La base china en Neuquén y las guerras del futuro (que ya llegaron) | Estatuto del Coloniaje #19

Por Germán Mangione

La reciente llegada al poder de Javier Milei en Argentina, con su alineamiento irrestricto al poder estadounidense, sumado a la agudización de los factores de guerra global, han puesto nuevamente en el centro del debate público la cuestión del posible uso militar de la Estación Del Espacio Lejano China en Neuquén.

A pesar de ser la principal potencia militar del mundo y tener de la mano de la OTAN la mayor presencia militar en territorio latinoamericano, (con ocupaciones como las de los ingleses en Malvinas), Estados Unidos cuestiona públicamente la presencia china en nuestra región.

El 12 de marzo de este año, la general Laura Richardson, jefa del Comando Sur de EEUU, expuso ante la Comisión de Servicios Armados de la Cámara de Representantes su preocupación por «una estación espacial profunda en Argentina, lo que proporciona al Ejército Popular de Liberación de China capacidades globales de seguimiento y vigilancia espacial, que podrían traducirse en capacidades militares globales». Por su parte, la embajada oriental en Argentina sigue negando el uso militar de la misma.


¿A qué se refiere Richardson con “capacidades militares globales”?

Si bien la discusión mediática en Argentina sobre el “uso militar” de la estación se ha ceñido a cuestiones más superficiales sobre si hay empleados militares chinos en Neuquén o denunciar que la agencia espacial china depende directamente del Ejército Popular de Liberación (cosa que sucede efectivamente ya que la CLTC depende del Departamento General de Armamentos del Ejército Popular de Liberación), el problema es más profundo y mucho más difícil de dilucidar, más allá de las “inspecciones” que realizó el gobierno de Javier Milei para satisfacer los pedidos del Comando Sur.

En el fondo de la cuestión se encuentra la disputa militar clave para las guerras futuras, y como se vio en la invasión rusa a Ucrania, también para las presentes mediante los sistemas de posicionamiento global.

Hasta hace algunos años, el monopolio de dichos sistemas lo tenía Estados Unidos con su sistema GPS, y en segundo y tercer lugar se ubicaban los sistemas ruso Glonass y el europeo Galileo.

China entendió que allí se disputa el poderío militar del futuro poblado de control satelital, vehículos no tripulados y cobertura global de las comunicaciones. Desde la llegada de Xi Jinping al frente del estado chino, la ciencia y la tecnología pasaron a ocupar un lugar estratégico en la defensa.

Es el caso del plan denominado «Larga Marcha» (rememorando la proeza del éxodo del partido comunista y el pueblo chino con Mao Tse Tung al frente durante la revolución para escapar del exterminio), mediante el cual China planea convertirse en la principal potencia del espacio extraterrestre para el año 2030.

En ese marco, comenzó hace dos décadas a desarrollar el sistema Beidou (Osa Mayor en castellano), que en 2020 alcanzó cobertura en todo el mundo con la puesta en el espacio de más de 35 satélites y varias estaciones de comunicación en tierra.

Todos estos sistemas GPS, Glonass, Galileo y Beidou tienen un servicio abierto disponible para el público y, por supuesto, uno cerrado destinado a uso militar. Nadie niega a esta altura el uso “dual” de estos sistemas.

El portavoz del Ministerio de Defensa chino, Yang Yujun, señaló que no solo Beidou sino todos los sistemas internacionales de navegación por satélite están diseñados para un uso dual civil y militar.

La importancia de este sistema para China apunta a la posibilidad de que, en caso de un conflicto militar, EEUU pueda bloquear a China el acceso al GPS. Por otro lado, esta red propia de satélites y posicionamiento (independiente de cualquier red telefónica y de internet) dará a China la precisión milimétrica para guiar misiles, munición inteligente y otras armas, así como la de identificar con precisión la ubicación de posiciones militares enemigas.

Beidou tiene la capacidad de detectar movimiento de milímetros y brindar direccionamiento para vehículos no tripulados (los drones se transformaron en una de las principales armas de las últimas contiendas militares, tanto en Ucrania, como en el genocidio sionista en Palestina o el último ataque de Irán a Israel).

A este panorama habría que sumarle el desarrollo por parte de China de misiles “caza satélites”, los cuales ya fueron probados con gran efectividad. En 2007, China destruyó con un misil balístico uno de sus viejos satélites meteorológicos. En caso de guerra, esto permitiría “dejar ciego” a Estados Unidos o cualquier rival que use otra red de satélites como GPS.

Por otro lado, según un documento de la CIA publicado recientemente por el medio británico, Financial Times: “Los ataques cibernéticos más ambiciosos de China tienen como objetivo imitar las señales que los satélites enemigos reciben de sus operadores, engañándolos para que sean tomados por completo o funcionen mal durante los momentos cruciales del combate”.

Según esta publicación china tendría la capacidad de “tomar el control de un satélite, haciéndolo ineficaz para apoyar las comunicaciones, las armas o los sistemas de inteligencia, vigilancia y reconocimiento”.


Los acuerdos argentinos con China

En su reposicionamiento en nuestra región, en el marco de la disputa interimperialista en un mundo donde avanzan los factores de guerra, Estados Unidos al frente de la OTAN quiere recuperar terreno en América Latina y presiona a los gobiernos para limitar la influencia que China desplegó en las últimas décadas en la región.

En ese marco, varios funcionarios yanquis cuestionaron los acuerdos que permitieron la instalación de la Estación Del Espacio Lejano China en Neuquén, y aseguran que es parte de ese sistema global de geoposicionamiento y, por tanto, de defensa.

