Un personaje olvidado de nuestra historia
Alejandro Olmos Gaona | Historiador e investigador de la deuda externa en Argentina
ENTRE LAS VISIONES SESGADAS Y LA INVISIBILIZACIÓN
Creo que ha resultado habitual, que en mis variadas investigaciones históricas me encontrara con personajes que han sido injustamente olvidados, a pesar de que contribuyeran grandemente al desarrollo del país, no sobreactuando nunca en la función pública, y trabajando siempre con el único objetivo de servir a la comunidad en todos aquellos lugares en los que llevaron a cabo su actividad. Los prejuicios ideológicos sumados a las visiones sesgadas de la realidad permitieron silenciar a aquellos que merecían valoración diferente, sin tomar en cuenta sus propias acciones e integrándolos en una determinada época, donde se insistió que todo funcionaba de la misma manera, sin matices ni disidencias. Es así que cuando se realizan búsquedas sobre cualquier período del pasado y el rigor histórico sustituye viejas y venerables versiones es posible encontrarse con hechos y circunstancias que no son como fueron trasmitidas durante décadas, donde relatos y visiones superficiales configuraron una forma de contar la historia, aunque los documentos y las distintas evidencias que pudieran consultarse mostraran una realidad diferente a la que se instalara para conocimiento público.
El caso del ingeniero Ricardo Silveyra es paradigmático en cuanto a la permanente invisibilización de su figura, oscurecida por la del Gral. Enrique Mosconi, quien aparece como el único realizador de lo que sería YPF y de su notable desarrollo. En la mayor parte de la bibliografía consultada siempre aparece Mosconi, y Silveyra queda relegado a haber sido un simple técnico que se encargó de la empresa durante 10 años. Está claro que esto tiene un claro sesgo ideológico, porque se emparenta con aquella denominación que empleara José Luis Torres para designar a la década del 30 como “década infame” incluyendo en ella los actos de corrupción, el fraude, y negociaciones como el Tratado de Londres, la Ley de Coordinación de Transportes, y otras acciones que favorecieron los intereses británicos. Pero además de hechos censurables, que han sido objetos de importantes estudios, no todo lo realizado fue “infame”, pudiendo destacar acciones importantes, que nunca parecieran ser consideradas, en esto de la diatriba fácil y la visión sesgada de esos años, donde no todo quedó reducido al interés británico y al fraude. Lo ocurrido con YPF es precisamente un ejemplo de la existencia de funcionarios como Silveyra que trabajaron denodadamente para llevar a la empresa a un lugar de preeminencia, como el que llegó a tener a principio de los años 40, en una continuidad de lo realizado por Mosconi, profundizando aún más todo el potencial de la petrolera, y enfrentando a competidores que pretendían imponerse en el mercado de los hidrocarburos, como la célebre Standard Oil.
Su infatigable trabajo al frente de YPF ha pasado desapercibido no solo para el común de la gente, sino aún para muchos estudiosos de la economía argentina y de los hidrocarburos que solo asociaran el crecimiento y fortalecimiento de la empresa a la figura del Gral. Enrique Mosconi, como si Silveyra no hubiera existido, siendo solamente una figura anecdótica asociada con la decadencia de la empresa y una falta de competitividad que pudiera ser perceptible, hasta la llegada del peronismo en el año 1946[1]. Esa arbitraria y falaz consideración de los hechos la he podido comprobar en gran parte de trabajos que existen en la web, donde, literalmente Silveyra no existe, y en las primeras entradas, solo aparece una brevísima semblanza que publiqué en el diario “Perfil” en el curso de este año. En Wikipedia tan proclive a semblanzas biográficas de ocasionales personajes, no existe ni siquiera una breve mención a quien fue. Tampoco es posible obtener una foto en internet, y si bien estoy acostumbrado a las pesquisas, en este caso mi búsqueda fue infructuosa, hasta que pude obtener una de un viejo Boletín del Ministerio de Obras Públicas del año 1933. Las fotos que ilustran esta nota me fueron facilitadas muy generosamente por un nieto de Silveyra: Diego Mantilla, a quien le agradezco muy especialmente habérmelas facilitado y también haber confiado documentos de su abuelo, informes, notas periodísticas y una valiosa correspondencia que me han resultado de fundamental utilidad para este trabajo.
ALGUNOS ANTECEDENTES SOBRE YPF
Con el descubrimiento del petróleo, en Comodoro Rivadavia el 13 de diciembre de 1907 y la creación tres años después de la Comisión Administradora para la explotación del petróleo en Comodoro Rivadavia[2], se inició en la Argentina la tentativa de explorar la existencia de hidrocarburos y explotarlos en beneficio de la comunidad, mientras paralelamente también comenzaron las constantes obstrucciones de las grandes petroleras para impedir su extracción, alegando ellas y sus técnicos que se trataba de un “asfalto de calidad inferior, no sirviendo como combustible”
Desde esa lejana fecha, la historia del petróleo argentino sería la evidencia más incontrastable de las posibilidades de la administración estatal y del enorme factor de desarrollo que esa gestión había determinado en todos los lugares donde YPF tuvo presencia, por lo cual aquellos argentinos que tuvieron una visión acertada de lo que la riqueza petrolera significaba, sostuvieron la necesidad de preservarla de toda injerencia privada. Es así que el perito Moreno le escribía en el año 1900 al Ministro de Agricultura Martín García Merou sobre la necesidad de preservar las tierras fiscales donde existía carbón y buscar petróleo, cuya “existencia es más probable que el agua”, y años después el Ingeniero Enrique M. Hermitte planteaba que “Se ha recurrido a técnicos extranjeros, geólogos ingenieros especialistas en perforaciones y es por lo mismo difícil de explicar las causas de los fracasos, siendo de notar que en algunos casos los trabajos han sido llevados en forma tal, como si hubiera el propósito de no encontrar el mineral”[3]. Empero sería el ingeniero Luis Huergo, quien expondría con vehemencia la necesidad de la explotación estatal, al señalar en la memoria correspondiente a 1912-13 de la Dirección creada por Sáenz Peña “Se objetará que el estado no ha podido dedicar a la explotación de sus yacimientos los capitales requeridos por su magnitud; pero este argumento lo único que