación entre Occidente y Oriente se centrará sobre la provisión y abastecimiento de los aparatos industriales y el trabajo, lo cual pone en valor los recursos que Argentina posee en abundancia, alimentos y energía, indispensables para cualquier proyecto de desarrollo. 

Nuestro Pueblo está en condiciones de experiencia, capacitación y espíritu para llevar la industria y la tecnología a la grandeza que se merece; la clase política, enfrascada en no perder su propio nicho ante el descreimiento y hartazgo respecto a los posibles candidatos, prefiere mirar a un costado ante la situación internacional. El “Eso después lo vemos” de algunos, parece ser un compromiso con otros intereses ajenos a los nacionales.

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