Sucesos que echan luz sobre el contexto internacional y argentino de nuestros tiempos. Escribe Ariel Duarte.
#1 - El acuerdo Trump-Xi
Estamos ante una etapa única en las relaciones internacionales: el presidente de la superpotencia económica y militar apuesta por la paz por sobre la guerra.
Estados Unidos es la primera economía del mundo, su facturación anual en trabajo y producción es igual a la de las economías de China, Alemania, Japón e India juntas.
Ni hablar de su producto medido sobre cada persona, en tanto India o China reúnen casi 3 mil millones de personas, mientras que Estados Unidos llega tan sólo a 340 millones.
En materia militar, la superioridad es notoria: sólo Estados Unidos y Rusia superan en mil sus ojivas nucleares, con alredededor de 5 mil cada uno, mientras que China alcanzó las 600 recientemente.
En cuanto a los portaaviones, capaces de llevar la confrontación militar lejos de las fronteras -algo fundamental para la superioridad militar de cualquier potencia-, Estados Unidos cuenta con 11 en servicio, mientras que China sólo cuenta con 3, el Reino Unido 2, Japón 2, Rusia 1, es decir, si sumamos todos no alcanzan a la potencia del norte.
Esta disparidad implicó a lo largo del último siglo una tendencia en el poder del dinero: Estados Unidos era el gendarme perfecto para cuidar el culo del Reino Unido en el mundo, siendo que esta última es la custodia del sistema global de comercio, la tecno finanza y el sistema bancario.
Sin embargo, del riñón de la clase dirigente industrial de la gran potencia, emergió un personaje que comprendió la trampa global: mientras que las cadenas globales y el libre comercio sirven para maximizar las ganancias de los bancos y grupos financieros, el pueblo norteamericano y sus industrias fue primero seducido por la posibilidad de abastecer el mercado asiático, y luego fue estafado con la deslocalización de sus fábricas y la pérdida de puestos de trabajo.
Otra comprensión de la trampa globalista radicó en la cuestión militar: ¿cómo puede tolerarse que la principal potencia armamentística deba estar al servicio de la política definida en Davos por el sistema financiero y tecnocrático?
Tras la Segunda Guerra, las soluciones adoptadas históricamente por el poder económico global ante los desajustes del sistema fueron más guerras, más hambrunas y control de la natalidad.
Trump, sin embargo, al ser consciente del odio que despertó ante el denominado “deepstate”, optó por gambetear el uso de la fuerza y apostar a la confrontación comercial.
El primer y, quizás, el único antecedente norteamericano de aquella postura fue el de la presidencia de Andrew Jackson, sorprendemente fundador del partido demócrata, que hoy sirve al interés globalista.
Dicho presidente había erigido sin nombrarla la Doctrina Monroe, en tanto su geopolítica consistió en evitar cualquier tipo de injerencia de potencias europeas en América, a la par de abstenerse de intervenir en los conflictos de Europa.
En 1832, vetó la ley que prorrogaba el antiguo Banco Central controlado por el consorcio de bancos de origen británico y, en 1836, vetó la creación de la Reserva Federal.
Su política fiscal consistía en evitar la toma de deuda pública y garantizar el desendeudamiento mediante los aranceles a importaciones y exportaciones. La política proteccionista de Jackson fue la antesala de la guerra de la secesión, en la cual los industriales del norte confrontaban contra la oligarquía terrateniente del sur, que pretendía la liberalización aduanera.
Al decir de Thierry Meyssan, Jackson y Trump encuentran puntos de convergencia en: 1) plano estratégico, reemplazar la guerra por el comercio; 2) plano táctico: reemplazar los conflictos entre los Estados Federados por el de la confrontación entre pueblo y oligarquía.
Volviendo a la actualidad, en el último mes, Trump obtuvo la paz de Medio Oriente todavía en desarrollo, logrando poner en la mesa de acuerdo al conjunto de naciones árabes que históricamente enfrentaron a Israel, así como, también, poner a esta última firmar la creación de un Estado de Palestina.