probaría es la necesidad y urgencia de dotar a la Administración oficial de los fondos necesarios para realizar un programa que satisfaga las exigencias del país. Pero existen razones más fundamentales a favor de la explotación oficial. El asunto de la producción de petróleo es un problema de orden económico, de política social y de defensa nacional, y por lo tanto el estado puede y debe reclamar para sí, darles solución, conservando el dominio petrolífero de Comodoro Rivadavia, lo que lo habilitará en forma fácil para realizar aquellos altos fines que sería muy difícil cumplir si se desprendiera de la explotación entregándola a la libre concurrencia, aunque esta se atenuara con medidas y disposiciones legales que en la práctica no podrán ejecutarse cumplidamente por más vigilante que sea la acción del Estado. Bajo el punto de vista de la política social y de la economía financiera la tendencia que predomina hoy día es la conservación de los dominios fiscales y su explotación directa por el Estado que con ellos obtiene una fuente de recursos importantes y al mismo tiempo suministra a la comunidad los medios adecuados en cantidad y precio para que ésta satisfaga sus necesidades”· Tampoco es posible olvidar las constantes preocupaciones de Jorge Newbery, quien en su defensa de la actividad estatal propiciaría la creación de una reserva nacional petrolífera.[4]
Si bien los comienzos fueron difíciles, hubo intención de llevar adelante el desarrollo de esta nueva industria y fue así que el Presidente Roque Sáenz Peña creó la Dirección General de Explotación del Petróleo de Comodoro Rivadavia, ordenando por Decreto se transfirieran a la misma la administración de los yacimientos petrolíferos del Estado de la División Minas. A partir de allí, se realizarían distintos aportes gubernamentales para el desarrollo de la industria petrolera
AÑO | AUTORIZACIÓN | CANTIDAD |
1910 | Ley 7059- 6 sept | 500.000 |
1912 | Presupuesto general | 1.000.000 |
1913 | Presupuesto General | 1.500.000 |
1914 | Presupuesto General | 1.500.000 |
1915 | Presupuesto General | 1.000.000 |
1915 | Resol. Ministerial 14/10 | 1.000.000 |
1915 | Resol. Ministerial 30/12 | 859.741 |
1916 | Presupuesto General | 1.000.000 |
Total (1910-1916) | 8.655.241 |
Las sumas dispuestas durante la presidencia de Sáenz Peña constituyeron el único aporte estatal recibido por YPF, financiándose luego, con sus propios ingresos. Ya en ese momento podía advertirse la insuficiencia de los fondos asignados, pero el Congreso Nacional fue renuente a votar mayores partidas para la naciente repartición estatal.
Después de los lamentables intentos del presidente Victorino de la Plaza de transferir la extracción de petróleo a la actividad privada, con la llegada de Hipólito Yrigoyen comenzaría el desarrollo de YPF, que le permitirá ejercer hasta 1989 el control de la actividad petrolera en el país. En efecto, el 3 de junio de 1922, ante la negativa del Congreso de la Nación en tratar las cuestiones petrolíferas, Irigoyen firmó el 3 de junio de 1922 un decreto por el cual se creaba la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales que asumiría los yacimientos de Comodoro Rivadavia y Plaza Huincul, y meses después el presidente Alvear, ante la propuesta del ministro de Agricultura Tomás Le Bretón designó al coronel Enrique Mosconi al frente de la entidad que empezaba a surgir. Aunque la gestión de Yrigoyen no fue especialmente favorable al desarrollo de la empresa, debido a los constantes conflictos que fueron parte de su gestión, se tenía conciencia de que YPF debía manejar el negocio de los hidrocarburos, y no dejarlo a la libre explotación de las empresas extranjeras que ya operaban en el país. Desde que el presidente José Figueroa Alcorta estableciera una reserva de 110.000 hectáreas sobre los posibles yacimientos de hidrocarburos en Comodoro Rivadavia, sus sucesores pudieron darse cuenta de la fuente potencial de recursos que debían ser explotados, discutiéndose, cuál podría ser el papel de empresas extranjeras que operaban en la Argentina. En una de sus presentaciones en el Congreso Nacional Yrigoyen estuvo a favor de la nacionalización del petróleo impulsando una legislación que nunca pudo concretarse, debido a que la oposición que controlaba el Senado nunca quiso considerarla.
Aún con las limitaciones que debió enfrentar sería muy extenso contar lo que hizo Mosconi al frente de YPF, y escapa al propósito de este trabajo mencionarlo, lo que por otra parte es suficientemente conocido. Baste decir que debido a su incansable actividad llevó a la empresa a un desarrollo que la situó en su momento entre las más importantes. Mosconi en la tarea que desarrolló, se enfrentaría inevitablemente con la Standard Oil y con todos aquellos intereses que trabajaban para apropiarse del subsuelo, teniendo que dejar el cargo con la destitución de Yrigoyen en 1930.[5] Su sucesor, el Ingeniero Ricardo Silveyra continuaría con su política petrolera durante más de una década siendo factor fundamental de la defensa, el crecimiento de la empresa y su preservación ante los constantes intentos de sacarle el monopolio de la explotación petrolera.[6] .
QUIEN ERA SILVEYRA
Ricardo Silveyra nació en Buenos Aires el 24 de noviembre de 1878 siendo hijo de Luis Silveyra Olazábal y de Estela Castañón Cabral. descendientes de viejos linajes rioplatenses que nunca lo envanecieron. Entre sus antepasados se puede señalar entre otros al general Félix de Olazábal que estuvo en el ejército de los Andes peleando en las batallas de Chacabuco y Maipú y luego en la batalla de Ituzaingó contra el imperio del Brasil, hermano a su vez de Manuel de Olazábal otro de los guerreros de la independencia, de quienes recibió, quizás, esa capacidad de luchar en medio de las dificultades, ya que le tocó enfrentar muchas de ellas en el transcurso de su vida pública.
Primeramente, realizó sus estudios en el Colegio Nacional de Buenos Aires y después en la Facultad de Ingeniería, donde una vez egresado ejerció la docencia en la cátedra de Matemática de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y la cátedra de Hidráulica Agrícola en la Facultad de Agronomía y Veterinaria. Además de esa actividad fue profesor de matemáticas en el Colegio Militar de la Nación, en la Escuela Superior Técnica del Ejército y en la Escuela Industrial de la Nación, habiéndose desempeñado además como Director de Arquitectura del Consejo Nacional de Educación.
