¿Se imaginan a un pibe de 19 años nacido en New York, Estados Unidos, dejando todo atrás para cruzar el océano y luchar por nuestra independencia?

Ese mismo hombre, años después, lideraría una defensa tan heroica que hasta sus enemigos lo admirarían. Esta es la historia de Juan Bautista Thorne, un hombre que, aunque no nació en Argentina, decidió que este sería su hogar y que daría su vida por defenderlo. Su vida es una aventura llena de coraje, sacrificio y un amor inquebrantable por la Patria. ¿Quieren saber más?

Un neoyorquino con corazón argentino

Juan Bautista Thorne nació en 1807 en New York, Estados Unidos. Su padre era un capitán de navío que había peleado en la guerra de independencia de su país y que luego se dedicó a recorrer el mundo. Nuestro héroe lo acompañó y en 1818 arribó a Buenos Aires por primera vez. Después de muchos viajes y una vuelta al mundo, Thorne volvió a Buenos aires a los 19 años. No vino como turista o comerciante, sino con el firme propósito de sumarse a las luchas por la independencia y la soberanía de estas tierras. Al día siguiente de llegar se enlistó en la nueva marina de guerra argentina. Corría el año 1825 y Brown estaba a cargo de esta. Y la Argentina acababa de entrar en guerra con Brasil. 

La guerra contra Brasil: valentía y audacia

Entre 1825 y 1827, Argentina se enfrentó a Brasil en una guerra por la soberanía de la Banda Oriental (lo que hoy es Uruguay). Argentina terminaría ganando en el campo de batalla pero perdiendo en el campo diplomático. Thorne se sumó a las filas argentinas y pronto se destacó por su valentía y audacia. En una de sus hazañas más recordadas, lideró un asalto para tomar un barco brasileño. Imaginen la escena: mucho mejor que “Piratas del Caribe”. Los barcos frente a frente, luego el argentino acercándose al barco brasileño y bajo el fuego de los marinos brasileños que disparaban casi a quemarropa. Thorne fue el primer hombre en saltar al barco enemigo para luego izar la bandera argentina en el mismo. Esta acción no solo demostró su coraje, sino también su capacidad estratégica y su liderazgo en el campo de batalla. Por eso luego Brown le dió el privilegio de comandar un barco. 

Thorne no luchó por fama o gloria personal; lo hizo por algo mucho más grande: la soberanía de su Patria adoptiva. Su ejemplo nos muestra que, cuando defendemos lo que amamos, somos capaces de superar cualquier obstáculo. 

Más adelante, a finales de 1827, cayó prisionero peleando contra fuerzas muy superiores y recién fue liberado y devuelto a Buenos Aires al finalizar la guerra. 

La defensa heroica de la isla Martín García

En 1838, Argentina enfrentó una nueva amenaza: Francia, que buscaba imponer sus condiciones bloqueando el puerto de Buenos Aires. Thorne fue nombrado jefe de la artillería en la isla Martín García, un punto estratégico clave para la defensa de Buenos Aires.

La batalla fue durísima. Los franceses atacaron con 8 barcos, 40 cañones y alrededor de 500 hombres. Jerónimo Costa, el capitán de la guarnición y Thorne, el jefe de la artillería, tenían a cargo poco menos de 100 hombres. A pesar de tener una proporción de 5 a 1 en contra resistieron con todo lo que tenían. Los argentinos lucharon con tanta fuerza que dejaron fuera de combate a más de 100 enemigos. Sin embargo, las circunstancias eran extremas: se quedaron sin munición, y un tercio de sus tropas habían muerto o estaban heridas. Recién entonces, rodeados pero con el honor intacto, decidieron rendirse.

Pero aquí viene algo que nos llena de orgullo: el comandante francés, impresionado por el valor de los argentinos, decidió devolver a Jerónimo Costa (el jefe de la plaza), a Thorne y a los demás sobrevivientes, diciendo: "No deben ser retenidos por su heroico comportamiento". Este gesto demuestra que, incluso en la derrota, el coraje y la dignidad pueden ganar el respeto del enemigo.

Thorne contra Garibaldi y una historia de piratas 

Además de sus hazañas militares, Thorne fue un hombre de principios firmes. Tras la defensa de Martín García, continuó sirviendo a la Patria en diferentes roles. 

El 15 de abril de 1841, con el grado de Teniente Coronel, regresó al servicio militar activo para ponerse bajo las órdenes de Brown. Designado Comandante del bergantín “General Belgrano”, en junio de 1842 acompañó al Almirante en la campaña contra Giuseppe Garibaldi; el Almirante Brown siguió remontando el Paraná con el propósito de batir al enemigo, en tanto Thorne tuvo la misión de cuidar la entrada de refuerzos por el Plata, para lo cual contó con la Segunda División de la flota, integrada por el “25 de Mayo” y el “General San Martín”.

