“Promovemos la unidad de concepción que nos lleve a concretar el sueño del Libertador General San Martín: los Estados Unidos de América del Sur”, reza en la primera página de nuestra Carta de Principios. Este es un aporte más a ello, recordar que en este sueño tenemos personas que ya realizaron sus aportes concretos. Felipe Varela es una de esas personas, aquel caudillo que la poesía popular le cantó “Felipe Varela viene por los cerros de Tacuil, el valle lo espera y tiene un corazón y un fusil/. Dicen que Varela viene con su infantería riflera. Dicen que Varela viene levantando polvareda/ Viva el General Varela. Viva la Federación”.
Tengamos en mente la imagen de Varela, nos la proporciona el escritor Francisco Centeno: “Varela era de estatura alta y bizarra; su faz fina, muy enjuto de carnes como todo criollo puro, criado sobre el caballo, alimentado eternamente de carne; usaba la barba sin pera, pero largas las patillas a la española, ya canosas, de pómulos sobresalientes y de ojos de mirar fuerte como ave de rapiña. Vestía pantalón-bombacha, chaquetilla militar con alamares y calzaba botas de caballería. Ancho sombrero de campo cubría su cabeza. Parecía representar la edad en que se ha pasado la mitad del término de la vida”. Varela nace en 1819 en Huaymaca, humilde pueblo de la provincia de Catamarca, tierra donde la agricultura era el principal medio de vida, la habitaban españoles, criollos, indios y mestizos, siendo la religión católica un factor importante de unión. Hijo del caudillo federal Javier Varela y de Doña Isabel Rearte. El apellido Varela viene de origen de los primeros pobladores del valle, y de antiguas y prestigiosas familias del Tucumán virreinal. A los 21 años de edad presenció la muerte de su padre en un combate de las fuerzas federales, recibiendo así la mayor herencia familiar: el odio al partido unitario.
Luego de ella se acogió al tutelaje de quien será su padre político, el comandante Pedro Pascual Castillo, aprendiendo el oficio de engorde de hacienda para la venta a los mercados chilenos de Huasco y Copiapó. Inicia su carrera militar en la Coalición del Norte, después de la Batalla de Caseros fue nombrado Coronel del Ejército de la Confederación Provincial, participa como edecán de Urquiza en la Batalla de Pavón; y luego desilusionado por la deserción y abandono de Justo José de Urquiza, se alejó hacia la Rioja para alistarse en las huestes del General Ángel Vicente Peñaloza, llegando a convertirse en su lugarteniente más feroz, el brazo de confianza del Chacho. Llegaron las derrotas para los caudillos, el combate en Las Playas contra Paunero y Sanders los deja mal heridos, se separan, combinan verse en Jagüel, al pie de la cordillera. Felipe Varela no sabía que esa iba a ser la última vez que vería a su jefe, Varela no sabía que se convertiría en el Quijote de los Andes.
Un caudillo americano
El catamarqueño fue un caudillo. Los caudillos fueron personalidades capaces y decididas a representar lo que el signo de la época y su comunidad necesitaban: la oposición contra la obsesión porteña por enviar ejércitos que los dominaran y así dictar cuadernitos para fortalecer el privilegio de Buenos Aires. Fueron opositores a la introducción sin recargos de mercadería industrializada en países europeos que debilitaban la economía de las provincias y el trabajo de los argentinos. Jauretche lo sintetizó muy bien: el caudillo es el sindicato del gaucho. Varela así lo sabía; ”la Nación Argentina goza de una renta de 10 millones de duros, que producen las provincias con el sudor de su frente. Y, sin embargo, desde la época en que el gobierno libre se organizó en el país, Buenos Aires a título de capital es la provincia única que ha gozado del enorme producto del país entero, mientras en los demás pueblos, pobres y arruinados, se hacía imposible” – “Ser porteño, es ser ciudadano exclusivista; y ser provinciano, es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derechos. Esta es la política del gobierno de Mitre”.
Pero Varela además de ser caudillo de su tierra, encarnó la unión americana, sería uno de los principales propulsores de la solidaridad entre los pueblos de la América del Sur.
En la década del sesenta del siglo XIX Hispanoamérica padeció el ataque de potencias europeas a la integridad de sus Estados independientes.
En México el presidente Pablo Benito Juárez asediado por la crisis económica que soportaba su gobierno, en julio de 1861 decidió suspender el pago de la deuda externa por dos años. Este fue el origen del Tratado de Londres que las naciones acreedoras, Inglaterra, Francia y España, firmaron en octubre de 1861 para intervenir en México con el fin del cobro compulsivo. El borrador fue preparado por el Foreign Office, porque si bien las bancas inglesas de Jecker y Rothschild querían cobrar, el objetivo primordial era arribar en tierra mexicana para cultivar algodón y así superar la terrible crisis del algodón que padecían en Inglaterra.
Mientras que en Perú ocurrió la Guerra del Guano, y con ella, la invasión a Chile. El guano era un codiciado fertilizante natural de origen avícola que se extraía fundamentalmente en el Perú, en la Isla de Chinchas. El guano se comercializaba en Europa a través de contratos de consignación, cuyos consignatarios siempre eran banqueros ingleses. Se vencieron estos contratos y el gobierno del Perú toma una medida proteccionista, decide no renovarlos y administrarlos por ellos mismos. Inglaterra mueve su diplomacia y mientras los franceses atacaban en México, la flota española estaba destinada a invadir el Perú; y además avanzar hacia Chile para asegurarse la zona salitrera de este país. Está declarada la guerra. Las naciones del Pacífico, Chile, Perú, Ecuador y Bolivia firmaron una alianza ofensiva-defensiva. Felipe Varela en estos momentos se encuentra en Chile y presencia todo.