Mientras ejercía la actividad docente, y sin descuidarla fue designado subsecretario de los ministerios de Obras Públicas y del Interior en el gabinete nacional entre 1930 y 1932, durante el gobierno de facto del Gral. José Felix Uriburu, por lo cual a la par de sus conocimientos técnicos, conocía los procedimientos burocráticos de la acción de gobierno y los problemas que muchas veces surgen en la gestión pública cuando se intenta llevar a cabo acciones que pueden perjudicar a los intereses económicos. También cuando surgen discrepancias sobre determinadas acciones que pueden dar origen a cuestionamientos y eventualmente poner en tela de juicio la responsabilidad de un funcionario. Silveyra conocía las habitualidades burocráticas como Subsecretario, ya que, en marzo de 1931, el ex decano de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UBA, Pedro Marotta, lo hizo responsable de la suspensión de las obras del Pabellón Central de la institución, que era algo en lo que no había intervenido y obedecía a disposiciones de la Dirección General de Arquitectura en cumplimiento de órdenes del ministro Octavio Pico. En razón de la publicidad dada a la denuncia de Marotta en los distintos medios de Buenos Aires, Silveyra se dirigió al ministro a los efectos de que se aclarara su situación ya que no podía permitir una imputación que afectaba su gestión como subsecretario de ese ministerio lo que fue aclarado rápidamente por Pico, que lo desligó de tales actuaciones administrativas.
Al asumir la presidencia el Gral. Agustín P. Justo, Silveyra fue designado al frente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales donde a pesar de todas las dificultades que se le irían presentando, llevaría a cabo una tarea titánica en defensa del petróleo nacional, ubicando a la empresa en un lugar significativo entre las más importantes del mundo en ese momento. Su amistad con el presidente le permitiría en muchos momentos sortear obstáculos y dificultades que se le fueron presentando en los años en los que estuvo al frente de la compañía, ya que la insistencia de las petroleras extranjeras para acaparar los recursos existentes, no se detenía ante decisiones gubernamentales que pudieran afectarlas como ocurriera en la provincia de Salta, que resulta ser un ejemplo de ciertas formas de procedimiento que se utilizaban.
Silveyra continuaría con la política de Mosconi durante más de una década, siendo factor fundamental de la defensa, el crecimiento de la empresa y su preservación ante los constantes intentos de sacarle el monopolio de la explotación petrolera. Ello lo llevó a enfrentamiento con las empresas privadas, y especialmente con la Standard Oil, que no aceptaban que YPF tuviera el control absoluto de todo lo relacionado con los hidrocarburos. Esto estaba de alguna manera relacionado con luchas donde el gobierno pro británico de Justo[7], tampoco iba a aceptar la preeminencia de una petrolera norteamericana. Silveyra estaba fuera de tales criterios de alineación política, ya que su interés excluyente era la preeminencia de YPF en todo lo relacionado con los hidrocarburos, y no hubo acto que realizara que no tuviera tal objetivo como surge de manera irrefutable de todas las acciones que desarrolló desde 1932 hasta su renuncia.
Un especialista en la historia de YPF ha señalado que “si desde los tiempos del general Mosconi la cúpula de YPF había buscado asociar la empresa estatal con un perfil nacionalista, en especial a partir de su enfrentamiento con las grandes petroleras internacionales y que permitía vincular la imagen de la compañía con su presencia en la totalidad del país, la nueva conducción le agregó la dimensión de la modernidad encarnada en el “nacionalismo técnico”[8] de los ingenieros Justo, Silveyra y Cánepa, que revalorizaron la dimensión del progreso y del adelanto técnico, más allá de los conceptos del nacionalismo estatal de los recursos.
Desde que comenzó la explotación de petróleo, se perfilaron claramente dos criterios de cómo debía realizarse ese trabajo y las diferentes modalidades de su administración: Uno de ellos, el que reconocía el control absoluto del Estado en un recurso considerado estratégico aún hoy, y el otro, el que respondía a los intereses de las grandes compañías; aquellas que en el castillo de Achnacarry se repartieran las zonas de influencia y trazaran una lamentable historia de saqueos, apropiaciones, maniobras extorsivas, hasta llegar a influir en un enfrentamiento entre países hermanos con una secuela de más de 80.000 muertos.[9] La enorme riqueza que significaba la explotación de los recursos, siempre fue un acicate para que las empresas privadas quisieran quedarse con ellos.
LOS COMIENZOS EN YPF. EL PETRÓLEO EN SALTA
Al poco tiempo de asumir la conducción de YPF, Silveyra creó becas con una importante remuneración para conseguir la formación de técnicos que se pudieran sumar a la institución ante la carencia de ellos, que preferían incorporarse a las empresas privadas. Esa decisión sería fundamental para crear un importante equipo profesional, que resultaba indispensable para llevar adelante el desarrollo de la empresa. “. Estas becas exigían dedicar todo su tiempo al estudio teórico. y práctico basado en programas preestablecidos. De este modo, al Instituto del Petróleo de la UBA ingresaron ingenieros, geólogos y químicos que realizaban durante un año un curso de especialización en explotación del petróleo, industrialización del petróleo o geofísica aplicada al petróleo. Al final del curso, los egresados pasaban a los yacimientos y destilerías, y completaban su formación de manera práctica al ponerse en contacto con los problemas de la industria. El número de egresados entre 1938 y 1942 fue de 196[10]. De tal manera, Silveyra junto a los que lo acompañaron en su trabajo, encaró una nueva manera de llevar adelante a la petrolera estatal, con un profesionalismo técnico que no descuidaría en modo alguno el carácter estatal que debía tener a su juicio la explotación de los hidrocarburos.
No le sería fácil el comienzo, debido a que además de los problemas habituales de la explotación petrolera en Comodoro Rivadavia, los conflictos con el personal, que habían mantenido problemas con Mosconi, se sumaban las viejas maniobras de la Standard Oil, que venían de principios de la década del 20 y habían acaparado al finalizar 1924 1.2 millones de hectáreas en la provincia de Salta contando con la benevolencia de las autoridades provinciales. Los conflictos con la provincia del norte veían de lejos, ya que la petrolera estadounidense, había trabajado con persistencia para quedarse con el monopolio de la explotación y a través de decisiones gubernamentales se favoreció esa explotación, hasta la llegada del gobernador Julio Cornejo, que al asumir su mandato sostuvo que no criticaría los hechos de sus predecesores, “pero que los tendría en cuenta, para desentrañar de su examen, las enseñanzas que impidan caer en errores o desviaciones ilegales”.
En la cuestión del petróleo, en la que tantas divergencias existían en la provincia de Salta respecto a gestiones anteriores, se estableció en acuerdo general de ministros que las compañías petroleras Standard Oil Co. y Compañía de Petróleo Ltda. S.A. debían abstenerse de todo trabajo de exploración y explotación fuera de sus límites de pedimentos, hasta tanto se concediera su admisión, lo que motivó un juicio promovido por las citadas compañías. Cornejo ordenó al Ingeniero Oficial de Minas la inspección de las zonas de cateos a fin de hacer efectivas las respectivas caducidades que determinaba la ley.