Por otro lado, en las últimas elecciones logró unificar al conjunto de los Estados bajo la línea de América Primero y la defensa de la ocupación de los trabajadores norteamericanos frente a la deslocalización de las empresas en otros países.
También denunció un interés oculto ligado al globalismo que operaba en Estados Unidos con el dinero de los contribuyentes, en pos de imponer tanto a nivel local como a nivel internacional las agendas del poder financiero global. La famosa USAID.
Finalmente, en el último año y abonado por el triunfo electoral que lo catapultó a su segunda presidencia, comenzó una verdadera persecución y expulsión de cientos de funcionarios de planta, con veto para trabajar en corporaciones privadas, a quienes se encontraban ligados al pensamiento neo-straussiano que ha conducido a Estados Unidos y al mundo a utilizar el vector de la violencia como resolución de los conflictos.
Si bien la paz de Ucrania todavía no pudo materializarse, esto se debe al interés británico que empodera al neonazismo integrista ucraniano que respalda a Zelenski, a la par que lidera, junto con los neostraussianos, el Grupo de Contacto sobre la Defensa de Ucrania, es decir, el enlace entre la OTAN y la Unión Europea con el gobierno de Ucrania en el manejo de los fondos y el armamento provisto.
El desenlace implica una solución parecida a la de Gaza, comprometer a Estados Unidos a la reconstrucción de Ucrania, como método de seducción sobre la víscera más sensible (el bolsillo), en detrimento del interés permanente del Reino Unido de contener y destruir la potencia euroasiática de Rusia.
En la última semana, luego de una nueva escalada de aranceles, vimos cómo Trump logró su reunión y acuerdo con Xi Jinping, en Busán, Corea del Sur.
Entre los puntos principales del acuerdo, se ubica la baja de aranceles, sobre todo al campo del fentanilo que China necesita, a cambio de que Estados Unidos reanude el abastecimiento de alimentos y energía, tan necesario y, a la vez, escaso en la economía china.
En cuanto al plano de las tierras raras, fundamentales en la carrera tecnológica, se optó por establecer los parámetros de la confrontación comercial, “sin palos en la rueda”: se suspenden por un año las restricciones a exportaciones chinas de tierras raras a fin de abastecer la industria estadounidense.
En el sector militar, se acordó establecer canales entre ambas carteras de Defensa, a fin de desescalar los incidentes en la zona del Indo-Pacífico.
Unos cuantos puntos faltan abordarse entre las principales potencias, tales como Taiwán, la injerencia de TikTok y el control de datos, los subsidios a la exportación industrial de China y su consecuente competencia desleal, o bien las cadenas comerciales de evasión arancelaria que utiliza mediante países aliados.
Entre ambas potencias, se abre una ventana táctica de un año, a fin de avanzar sobre las negociaciones.
La gran pregunta es qué se está negociando en el fondo. Si la estrategia de Trump es la de reemplazar la confrontación bélica por la comercial, las negociaciones entonces consisten en determinar los parámetros y condiciones en que ambas potencias están de acuerdo en confrontar en términos de tecnología y productividad.
Ambas potencias están convencidas de que cuentan con el mejor modelo posible para el desarrollo sustentable, y nuestra generación será quizá testigo del desenlace de una relación que, fatalmente, estaba destinada a la contradicción.
#2 - Las tres estafas de una reforma laboral
Una nueva estafa financiera, económica y política toca la puerta de la política argentina.
Es curioso el nuevo debate sobre la reforma laboral porque, mientras algunos andan con culpa reviendo sus bibliotecas y buscando la forma de decir que aceptan reformar pero no las formas de la reforma, estamos ante una nueva estafa financiera, económica y política que debemos rechazar sin matices.
El primer piso de conciencia que pretendemos alcanzar es sobre una verdad que la modernidad intenta destruir: lo único que crea la riqueza es el trabajo y es aquello que le confiere valor real a las cosas.