Afectado al servicio de defensa de los ríos, el 17 de agosto de 1845 fue designado Comandante de una de las tres baterías situadas en la Vuelta de Obligado, la Batería Manuelita, en cuyo puesto, pocos meses después, el 20 de noviembre del mismo año mantuvo con alto valor y gran decisión un rudo combate contra la escuadra bloqueadora. Iniciada la acción, al promediar la mañana hasta muy entrada la tarde, resonaron los cañones de Thorne, y sólo cesaron cuando se hubieron terminado las balas. En ese combate una granada le explotaría cerca, fracturándole un brazo y el cráneo. Thorne sobreviviría a sus heridas pero quedando sordo de un oído para siempre, lo que le valió el apodo que rezaba “el sordo de Obligado”. A pesar de esto, meses después ya estaba al frente de tropas combatiendo a Garibaldi a lo largo del río Paraná. Finalmente, fue designado Comandante en Jefe de las costas del Paraná. Desde este cargo dirigió la fortificación de la costa del Quebracho y en febrero de 1846, libró con éxito un combate contra la escuadra bloqueadora, en el cuál nuestro héroe salió nuevamente con una herida, esta vez en un hombro.

La caída de Rosas y partida al exilio

La batalla de Caseros ocurrida en febrero de 1852 lo encontró comandando un barco cuidando la entrada al Río de la Plata, fiel a su jefe militar y político, don Juan Manuel de Rosas. Luego de la traición de Urquiza, su alianza con fuerzas brasileñas y el derrocamiento de Rosas, a Thorne no le quedó más remedio que irse al exilio ya que el nuevo gobierno le había quitado su mando y su graduación militar. 

Como era de esperarse, Thorne siguió vinculado al mar, fue capitán de un barco mercante, puesto que lo llevó a realizar varios viajes a la India y también a otras partes del mundo. 

En 1868 se aprobó una ley, más precisamente el 24 de septiembre de 1868, donde se reconoció a los combatientes de las campañas de la Independencia y la Guerra contra el Imperio del Brasil, esto permitió que Thorne fuera indultado y reinscrito con su grado de Coronel, pero por su avanzada edad ya no volvió a comandar buques de guerra.

Juan Bautista Thorne muere en Buenos Aires el 1° de agosto de 1885 a la edad de 78 años. 

Vivió una vida llena de aventuras, combatió en tierra y mar. Peleó contra brasileños, uruguayos, franceses, ingleses e italianos, siempre defendiendo la celeste y blanca. Fue condecorado y admirado por sus enemigos pero también fue denostado y atacado por sus propios compatriotas. Una vida digna de ser retratada en una biopic de Netflix. 

Thorne también fue un hombre que creía en la educación y el progreso. Durante su vida, apoyó iniciativas para mejorar la formación de los soldados y promover el desarrollo de las fuerzas armadas navales argentinas. Su visión no se limitaba a las batallas; también pensaba en el futuro del país y en cómo fortalecerlo.

Un legado que perdura

La vida de Juan Bautista Thorne es un ejemplo de que la Patria se defiende con coraje, honor y convicción. Aunque nació en otro país, eligió a Argentina como su hogar y luchó por ella hasta el final. Su historia nos enseña que los valores de la lealtad, el sacrificio y el amor por la tierra propia son universales y atemporales.

Hoy, su legado sigue vivo. En su honor, una unidad de artillería del Ejército Argentino con sede en Santa Cruz lleva su nombre. Esto nos recuerda que los héroes no son solo aquellos que ganan batallas, sino también aquellos que luchan con dignidad y dejan una huella imborrable en la historia.

Juan Bautista Thorne nos deja una lección clara: la Patria se defiende con el corazón, sin importar de dónde venimos. Defender a la Patria no es solo un acto de valentía, sino que también y por sobre todo es un acto de amor. Es un compromiso que va más allá de la vida misma, porque lo que está en juego es el futuro de todos los que habitamos esta tierra. Su vida es un llamado a no rendirse nunca, a seguir luchando por nuestros ideales y a nunca olvidar que la soberanía y la libertad son bienes preciados que debemos cuidar entre todos los argentinos con sangre en las venas.

Así que, la próxima vez que vean una bandera celeste y blanca flamear, recuerden a hombres como Thorne, que dieron todo por defenderla. Su historia es un ejemplo de que, con coraje y convicción, podemos superar cualquier desafío. ¡Esa es la esencia de ser argentino! Tenemos mil ejemplos más, hoy trajimos el recuerdo de uno de ellos.

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