En su momento enfrentamiento con la Standard Oil fue feroz, porque a través de la investigación que ordenara realizar, se determinó la forma fraudulenta de como estas compañías habían obtenido permisos de cateo, enfrentándose también con el Senado que no compartía su patriótica decisión de que YPF tuviera el monopolio de la explotación y comercialización del petróleo.
Las decisiones de Cornejo llevaron a enfrentar la acción judicial de la petrolera y en el memorial presentado a la Corte Suprema de Justicia en el litigio sostuvo lo que ya era tradicional en materia petrolífera por parte de los distintos gobiernos que habían favorecido la exploración y la explotación estatal. En él se sostenía: “Se trata de decidir, si la riqueza del subsuelo argentino pertenece al dominio de los argentinos, o si, por el contrario, ésta incalculable riqueza se ha de entregar al monopolio y a los “trust” extranjeros para que agoten hasta el último yacimiento, devolviéndonos luego la tierra estéril mientras el dividendo del “trust” nos habrá sustraído todo el patrimonio argentino. Se trata de decidir, si nuestro país se ha de transformar en el breve espacio de pocos años, en una de las primeras potencialidades económica, sociales, financieras y culturales de la Tierra, o si se prefiere dejar librados nuestros destinos a una servidumbre económica que nos trabe el progreso y nos tenga sujetos al pasado feudal… Se trata de saber si el porvenir de la Nación ha de ser ejercido por la voluntad libre de los argentinos y con los resguardos de una ética austera e invariable, o si tendremos dentro de nuestro suelo un Estado que extenderá su garra de acero, derramando su oro de perversión e infiltrándose en la sociedad argentina con su acción corruptora y disolvente”
La intervención decretada por la dictadura de Uriburu puso fin a las decisiones del gobernador, que se había visto enfrentado con el Senado provincial presidido por Robustiano Patrón Costas, que nunca estuvo de acuerdo con las ideas estatistas de la explotación de los hidrocarburos, y contra quien iba a tener que enfrentarse el Ingeniero Silveyra durante su gestión en YPF, ya que los intereses de la Standard Oil había hecho base en la provincia de Salta y no iban a estar dispuestos a aceptar fácilmente la preeminencia de la empresa. Aunque la destitución de Cornejo produjo cambios y finalmente se llegó a firmar después de varias idas y vueltas un contrato con la Standard Uriburu anuló el contrato, aunque a los pocos meses la Corte Suprema de Justicia, dictó un fallo favoreciendo a la Standard y decretando la inconstitucionalidad del decreto de Cornejo que afectara a la empresa.
En los comienzos de la gestión de Silveyra se aprobó la Ley Orgánica de YPF (11.668), y resultaba necesario dictar una legislación general sobre el petróleo, que a pesar de la aprobación del Senado en 1932, encontraba dificultades en la Cámara de Diputados, ya que se presumía que las empresas privadas estaban interesadas en evitar esa ley, para tener las manos libres y apoderarse de los recursos, más allá de algunas limitaciones que debieron afrontar, pero que siempre sortearon[11] Las discusiones parecieron eternas, y a los aspectos técnicos del proyecto se sumaban las distintas posiciones y los enfrentamientos entre los bloques de la “Concordancia” y los socialistas que estaban a favor de la nacionalización y que se conformaran empresas mixtas para la explotación. Finalmente, después de tres años, y vuelto al Senado el proyecto estatal con las modificaciones introducidas en la Cámara de Diputados, se aprobó la ley 12.161, modificando el Código de Minería. A través de varios artículos se modificaba el sistema vigente. Allí se consignaba en el Artículo 373 que Las minas de petróleo e hidrocarburos fluidos son bienes del dominio privado de la Nación o de las Provincias, según el territorio en que se encontraban. El art. 374 permitía que el Estado Nacional podía explorar y explotar minas e industrializar, comerciar y transportar los productos de las mismas, directamente o por convenios entre sí o mediante las sociedades mixtas autorizadas. El art. 375 establecía que el Estado Nacional podía solicitar ante las autoridades provinciales permisos de exploración, concesiones de explotación de hidrocarburos fluidos, construcción y explotación de oleoductos en las condiciones determinadas para los particulares. Y finalmente en el artículo 376 se le conferían a YPF las facultades establecidas en los artículos precedentes.
El Código de Minería prohibía la explotación por parte del Estado, por lo que a pesar de las deficiencias que pudieran imputarse al nuevo texto legal sancionado, este significaba un apoyo al desarrollo que YPF iba a llevar adelante. Si bien Silveyra había advertido muchas de las deficiencias de la ley que tanto había costado votar, y tenía en mente una norma superadora de la norma, no creyó conveniente en ese momento hacer proposiciones que le crearían nuevas dificultades a las que ya estaban presentes. Pensaba que en el futuro se iba a poder modificar la ley con más precisiones que determinaran el control total del Estado sobre los hidrocarburos, tal como consta en documentos existentes entre los papeles de su archivo.
Mientras las extensas discusiones legislativas se producían, empresas como Ultramar pretendieron obtener permisos en la provincia de Santa Cruz, lo que significaba apoderarse de un recurso que era necesario preservar. Silveyra, siempre atento a todas las pretensiones de las empresas privadas obtuvo un decreto del presidente Justo extendiendo la reserva estatal a todos los territorios nacionales, bloqueando de esa manera las posibilidades de exploración y explotación de las compañías extranjeras, especialmente norteamericanas, que eran las que estaban llevando a cabo esas gestiones lo que generó muchas críticas, ya que ello significaba que la empresa nacional era la única que podía hacerse cargo de la explotación y exploración del petróleo que se encontrara
Silveyra tuvo muy en claro quiénes eran los que cuestionaban su objetivo de que YPF tuviera el monopolio de la explotación, y debido a ello hizo que se ocupara especialmente de lo que ocurría en la provincia de Salta que, a través de distintas circunstancias y los cambiantes gobiernos, siempre se había intentado favorecer a la Standard, con excepción de la gobernación de Cornejo. YPF no coincidía con las decisiones del gobierno de esa provincia y trató de bloquear la expansión de la compañía norteamericana, que presionaba sistemáticamente para obtener un nuevo contrato. Los ofrecimientos de YPF fueron rechazados, y se decidió nuevamente acordar con la Standard lo que llevó a un enfrentamiento decidido con las autoridades provinciales para terminar con esa especie de sujeción a la petrolera norteamericana.