Para la teología, el trabajo representa la dignidad del ser humano porque, junto con la Palabra, son sus formas de dialogar con la Creación.
Para la sociología, el trabajo construye relaciones.
Para los semiólogos, el trabajo es el origen de la cultura.
Sin embargo, la modernidad ha intentado a lo largo de un siglo desplazar al trabajo del centro de las decisiones, pues es la mejor manera de desplazar al ser humano del fin de las decisiones.
Vayamos, por un momento, a finales de siglo XIX, cuando la Escuela Austríaca coronó el subjetivismo que hoy irradia papers desde la izquierda y la derecha del pensamiento económico colonial.
En aquel entonces, la teoría clásica consideraba al trabajo como fuente de valor, en tanto era el punto de inflexión en la generación de la riqueza, la que no se originaba en la cantidad de reservas de recursos naturales o en la productividad de la tierra dada por la Creación.
La diferencia la hacía el trabajo humano, que luego se acumulaba en herramientas. Es decir, la tecnología estaba lejos de ser capital, sino que era trabajo acumulado en herramientas productivas.
En la actualidad, la idea del valor subjetivo de las cosas está presente tanto en corrientes progresistas como conservadoras, ambas cooptadas por el liberalismo económico.
Este preámbulo es sólo para mostrar una de las principales características del gobierno actual: la contradicción.
Mientras que consideran que la riqueza y el valor está dado por el sujeto y sus preferencias, ahora nos vienen a contar que el país no crece porque las relaciones laborales y los derechos de los trabajadores no lo permiten.
Quizá las recurrentes contradicciones son sólo la cara visible de la estafa. En el campo del comercio y la geopolítica, mientras nos venden, por un lado, el cuento del alineamiento con Estados Unidos y el amor por Trump, vemos, por el otro, que China se convirtió en el principal aliado comercial a partir de Milei, por encima incluso de Brasil.
En cuanto a la reforma laboral que se propone, constituye una estafa en términos económicos, políticos y financieros.
La reforma laboral es una estafa económica
En el plano económico, la normativa laboral lejos está de ser un problema para el crecimiento y el desarrollo.
El gran drama de la economía actual es la falta de rentabilidad de los proyectos productivos. Las grandes inversiones sólo se destinan a la extracción de recursos naturales, ya ni siquiera al sector agropecuario.
Un ejemplo es el RIGI, cuyos proyectos presentados y aprobados sólo se limitan al campo energético y a los minerales, muchos de ellos apuntados a la logística exportadora de esos recursos.
Las inversiones y el crecimiento de la Argentina está cooptado hace 10 años por el sector rentístico y especulativo, cuando la legislación laboral es, como dicen quienes quieren reformarla, igual que hace 50 años. Hace 20 años, la economía crecía a tasas chinas y se crearon en 10 años 4,5 millones de puestos de trabajo en el sector privado formal, con leyes laborales incluso más favorables al trabajador.
El estancamiento producido a partir de 2012 se debió, precisamente, a que la orientación de la economía dejó de ser producir y trabajar: pasó a ser devaluar la moneda para apuntalar exportaciones, tomar deuda externa y especular con el diferencial de tasa de interés que ofrecen los bonos en pesos, frente a la tasa de devaluación de la moneda.
En una conferencia de la UIA en Córdoba del pasado septiembre, con la presencia de parte del gabinete oficial, la entidad fabril centró sus preocupaciones sobre tres ejes: 1) la falta de recuperación de la actividad; 2) las tasas de interés que dificultan la inversión; 3) la velocidad de la apertura comercial sin resolver distorsiones estructurales.
En cuanto al campo laboral, la crítica se limitó a señalar las distorsiones que se presentan a partir de la apertura comercial cuando se debe competir con naciones cuyos derechos laborales son inexistentes. En general la propuesta termina siendo la de resignarse al libre comercio y cortar el hilo por lo más delgado: los derechos de quienes trabajan.
