Una batalla perdida al sur de la República

Escribe Pedro Pablo Benitez.


La guerra entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio de Brasil estalló el 10 de diciembre de 1825. Se disputaba en ella el territorio de Uruguay y en consecuencia también el dominio del Río de la Plata y el tránsito del cauce del río Paraná al Océano Atlántico.

El Imperio de Brasil, con una flota apabullantemente superior, bloqueó el Río de la Plata y Argentina al no tener capacidad para contrarrestar esta acción recurrió a la emisión de patentes de corsarios, los cuales atormentaron a las flotas de Brasil generando impresionantes bajas. Estos corsarios buscaban un puerto seguro para poder embarcar y desembarcar los botines de guerra. Uno de los tantos puertos utilizados fue el de Carmen de Patagones.

La ciudad, de muy baja población y 50 años de existencia, se volvió de pronto una ubicación estratégica en el entramado militar argentino.

Para frenar la estrategia, Brasil se dispuso a conquistarla y el 28 de febrero de 1827 ingresa en la desembocadura del Río Negro para tomar la ciudad con cuatro barcos. Evidentemente las tropas allí apostadas tenían información anticipada o preveían de alguna forma esta acción, pues habían ubicado cuatro cañones de artillería en un alto lejos de la ciudad. Al divisar a las flotas enemigas abrieron fuego e intercambiaron gentilezas. Mueren en ese intercambio un oficial y dos libertos.

Esto merece un párrafo aparte, pues tanto la región sur aún en manos de pueblos originarios, Chile, Brasil, como también Uruguay, eran tránsito y ámbito de comercio de esclavos. Argentina era tierra de libertos, la Asamblea del Año XIII había prohibido ya la adquisición de esclavos y había declarado la libertad de vientres, pues, Argentina era ya sinónimo de libertad e igualdad para todos los hombres y mujeres del mundo. Si una barca extranjera era interceptada por autoridades locales y encontraba esclavos en aguas argentinas, éstas debían ser liberadas.

Esta circunstancia permitió que como refuerzo para la defensa de la ciudad, se sumaran ciudadanos de Carmen de Patagones, entre ellos, un contingente recientemente rescatado de libertos para ese entonces.

Estos cuatro cañones persuadieron a dos de las cuatro barcas enemigas. Los otros dos avanzaron agua adentro, encallando unas cuantas millas más hacia la ciudad objetivo. Una particularidad del Río Negro, que evidentemente ignoraban los cariocas, eran los enormes bancos de arena.

El 4 de marzo de 1827 los brasileros desembarcaron al margen sur del Río Negro para buscar alimento. Lejos de poder saciar el hambre encontraron resistencia y debieron embarcarse de urgencia. Esta circunstancia podría haber advertido al capitán escocés al mando de la flota brasilera, James Shepherd, que era un buen momento para emprender la retirada, sin embargo decidió seguir avanzando e intentar tomar por sorpresa la ciudad.

Dos días más tarde desembarcaron en las costas del Cerro Rial y decidieron subir al cerro para tener una visión panorámica y limpia del terreno. Probablemente no esperarían una vegetación tan hostil sobre un suelo tan arcilloso. Una vez en el alto, eligen el camino para avanzar y siguen hasta Cerro de la Caballada. A esta altura lo que desde un principio parecía una batalla perdida para la Argentina, y una acción que podía dar vuelta la historia del conflicto -pues esto significaba un Imperio de Brasil por la retaguardia de Buenos Aires-, de pronto se volvió un conflicto parejo: entre 200 hombres mal alimentados, cansados y desmoralizados y 44 soldados criollos, apoyados por un pueblo autoconvocado y listo para dar la vida por su soberanía.

En la organización de la sociedad civil, resalta el rol de Eustaquia Miguel, una mujer de 22 años que logró reagrupar a un grupo de mujeres, vistiéndolas como soldados, disfrazándolas con palos y vigilando el fuerte de Carmen de Patagones, a efectos de engañar al enemigo y hacerle creer que la ciudad estaba más guarnecida de lo que realmente se encontraba.

Al día siguiente se encuentran los dos ejércitos entre el Cerro de la Caballada y el Cerro Rial. El primer caído es nada más ni nada menos que James el escocés, circunstancia que indudablemente desordenó el resto de la operación brasileña.

Cansados y doblegados por la moral criolla, deciden emprender la retirada, encontrándose con una muralla de fuego de matorrales camino a la costa, incendio provocado por el Gaucho Molina. Los brasileños no tuvieron otra opción que rendirse incondicionalmente, entregando las barcas sobrevivientes y las municiones al Ejército Argentino.

Pasaron al mando del gran Almirante Brown tres barcos: el Itaparica, el Escudeiro y el Constanza. Tomaron prisioneros a 529 soldados, entre ellos 200 británicos. La ciudad aún conserva dos de las 7 banderas de Brasil que fueron capturadas en combate.

En los años `90, Menem ofreció como signo de buena voluntad hacer devolución de esas banderas a Brasil, pero el pueblo de Carmen de Patagones se negó a entregar los estandartes. 

La batalla de Carmen de Patagones es una de las tantas batallas argentinas que demuestran la destreza y genialidad criolla a la hora de enfrentarse en el campo de batalla, una de las tantas escaramuzas donde se logró revertir la desventaja armamentística con la creatividad y la voluntad popular. El recuerdo vivo de esta hazaña significa hoy para el pueblo rionegrino, maragato y patagónico una expresión de soberanía nacional, y por ello es importante ponerla en la agenda de toda la Argentina para integrar nuestra Historia y recordar que no somos una Nación dividida o fragmentada, sino un Pueblo Libre con un común y grandioso destino.

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