Vale la pena repasar los acuerdos, que de hecho no fueron uno solo, sino que fueron varios, incluso uno durante el gobierno de Mauricio Macri.

En abril de 2010 comenzaron las primeras reuniones entre la China Launch and Tracking Control General, una repartición que funciona dentro del programa espacial chino y que es a su vez dependiente del sistema de defensa de ese país, y los funcionarios de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) para avanzar en estos acuerdos que se terminaron de firmar en 2012. Por medio de ese instrumento se pactaba el establecimiento de una estación de observación espacial en un terreno de 200 hectáreas a unos 60 kilómetros al norte de Las Lajas, en la provincia de Neuquén, con el fin de «dar apoyo al Programa Chino de Exploración de la Luna».

Desde aquel momento se abrió el debate sobre la posible cesión de soberanía para la instalación de la base, con algunas cláusulas polémicas como la duración de 50 años del acuerdo, el cual puede darse por terminado a petición de cualquiera de las partes con un preaviso de 5 años, o el artículo 8°, que establece que las partes mantendrán «confidencialidad respecto a las tecnologías, las actividades y programas de seguimiento, control y adquisición de datos».

Por si faltaban suspicacias, en el artículo 6 del acuerdo, la CONAE y la Provincia de Neuquén establecen que “no se responsabilizan nacional o internacionalmente por las acciones u omisiones de CLTCG”.

En el mismo sentido, en 2014 se firmó otro acuerdo que fue votado por el Congreso de Argentina en 2015 como la Ley N° 27.123. Este sumó controversia con artículos como el número 2° que establecía exenciones impositivas a China durante la construcción de la estación y la compra de bienes para su operación, y el artículo 3° en el que se estableció que «el Gobierno de Argentina no interferirá ni interrumpirá las actividades normales que se lleven a cabo», y que en el caso de que se deban tomar decisiones que causen interrupciones o interferencias, estas deben ser «debidamente anticipadas».

Durante el gobierno de Macri en 2016 se intentó mostrar distancia con esos acuerdos y se estableció un protocolo adicional que establece que el acuerdo anterior entre Argentina y China «se implementará exclusivamente con miras al uso civil en el campo de la ciencia y la tecnología, y la información resultante de ninguna manera podrá ser utilizada con fines militares». Finalmente, la base entró en operaciones en abril de 2018, transformándose en una de las tres antenas que conforman la red de estaciones de espacio profundo de China, junto a otras dos que están en su territorio.


¿Pero es un arma de guerra?

Sin embargo, más allá de estas controversias, la cuestión central sobre el verdadero uso de la base no está saldada.

Según el convenio, la base de Neuquén es un sistema de antenas de TT&C (seguimiento, telemetría y comando, en inglés) de espacio lejano, un sistema de comunicaciones satelitales y «otros equipos de seguimiento» que «puedan agregarse en el futuro».

En 2021, el entonces embajador chino en Argentina, Zou Xiaoli, señaló que la estación «desempeñó un papel importante en el proyecto lunar de China, el proyecto de sonda a Marte y otros proyectos aeroespaciales».

Consultados por medios periodísticos, los funcionarios chinos en el país nunca negaron ni aceptaron que el enclave neuquino sea parte del sistema Beidou, la cuestión central que preocupa a los Estados Unidos.

Sin embargo, en 2020 Argentina y China firmaron un memorando de entendimiento orientado al desarrollo y promoción del sistema Beidou en Argentina, y en enero de 2022, Argentina firmó un acuerdo de cooperación entre la CONAE y la Oficina de Navegación Satelital de China (CSNO) para establecer una estación de seguimiento de satélites del sistema Beidou en el Centro Espacial Teófilo Tabanera, ubicado en la provincia de Córdoba.

Es llamativo cómo otras instalaciones similares, como la que opera desde 2012 la Agencia Espacial Europea (ESA) en Malargüe, provincia de Mendoza, no llaman la atención de EEUU. Y esto a pesar de que la ESA declara que una de sus funciones es calcular y predecir las órbitas de los satélites de los sistemas GPS, Glonass y Galileo para «mejorar la precisión del GPS».

Al igual que en el caso chino, la concesión se realizó por 50 años, y las instituciones argentinas pueden utilizar hasta un 10% del tiempo disponible de las antenas. La famosa doble vara de la OTAN.


Sin posición soberana, Argentina, atrapada en medio de la disputa interimperialista

Como pudimos ver estas últimas semanas, los alineamientos automáticos llevan a Argentina a quedar atrapada en conflictos ajenos, que sólo responden a los intereses de las grandes potencias y no del pueblo argentino. En el caso de la base china en Neuquén, la situación es similar.

Los vaivenes de asociaciones estratégicas, con China durante el kirchnerismo y con Estados Unidos en la actualidad, sin tener en cuenta los intereses centrales y estratégicos argentinos, atrapan a la nación y al pueblo argentino en una disputa que nos es ajena.

Algunas corrientes políticas populares impulsan la táctica de evitar las críticas o incluso embellecer las políticas imperiales de China en nuestra región para hacer frente al feroz avance de la OTAN en su plan de recuperación colonial de Sudamérica. La experiencia histórica nos muestra que ese camino solo nos lleva a cambiar de collar, pero difícilmente a dejar de ser perros.

Más que nunca, en un mundo en guerra, y frente al avance de la ferocidad de las potencias sobre países dependientes como el nuestro, es hora de pensar en los intereses nacionales como base de cualquier relacionamiento y posicionamiento internacional.

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