La intención de Silveyra de celebrar con Salta contratos parecidos a los firmados con las provincias de Mendoza, Santa Fe, San Luis, fue rechazada unánimemente. El conflicto llegó al Congreso y allí el prominente senador Robustiano Patrón Costas, junto con otros de su bloque atacó la política petrolera de YPF, llamándola “política absorbente y dominadora”. En esos momentos los enfrentamientos eran diversos, porque estaba presente la negociación con Gran Bretaña que había dado lugar al Tratado Roca- Runciman, las negociaciones por la guerra entre el Paraguay y Bolivia, donde la Argentina trataba de incidir, para terminar con el conflicto y el Canciller Saavedra Lamas, trataba de mediar sin resultados inmediatos. Bolivia quiso entonces tener la posibilidad de un oleoducto para el pase del petróleo boliviano a través del territorio argentino, lo que fue negado enfáticamente por Silveyra, que no pensaba permitir que la Standard utilizara al gobierno de Bolivia para la expansión de sus negocios.
SU CONCEPCIÓN SOBRE EL CONTROL ESTATAL DEL PETRÓLEO
En su idea de expandir a YPF, Silveyra realizó negociaciones con distintas provincias y finalmente acordó contratos con Mendoza en 1932, que se convirtió en la segunda región petrolera del país a los que siguieron Santa Fe en 1932, San Juan en 1935 San Luis y Córdoba, ambos en 1936. En su archivo puede observarse que tuvo un cuidado especial en relación a la provincia de Mendoza, ya que a través de las exploraciones realizadas se había revelado un gran potencial energético que era necesario preservar. Aunque una interpretación rígida de la legislación sobre hidrocarburos, determinaba que a los diez años se terminaba la concesión que se había otorgado a YPF, Silveyra sostuvo en un meduloso documento, que la concesión podía ser renovada por otros diez años, conservándose así el privilegió por parte de la petrolera estatal.
Más allá de las discusiones que produjeran muchos cortocircuitos en miembros de la “concordancia” que no aceptaban el monopolio estatal[12]Silveyra se mantuvo firme en su propósito de esa preeminencia de YPF que él estimaba fundamental como lo acreditan varios documentos de su archivo. Así en un memorándum elevado al gobernador de Mendoza donde mostraba todo lo hecho hasta ese entonces, y las posibilidades de la provincia en cuanto a la extracción Silveyra expresaba “Sólo el Estado se encuentra en condiciones de dirigir una exploración metódica y una explotación racional con ese objetivo superior, ajeno al lucro inmediato exigido por el capital privado…Cada generación tiene el derecho de utilizar los recursos naturales a su alcance, pero no el de derrocharlos. La experiencia ha demostrado que cuando no priman otros intereses que los comerciales, estos posponen los de la comunidad y afectan en forma desfavorable las fuentes de producción, por la lucha que se produce entre los competidores. Solo el Estado puede, pues asegurar una explotación racional del petróleo, es decir una explotación que contemple los intereses del país. Finalmente no puede dejar de mencionarse… la lucha que desde hace muchos años está librando Yacimientos Petrolíferos Fiscales para asegurar al Estado Argentino el dominio de una de sus principales fuentes de producción, el contralor absoluto del abastecimiento regular de un elemento de primera necesidad en la vida moderna, en la paz como en la guerra”[13]Tan firme era su convencimiento del papel de YPF, que Gadano, en su excelente obra sobre el petróleo reproduce un diálogo entre el ministro Pinedo y Silveyra ocurrido a principios de 1936 donde Pinedo le dice a Silveyra quizás bromeando: “En cuanto se descuide convertiremos a YPF en una sociedad mixta con participación por tanto de capitales privados” Aunque suponía que no era algo que se pensaba seriamente Silveyra le replicó: No se animará Ud. Lo ahorcarían en la plaza pública y yo encabezaré la multitud que lo conduzca a la horca[14]
En el discurso pronunciado en uno de los aniversarios de YPF, fue enfático en señalar”. así ha conseguido formar una pléyade de hombres capaces unos directores, ejecutores otros…Ahí están esos muchachos argentinos, que se han hecho en la repartición oficial, decididos trabajadores, que la defienden como jauría embravecida cuando se la quiere objetar y dispuestos a manejarla con capacidad, con energía, con actividad y sobre todo con fervor patriótico y acrisolada honradez… Así se ha ido formando en la conciencia nacional que esta riqueza forma parte principal del patrimonio de nuestra tierra y que ella debe ser administrada, controlada y conservada por el Estado, para seguridad nuestra y de nuestros hijos… constituye , pues, un orgullo saber que se dispone de una institución –ejemplo único en el mundo- que en plena prosperidad, obtiene, transporta, industrializa y vende todos los productos de la industria petrolífera con los procedimientos científicos más perfectos, y con los métodos comerciales más adelantados, en tal forma que le permite competir con las organizaciones más poderosas del mundo”
Aunque no se tenían criterios restrictivos, que impidieran la constitución de sociedades mixtas, YPF durante la gestión de Silveyra se mantuvo sin asociaciones que pudieran afectar los criterios con los que se había mantenido desde que fue fundada por el presidente Yrigoyen. Siendo una empresa totalmente del Estado, sin el aporte de capitales privados tuvo un notable desarrollo no solo en cuanto a su infraestructura sino en cuanto a la producción. Como indicaba el Ingeniero Cánepa recordando el desarrollo de la compañía, durante la época de Mosconi no se había contado con el capital suficiente para la exploración, debido a lo cual la producción no pudo aumentar, aun cuando existían grandes posibilidades de encontrar hidrocarburos en aquellos lugares que habían comenzado a producir[15]. A pesar de los esfuerzos de Mosconi, ciertas indecisiones de Yrigoyen, ocupado en solucionar los conflictos políticos sucedidos durante su gestión, no permitieron contar con el capital que se estimaba suficiente ya que la empresa solo se manejaba con sus ingresos, y sin la menor ayuda estatal.