Luego, la UIA propuso un decálogo de puntos de consenso sobre “El Contrato de la Industria”, entre los cuales sólo figura la cuestión laboral por la “litigiosidad” y por las cargas “no salariales”, es decir, los aportes patronales a la seguridad social, cuestiones que no forman parte de la reforma laboral que se quiere vender.
Según una encuesta de Arlog a 500 empresarios ligados al transporte y la logística, el 81% identificó a la infraestructura como un límite para el desarrollo, el 52% a la burocracia de trámites, 50% a la falta de acceso a tecnología y el 34% a la conectividad.
El problema del empresariado argentino se centra en el costo energético, la falta de acceso al crédito y la inexistente estrategia productiva y comercial por parte de la Argentina en el nuevo orden internacional que, lejos de promover la conquista de nuevos mercados, abre los puertos a la inundación de bienes subsidiados por Estados extranjeros como China, que acá ya se fabrican.
El problema económico de la Argentina ataca también a los trabajadores, a los cuales hoy se nos pretende quitar derechos.
El poder adquisitivo se encuentra estancado producto del techo a las paritarias y la inflación dolarizada, que nos convirtió en uno de los países más caros del mundo: tomar un café en la calle Corrientes vale más que en Suiza.
La reforma laboral también es una estafa financiera.
El objetivo de obtener una votación favorable en el Congreso sobre una reforma laboral es tomar más deuda en los mercados financieros extranjeros.
La explicación es sencilla: con la quita temporal de las retenciones, luego de la elección del 7 de septiembre, la liquidación de dólares del campo se anticipó en forma abrupta -7.100 millones de dólares en menos de una semana- y fue destinada a compensar la compra masiva de divisas por parte de la población.
Mientras que los argentinos se dolarizaron a tal punto de duplicar los depósitos en dólares en un año, de acá hasta fin de año la consultora LCG estima un desplome del 80% de la liquidación de divisas, a razón de 300 millones de dólares mensuales, cuando el promedio histórico son 1500 millones.
No olvidemos que los depósitos en dólares son deuda que tienen los bancos con los ahorristas, que si el flujo de divisa no alimenta el sistema, frente a cualquier corrida no habrá billetera internacional que aguante.
El problema radica principalmente en la cobertura de los pagos de deuda hasta fin de 2026, que suman unos 12 mil millones de dólares.
No hay plata genuina producto de las exportaciones agropecuarias, el superávit comercial energético no alcanza y la posibilidad de un blindaje financiero depende de la baja del Riesgo País, un índice elaborado por la JP Morgan, cuyos ex trabajadores conducen la cartera económica del país.
El índice del Riesgo País de la JP Morgan establece un diferencial de la tasa de rentabilidad de los bonos de deuda externa de cada país, en base a su valor de mercado, respecto de la tasa de rentabilidad de los bonos de deuda pública de Estados Unidos, que ofrece la Reserva Federal.
En resumen, cuando cae el valor de mercado de los bonos argentinos que cotizan en Wall Street, se dispara el Riesgo País.
El problema es que el precio de los bonos no se define por cuestiones objetivas, sino por el apetito subjetivo de los operadores del mercado de valores de Wall Street, dominado por pocos y colosos actores de los grupos financieros internacionales.
Las reformas laborales o previsionales son precisamente “las buenas noticias” para “el mercado”, que posibilitarían, en el corto plazo, alcanzar un Riesgo País de 400 puntos (hace un mes -incluso con Bessent- alcanzó los 1100 puntos y hoy se encuentra en 660 puntos) y, con ello, poder colocar nueva deuda externa al 7/8% de tasa anual para financiar los vencimientos.
En conclusión, quieren estafar al sector productivo para financiar la fiesta especulativa a la cual nos han sometido en los últimos 10 años.
La reforma laboral es una estafa política
Es sorprendente ver cómo se construye un nuevo ariete para dinamitar la frágil unidad que existe en el movimiento nacional.
Es sabido que el progresismo carece de verdades sólidas. Precisamente, el subjetivismo, el escepticismo y el relativismo al cual adscribe hacen que sus compromisos ideológicos se construyan sobre pies de barro, dejando librada su convicción a las nuevas tendencias de la sociedad.