A raíz de estos atropellos a la soberanía de algunas naciones de América, comienzan a surgir en distintos rincones del continente reuniones y sociedades en rechazo de los invasores. Se realiza por ejemplo un congreso americano en la capital del Perú. Y más adelante en junio de 1862 en Santiago de Chile se organizaba la junta directiva de la Sociedad “Unión Americana”, cuyos propósitos eran trabajar con ardor por la fusión del sentimiento americano, la independencia de todo poder europeo, y contribuir al afianzamiento de la democracia republicana y propiciar la reunión de un congreso continental unificador. Es aquí en Chile donde Varela siente y comprende la que será su bandera hasta sus últimos días: UNIÓN AMERICANA O MUERTE. Se adhirió sin reservas al programa de confraternidad americana. Otro hito fue el acta fundacional de la Sociedad en Sucre, Bolivia, cuyo último párrafo expresa: “la unión de los pueblos americanos es la mejor salvaguardia de su independencia al frente de las pretensiones monárquicas de la Europa; se ha acordado fundar una sociedad unionista cuyo lema será UNIÓN AMERICANA”.
La Unión Americana en Buenos Aires también fue un hecho. Primero se realizó, el día 5 de junio de 1864, una gran manifestación en el barrio de Retiro alrededor de la estatua de San Martín; y posteriormente el 12 de junio se concretó en el Teatro Colón una reunión americanista y allí inició la Sociedad en Argentina, que la integraron destacadas figuras políticas, intelectuales y militares de la Independencia. Al poco tiempo, el 5 de julio, a través de su órgano de comunicación, el diario “El Pueblo” de Juan Chassing, la Sociedad presentó un importante documento ante el Congreso pidiendo al honorable parlamento que se pronuncie adhiriéndose al pensamiento de la unión americana y la necesidad de uniformarse porque “el indiferentismo matará a la república”. Dicho petitorio tuvo una fuerte adhesión; estaban allí firmantes personalidades como: José Matías Zapiola, General Enrique Martínez, Aurelio Palacios (padre de Alfredo Palacios), Tomás Guido, Lucio Mansilla, Gervasio Espinosa, Tomás Iriarte, Carlos Guido Spano, José María Albariño, entre otros. El gobierno argentino se negó a aceptar todo tipo de unidad y apoyo continental.
Felipe Varela incluyó a su concepción federal la idea de unidad americana de Bolívar y San Martín. Fue esta concepción la que llevó a la práctica oponiéndose a la Guerra de la Triple Infamia contra el Paraguay de Francisco Solano López. Los móviles de la guerra fueron confesados por el diario La Nación de Mitre: “Hay que derrocar a esa abominable dictadura de López y abrir al comercio a esa espléndida y rica región”. Felipe Varela sentenció: ¡Estamos con el Paraguay! El caudillo sostendrá sobre la guerra que fue una “guerra premeditada, guerra estudiada, guerra ambiciosa de dominio, contraria a los santos principios de la unión americana, cuya base fundamental es la conservación incólume de la soberanía de cada república”. Que la guerra era de carácter impopular: “se llevó a la guerra al Paraguay a miles de ciudadanos atados, de cada provincia al teatro de aquella escena de sangre, ese número considerable de hombres honrados perecieron, víctimas de las funestas ambiciones del General Mitre”(…) “los argentinos de corazón y sobre todo lo que no somos hijos de la capital, hemos estado siempre del lado del Paraguay en la guerra, que por debilitarnos, por desarmarnos, por arruinarnos, le has llevado Mitre a fuerza de intrigas y de infamias contra la voluntad de toda la nación entera, a excepción de la egoísta de Buenos Aires”. Felipe Varela reconocía que el pueblo argentino no quería atacar al pueblo hermano del Paraguay, sino que allí detrás estaban los intereses de Inglaterra, que pretendía en estas tierras cultivar algodón, y sus útiles cómplices, las oligarquías del Brasil, del Uruguay y de nuestro propio país.
Finalmente, el Paraguay y los caudillos fueron derrotados. Caímos juntos y debemos comprender que, solamente juntos, resurgiremos. Y el primer paso para lograrlo es conocer a las personas que lucharon por los Estados Unidos de América del Sur. Este paisano, no fue solamente símbolo de valor y sacrificio, este caudillo es ejemplo en el accionar político del día a día. Varela dominaba su territorio, nadie mejor que él conocía la Cordillera de los Andes, y siempre con un oído en el pueblo, es gracias a ello que su representatividad era auténtica, multitud de gauchos adherían a su ejército voluntariamente para pelear “en montón”. Un argentino que predicaba con el ejemplo, con profunda convicción de una Argentina respetuosa de su gloriosa tradición y fraternalmente unida a sus hermanas hispanoamericanas que, a través de su lucha, sus proclamas, sus manifiestos, nos demuestra que a veces la dirigencia hace lo que el pueblo quiere. Enseñaba Ramón Doll: “en presencia del peligro, la Historia es un recurso para sortearlo”.
Bibliografía:
- Raúl Bazán, Gaspar H. Guzmán, Gerardo Pérez Fuentes, Ramon R. Olmos, “Felipe Varela. Su historia”, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1975
- Fermín Chávez, “El revisionismo y las montoneras”, Ediciones Nuestro Tiempo, Buenos Aires, 1984
- Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, “Felipe Varela. Caudillo Americano”, El Bloque Editorial SRL, Buenos Aires, 1992
- Norberto Galasso, “Felipe Varela y la lucha por la unión latinoamericana”, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 2010
- Norberto Galasso, “¿Cómo pensar la realidad nacional? Crítica al pensamiento colonizado”, Colihue, Buenos Aires, 2013
- Pacho O’Donnell, “Caudillos federal, el grito del interior”, Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2008
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