LA EXPANSIÓN DE YPF
El crecimiento de la exploración y explotación fue sostenido a pesar de los enfrentamientos con la Standard, y oposiciones muy caracterizadas dentro del sector oficial, que insistían en realizar una apertura al capital privado. Baste señalar al respecto que la producción de petróleo, creció desde los 349.050 m3 en 1922 hasta 827.429 en 1930, cuando renunció Mosconi, y desde 1932, hasta 1943 pasó de 902.245 a 2.652.901 m3. En un informe del año 1940 sobre la Destilería de La Plata, Silveyra enfatizaba que se elaboraban 5.000 m3 diarios de petróleo crudo, que en ese año se habían producido 337.000.000 de litros de Nafta, y cuando en 1926 sólo se producían nafta, kerosene o fuel Oil, en ese año se producían 158 subproductos, incluyendo combustibles gaseosos y líquidos, aceites lubricantes de todas las características, parafina, asfaltos, solventes para usos industriales e insecticidas. Además de aeronaftas y otros productos, se contaba con 154 tanques de almacenamiento con una capacidad de 227.000 m3. Esa transformación de la destilería en los años de la gestión de Silveyra la habían llevado a la fabricación de envases de hojalata con una producción media de 1.700.000 unidades de diversos tamaños.
Como una muestra de que el trabajo de YPF no se limitaba a la explotación petrolera, había una acción social que contemplaba, amplios vestuarios con cómodos baños para los obreros, comedores para empleados y los obreros que allí trabajaban, y un Club social con salones para biblioteca, jardín de infantes, juegos para niños, pileta de natación, canchas de tenis, pelota, etc. Para contar con las comodidades inherentes al trabajo desarrollado y evitar viajes del personal que era imprescindible se construyeron tres barrios para obreros, empleados y personal superior, que totalizaban 125 confortables chalets.
El convenio celebrado con el Automóvil Club Argentino (ACA) en agosto de 1936, para la venta de naftas y productos de YPF con exclusividad, determinó un convenio provechoso para las dos partes, ya que debido a tal operación el ACA expandió notablemente su red de estaciones de servicio en todo el país, pudo construir el monumental edificio de su sede central, mientras YFF amplió su red de surtidores, ya que el ACA solo vendía productos de la compañía conforme fuera acordado. Esta operación tuvo enormes implicaciones sociales, debido a la enorme masa de trabajadores de sus estaciones de servicio que se vieron beneficiados con el crecimiento de la empresa.
YPF Y EL GAS PARA LA CIUDAD DE BUENOS AIRES
Las preocupaciones de Silveyra por la expansión de la compañía también se extendió al suministro de Gas teniendo una intervención en las negociaciones realizadas con la compañía “Primitiva de Gas Buenos Aires Limitada[16], que tenía serios conflictos con la ciudad de Buenos Aires. Fue así que el 26 de marzo de 1941, el Poder Ejecutivo emitió el decreto 87.311, mediante el cual dispuso autorizar a YPF acordar con la Municipalidad “la explotación del servicio público de distribución de gas y en la forma y medios que estime más adecuados” De esta forma comenzaron las negociaciones con la “Primitiva” a los efectos de adquirir sus activos, determinando precios y llegar a una transacción. Como los directivos de la empresa debían recibir instrucciones desde Londres las negociaciones se demoraron, y además las ambigüedades de sus funcionarios determinaron que YPF diera por terminadas las negociaciones. Silveyra que no toleraba ese tipo de acciones dilatorias que perjudicaban al Estado, envió una nota al Ministro de Agricultura Daniel Amadeo y Videla el 4 de junio de 1941, manifestándole: “ Esta Dirección General cree llegado el momento de requerir del Poder Ejecutivo de la Nación, las medidas de gobierno que considere oportunas para imponer, por procedimientos legales, la voluntad ya expresada de colocar en manos del Estado, a breve plazo, el servicio de provisión de gas a la ciudad de Buenos Aires, y concertar al propio tiempo, un plan sobre la base de instalar una planta industrial y su red de distribución totalmente nuevas”[17]
Continuando con el objetivo de proveer de gas a la ciudad de Buenos Aires, YPF firmó un convenio con la Municipalidad, que fue convertido en ordenanza municipal el 6 de agosto de 1941, por la cual se le otorgaba a la compañía por 50 años la exclusividad para producir, transportar y distribuir el gas dentro de la ciudad, y aun fuera de sus límites. Como señala Galé debido a que la ordenanza “permitía que la provisión se efectuara con gas natural se abrían grandes posibilidades al desarrollo del interior del país, ya que las reservas conocidas eran aproximadamente 7.000.000.000. de metros cúbicos para Comodoro Rivadavia y Plaza Huincul”[18] La inversiones se realizarían en tres años, y dado que YPF no contaba con las sumas necesarias para el financiamiento de las mismas el Poder Ejecutivo dictó el decreto 102.982 aprobando un plan de inversiones por 72.000.000 de pesos los cuales provendrían del crédito público. Como era necesario la construcción de un gasoducto entre La Plata y Buenos Aires Silveyra solicitó por nota del 28 de noviembre de 1941 al ministro Amadeo y Videla, la autorización respectiva estimado su coste en 51.171.886 pesos, enfatizando la capacidad de YPF para realizar la obra.
Silveyra insistió en seguir negociando con la compañía a los efectos de adquirir su patrimonio, pero ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo en las negociaciones, sostuvo la necesidad de expropiar a la “Primitiva”, lo que finalmente se llevó a cabo años después debido a que el golpe militar del año 1943, interrumpió todo el proceso que se había llevado a cabo, donde YPF tuvo un papel preponderante
EL CRECIMIENTO DE YPF DESPUÉS DE DIEZ AÑOS
Además de lo señalado anteriormente, YPF tenía en el Año 1942 12.000 obreros trabajando en Comodoro Rivadavia, Plaza Huincul, la destilería de La Plata y las otras; pero además había personal de los barcos, las plantas de almacenaje, transporte de distribución y ventas, lo que significaba una gran generación de empleo. Con gran profesionalismo la compañía seguía expandiéndose, desarrollando todos aquellos lugares donde la explotación del petróleo se había convertido en una de las grandes fuentes de riqueza de la Nación, además de mostrar su desarrollo, aun con los precios bajos que caracterizaban la venta de sus productos, ya que YPF fue la que llevó los precios más bajos del mercado de combustibles. Donde la compañía se instalaba para explorar y explotar el petróleo, surgían escuelas, centros de atención hospitalaria, viviendas para el personal, ya que el objeto de lucro propio de las empresas privadas había sido sustituido por una concepción diferente de lo que debía ser una empresa pública.