El problema es que la concepción progresista ha irrumpido en el seno del movimiento nacional y se ha dedicado a correr por izquierda a todos los sectores tradicionales de la comunidad: organizaciones territoriales, clubes, parroquias y sindicatos.
Cuando sobreviene la avanzada gorila, el progresismo suele diluir sus convicciones a los apetitos de la opinión pública: ahora todos hablan sobre “la necesidad de una reforma laboral”, una “actualización de las leyes a las nuevas modalidades”, todo en pos de “quedar bien” con el discurso de la época. Si “la gente” lo quiere, entonces debe ser.
Las críticas, como siempre suele hacerse desde la nueva izquierda, radica en “las formas” elegidas por “la derecha”.
Sin embargo, lejos de caracterizar el fenómeno, se opta por claudicar y aprovechar la circunstancia para disputar sus internas con los sectores tradicionales del Movimiento Nacional.
Las postales políticas que se vienen son, precisamente, sectores políticos del progresismo o bajo el ropaje del “campo nacional y popular”, que criticarán al Movimiento Obrero, acusándolo de no hacer nada.
Luego de que el progresismo y la nueva izquierda fracasaran en la política al cooptar al peronismo y convertirlo en una mera herramienta electoral reformista, ahora nos dirán que la culpa del avance de Milei es de los sindicatos organizados en la CGT, a los cuales vienen excluyendo de la política desde hace décadas.
La reforma laboral es una estafa, porque su objetivo no es mejorar las condiciones de contratación, sino destruir el poder de fuego del sindicalismo.
El verdadero objetivo lejos está de ser la jornada de 12 horas, sino que se trata de destruir la negociación colectiva y la ultraactividad de los Convenios Colectivos de Trabajo, de desfinanciar a los sindicatos y quitarle poder de conflicto en las medidas de acción directa, es decir, la huelga, con sanciones a quienes “se excedan” en el ejercicio de un derecho que es constitucional.
En el plano de la política, la reforma laboral es el instrumento elegido por el gobierno para fragmentar nuestro movimiento nacional, ponernos a unos contra otros, que nos culpemos entre nosotros si se aprueba, cuando su promulgación sabemos que no cambiará el destino de fracaso de esta política económica.
La reforma laboral ya fracasó
El fracaso de las reformas laborales es evidente sobre los mismos pasos que ha dado el gobierno el año pasado.
Con la Ley Bases y el Decreto 70/23, se eliminaron las multas por el empleo no registrado, la falta de pago de indemnizaciones e ingreso de aportes, se permitió la eliminación de la indemnización por despido por negociación sectorial, se aumentó el período de prueba a 6 meses, se incorporó la posibilidad de contratar “colaboradores” que no sean trabajadores registrados.
Sin embargo, se destruyeron 250 mil empleos formales y 18.500 PyMES cerraron, la actividad económica sigue sin recuperarse, los sectores intensivos en mano de obra, como la industria y la construcción, siguen en niveles un 7% inferiores a los de 2023 y, de febrero a julio, el PBI cayó un 1,5%.
En el rubro textil, que supuestamente saldría beneficiado de este tipo de reformas, cerraron 381 empresas y perdieron 11.500 puestos de trabajo, en sólo 18 meses.
Mientras tanto, las familias lejos de haber mejorado su calidad de vida por la reforma laboral implementada, asisten a la mora en el pago de deudas más alta desde 2008, con tasas de interés que alcanzaron al 200% hace un mes.
Antes de terminar, comparemos
Si observamos el denominado “Costo laboral” por países, de acuerdo a un informe reciente de la OCDE, encontramos que Argentina se encuentra muy por debajo del promedio mundial. En cuanto al “costo laboral”, es significativamente más económica que cualquiera de los países a los cuales nos proponen parecernos.