Durante esos diez años el gobierno llegó a sacar más de 10 millones de pesos de las ganancias de la empresa, trasladándolas a rentas generales, aparte del impuesto que pagaba YPF que llegó a aportar al Estado más de 35.000.000 de pesos. Se llevaron a cabo importantes obras para agrandar la destilería de La Plata, que era la décima más importante del mundo Se construyeron las destilerías de Luján de Cuyo en Mendoza, de Chachapoyas en Salta, y la de San Lorenzo en Santa Fe. Se construyó el edificio de YPF en Diagonal Norte, que fue proyectado por la dirección técnica de la petrolera a cargo del Ingeniero Eduardo Saubidet. Se construyó la Planta de Lubricantes a partir de 1932, logrando que en 1937 comenzara a funcionar una Unidad Combinada, compuesta por las plantas de Topping, Cracking y Polimerización. Por entonces, el procesamiento anual alcanzó el 1.400.000 m3 de petróleo y 380.000 m3 de producción de naftas, lo que mostraba el notable impulso que Silveyra diera a la petrolera estatal.
No puedo dejar de mencionar respecto a su trabajo, que no se limitó al manejo de la compañía desde la oficinas de Buenos Aires, sino que además de viajar a las provincias a fin de celebrar los acuerdos que resultaban necesarios, recorría polvorientos caminos en auto para inspeccionar en detalle todos aquellos lugares donde YPF se había instalado, verificando el cumplimientos de las normas que se habían establecidos, los trabajos de exploración, y todo el desarrollo de la compañía aún en lugares distantes.
LA RENUNCIA
Aunque las discrepancias con el ministro de Agricultura Daniel Amadeo y Videla, partían de la concepción de Silveyra, de que todo lo relacionado con el petróleo pasaba por YPF de manera excluyente, tales diferencias nunca habían tomado estado público. Por la crisis energética que se vivía en el mundo en 1942, debido fundamentalmente a la guerra, un informe producido por la petrolera estatal sobre el consumo y la producción de petróleo y derivados[19] determinó la irritación del ministro y que el 29 de enero de 1943 le enviara una nota a Silveyra desautorizándolo, haciéndole ver que tal publicación confundía a la opinión pública y puntualizando que todos los informes al respecto debían tener la expresa autorización de la cartera a su cargo, como si el presidente de YPF, debiera estar limitado a consultar sobre los datos que suministraba la empresa a la opinión pública. Esa desautorización del ministro, determinó que el 2 de febrero Silveyra le enviara la renuncia como presidente de la compañía. Allí le expresaba todas las dificultades generadas por decisiones del gobierno, que, al desconocer la jerarquía natural y la competencia de YPF, disminuía el prestigio de su autoridad. Mostraba el crecimiento de la compañía, la enorme labor llevada a cabo, y el desconocimiento por parte del gobierno de las competencias que venía tratando de subordinarlas a otros organismos como el Ministerio de Marina y el Ministerio de Agricultura en acciones que eran de su exclusiva responsabilidad. Le mostraba que los datos publicados eran el fiel reflejo de la situación de los hidrocarburos en ese momento. No podía aceptar que se cuestionara su conducta al frente de YPF.
Su renuncia produjo turbulencias en el gobierno y fue lamentado por ministros, gobernadores, legisladores, miembros del Poder Judicial y funcionarios que sabían de la notable obra que había realizado Silveyra en YPF. Las numerosas cartas y telegramas de su archivo demuestran la consideración que tenía por su trabajo y dedicación durante los diez años que estuvo al frente de la misma. Pero era tan conocido su trabajo que en el archivo no solo existen las cartas a las que me he referido, y del personal superior de la compañía, sino cartas de obreros, empleados y modestos trabajadores, que lamentaban su renuncia y lo ponían de ejemplo por todo lo que había hecho en esos más de diez años. Una de las notas más significativas fue la de los hermanos del Gral. Enrique Mosconi, que al día siguiente de su renuncia le escribieron haciéndole llegar las expresiones de amistad y solidaridad y donde mencionaban la ingratitud e incomprensión que sufriera llevándolo a tener que abandonar su cargo.
En la nota de despedida al personal de YPF del 3 de febrero, donde agradecía la colaboración de todos mostraba las características que tenía la empresa cuando asumió diciendo “ Al hacerme cargo de la presidencia encontré formada y en marcha una organización competente y disciplinada, dotada de ese espíritu propio de YPF que tantas veces he destacado, animada de una voluntad inquebrantable, consciente del papel que estaba desempeñando en el afianzamiento de la independencia económica de la Nación. La honestidad de principios y procedimientos que era ya tradicional en la institución, le había conquistado un sólido prestigio en la opinión pública[20]
Si bien quizás lo más relevante de su actuación pública fue su extraordinaria labor al frente de YPF, reconocida sin excepción no solo por todos aquellos que trabajaron con él, sino por funcionarios de los distintos gobiernos en los que actuó, también hay que poner de relevancia, la forma austera de su vida, alejada de figuraciones inútiles y el ayudar en silencio no sólo a aquellos trabajadores que recurrían a él, tratando siempre de mejorar sus condiciones de vida, ya que pretendía que YPF no solo fuera un ejemplo de institución, sino también una empresa preocupada por las necesidades sociales de aquellos a los que no les llegaba la ayuda estatal. Por eso dispuso colaborar con instituciones de bien público, que llevaban obras que él consideraba de mucho valor.
El alejamiento de la compañía le hizo ver la falta de reconocimiento a su obra y la postergación que debió soportar aún en actos oficiales donde fue invitado, no dándole el lugar que le correspondía. Debió afrontar algunas denuncias que fueron todas desestimadas como las que promovieron Isaías Nougués y Juan Carlos Cornejo Linares. Parecía que además de la desconsideración de muchos, todavía debía dar explicaciones de una conducta intachable que fuera investigada después del golpe militar sin que se encontrara el más mínimo elemento que lo incriminara dada la honestidad con la que había trabajado en todos los años al frente de YPF, y en todos los actos de su vida pública. Siempre guardó silencio frente a acusaciones injustas y solo se defendió, ante inicuas acciones legales que pretendieron ensuciarlo Después de un breve paso por la función pública como interventor de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, entre mediados de 1943 y marzo de 1944, se negó sistemáticamente a participar en actos públicos a los que fue invitado, y en su archivo, están las reiteradas excusas que enviaba, ante invitaciones oficiales que se le hacían llegar. Solo le quedaban los testimonios de algunos pocos amigos, de obreros y empleados de YPF, que guardó en su archivo como algo singularmente valioso de todo lo que había hecho por su país a través del engrandecimiento de la petrolera, que en ese momento ocupaba un lugar principalísimo, siendo la más importante empresa de la Nación.
La Sociedad Científica Argentina, el Instituto de la Universidad de París en Buenos Aires, y otras instituciones lo incorporaron como miembro, y en sus últimos años, sólo intervino como perito ingeniero en algunos litigios judiciales donde fue convocado. A pesar de sus luchas, de la parte de su vida que le dedicó al notable crecimiento de YPF, de su claridad conceptual de cómo debían administrarse y controlarse los recursos naturales, de su preocupación por todos aquellos que lo acompañaron, tanto obreros, como empleados y funcionarios, ya nadie recuerda a este gran argentino, que puso toda su energía y su compromiso para beneficio de su patria y de su pueblo. Por eso decidimos contar parte de su historia, para que no siga siendo ignorado y se le dé el valor que corresponde entre todos aquellos que contribuyeron de manera significativa a hacer un país mejor.
El ingeniero Ricardo Silveyra estuvo casado con María del Rosario Estrada Estrada, con una numerosa descendencia. Murió en Buenos Aires el 3 de marzo de 1956.
Alejandro Olmos Gaona
Buenos Aires, 11 de septiembre de 2023
[1] Una excepción destacable es la importante obra de Nicolás Gadano, Historia del Petróleo en la Argentina, Edhasa, Buenos Aires 2012
[2] Decreto del 24 de diciembre de 1910, firmado por Roque Sáenz Pena y su Ministro de Agricultura Eleodoro Lobos. Decía Sáenz Peña en el Decreto “Que si el H. Congreso ha autorizado la explotación por el Estado, será porque ha confiado en el celo con que ejercitará sus aptitudes administrativas y en el acierto con que organizará sus servicios técnicos. Las nuevas y legítimas exigencias de la economía social y financiera no pueden detenerse por el sólo peligro de la incapacidad del Estado para llenar sus fines, mientras no se demuestre antes la ineptitud mayor de sus agentes…Que si en general ha de considerarse fundada la reforma de la legislación minera y financiera en las naciones americanas y europeas que tienden a vigorizar el patriotismo privado e industrial del Estado en previsión de desequilibrios probables en su sistema rentístico o de ampliaciones explicables de su política social, no parecerá extraña en un país que aspira a abaratar las condiciones de vida y del trabajo y moderar su régimen impositivo en que entran en un 90 por ciento los gravámenes indirectos al consumo”
[3] El estado de la cuestión petróleo, Buenos Aires, 1921, pág. 15
[4] Aunque a Newbery solo se lo recuerda por sus hazañas deportivas, desde siempre mostró un especial interés por los recursos energéticos y escribió sobre importantes trabajos sobre ellos. Un trabajo visionario es el libro que escribiera en colaboración con Justino C. Thierry, El petróleo: historia, origen, geología, química, explotación, comercio, monopolio, legislación, Imprenta Vaccaro, Buenos Aires, 1910, citado por Pino Solanas y Felix Herrero en su trabajo: Jorge Newbery, un hombre de la energía, en Realidad Económica, Revista de Economía editada por el Instituto Argentino de Desarrollo Económico, Buenos Aires, 2006, Nº 222, págs. 7/30
[5] No está demás mencionar ese gran Libro de Mosconi El Petróleo Argentino” en el que expone su concepción sobre el control estatal y la participación minoritaria de industriales argentinos. Debo al Dr. Félix Herrero haberme recordado estas ideas del general.
[6] Deben señalarse los constantes embates que sufrió YPF por parte de los políticos de la “concordancia”. Éstos se hicieron más explícitos cuando el gobierno de Salta, acatando una sentencia de la Corte Suprema, devolvió concesiones a la Standard Oil. Pero además de ellos las petroleras realizaron todo tipo de maniobras con la intención de perjudicar a YPF lo que llevó al presidente Justo a dictar un Decreto cerrando las aduanas nacionales para el pase al extranjero del petróleo y sus derivados, quedando su importación limitada y sujeta a una severa fiscalización del Estado
[7] Siempre recuerdo la carta enviada por el Duque de Atholl, presidente de la Compañía inglesa de Transportes al ministro de Relaciones Exteriores Carlos Saavedra Lamas, urgiéndolo a la sanción de leyes donde le decía que los “intereses británicos deberían quedar bien consolidados”
[8] Gadano, N, ob. cit
[9] Aunque la historiografía ha limitado los enfoques de la guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, como única cuestión a considerar, es indudable que el petróleo tuvo una decisiva importancia en el conflicto, lo que fuera denunciado no solo en los EE.UU. a través del senador Huei Long, al que un oportuno “accidente” silenció para siempre
[10] Matharan, Gabriel Augusto La investigación industrial en la Argentina: el caso de la industria petrolera de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (1925-1942). Universidad Nacional de Quilmes, pág.24
[11] En el Recurso Extraordinario presentado ante la Corte Suprema por el gobierno de Salta, en el juicio contra la Standard Oil, se hacía una prolija descripción de cómo se obtenían y negociaban los cateos y su posterior transferencia a la empresa norteamericana
[12] El senador Matías Sánchez Sorondo, había expresado en algún momento: “Ayer fueron los alquileres, hoy es el petróleo, mañana será la propiedad rural amenazada con ser redistribuida” citado por Arturo Frondizi en “Petróleo y Política”, Ed. Raigal, Buenos Aires, 1954, pág. 240
[13] 16 de marzo de 1941 Archivo Silveyra
[14] Gadano Nicolás, ob.cit, pág. 383
[15] Enrique Cánepa en su voluminoso libro sobre el petróleo, cuenta todas las dificultades que hubo que enfrentar en los comienzos de la exploración y la explotación de los hidrocarburos. Debo a la generosidad de Diego Silveyra el conocimiento de esta importante obra, que me la facilitara para su consulta.
[16] Estaba controlada junto a otras compañías que operaban en La Plata, Bahía Blanca, Rosario, por la Societé Financiere de Transportes et d’Enterprises Industrielles (SOFINA) cuyo holding también controlaba la CHADE, y fue parte de la escandalosa negociación que prorrogó los contratos
[17] Galé Nidia Elsa. El Gas en la Argentina- más de un siglo de historia, EC, Buenos Aires 2005, pág. 80
[18] Ibidem pág. 84
[19] Allí se mostraba el comportamiento de YPF frente a la crisis, el aumento de la producción en contraste con las empresas privadas y la falta de razones para aplicar el racionamiento.
[20] Circular N° 2165 Archivo del Inge. Ricardo Silveyra en poder de su nieto Diego Mantilla