En cuanto a las denominadas prestaciones no salariales que deben afrontar trabajadores y empresas, es decir, los aportes a la seguridad social que financian el pago de las jubilaciones, Argentina se encuentra dentro del promedio de muchos países como Austria, Francia o Eslovaquia.

Respecto a la supuesta litigiosidad que Argentina afronta por accidentes de trabajo, debemos recordar que el sistema de reparaciones de accidentes laborales y enfermedades del trabajo fue creado por las propias compañías financieras que se quejan de la litigiosidad: las Aseguradoras de Riesgos del Trabajo.
Estas compañías funcionan como financieras y aumentan el precio de la prima de seguro que pagan las empresas a medida que aumentan los juicios.
Construyeron un sistema ineficiente, que sólo atiende la reparación en vez de la prevención.
A su vez, la reparación es limitada, en tanto sólo atiende el daño material provocado, sin contemplar otros perjuicios humanos que pueden provocarse a partir de una invalidez o minusvalía, y sin considerar el incumplimiento o la culpa de quienes actuaron de manera irresponsable frente a sus deberes de seguridad.
Las mismas financieras (ARTs) que se quejan de la litigiosidad hicieron lobby para la profundización del sistema en 2012 (ley 26.773) y 2017 (27.348). El resultado fue obvio: aumentó el incumplimiento, los juicios de los trabajadores y, por ende, la prima que exigen pagar a los empleadores.
La única industria que existe en el plano laboral es la del incumplimiento.

La propuesta
La Argentina se debe una profunda reforma, pero económica, que debe partir de un acuerdo entre los trabajadores y empresarios organizados en sus gremiales, para pasar de un modelo especulativo rentístico a uno de producción y trabajo.
Los acuerdos deben ser promovidos por el sector público, en el cual se garantice a ambas partes un acceso a alimentos y energía baratos, créditos industriales e hipotecarios, inversión en infraestructura y logística (trenes, marina mercante, sistema eléctrico y conectividad), y una administración del comercio exterior que permita, por un lado, una balanza comercial favorable y, por el otro, la conquista de los mercados regionales para los bienes de consumo popular fabricados en Argentina.
¿Podemos hacerlo? Sí, porque contamos con los alimentos, la energía, los fondos debajo del colchón para el crédito y la experiencia histórica de ser una nación industrial.
La pregunta es entonces filosófica: ¿Queremos hacerlo? La unidad de concepción es lo que nos falta y sobre lo que vamos a trabajar.
#3 - Un fallo bonaerense exige cuidarnos
La Suprema Corte de Justicia Bonaerense se expidió sobre el caso “Ludueña María del Carmen s/ incidente de amparo - Recurso de inaplicabilidad de ley”, en el cual la señora Ludueña solicitaba al Estado provincial una asistencia médica y farmacológica para terminar con su vida.
Lejos de introducirse sobre el debate de la eutanasia, en tanto se encuentra prohibida por nuestro ordenamiento jurídico, la Corte falló sobre un tema fundamental que se contrapone con la política de abandono social que se pregona desde Capital Humano.
La Corte bonaerense señaló que el caso debe ser analizado desde la óptica del deber estatal.
En este sentido, planteó que el Estado se encuentra obligado a cuidar a sus habitantes, en especial, a quienes se encuentran en situaciones de capacidades diferentes o extrema vulnerabilidad.
Sostuvo que el Estado tiene un deber de garantizar cuidados paliativos y tratamiento digno, y que debe velar por el carácter humanitario del manejo integral del dolor y los síntomas de quien padece cualquier tipo de afección.
El tema abordado por la Corte Bonaerense resuena en la política social, en tanto plantea que no sólo el Estado debe velar por el cuidado integral de sus ciudadanos, sino que se le está vedado el abandono de los mismos y se lo obliga a, en caso de que el daño se encontrara consolidado, proveer las condiciones necesarias para aliviar el sufrimiento.
En definitiva, la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires planteó que, en términos jurídicos, humanizar el morir, que es una parte ineludible de la vida, está en contraposición a provocar la muerte.
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