
Nuevamente existen presiones para que nuestro país elija un norte entre alguna de las potencias en disputa. En estos tiempos, debemos recordar el ejemplo del gobierno de Perón y la importancia de mantener una posición de independencia con respecto a los grandes poderes, que nos garantice la soberanía, haciendo siempre lo que convenga a los intereses nacionales y en el amor fraternal con los pueblos que nos necesiten.
Por Josefina Do Pico – Licenciada en Historia USAL
En los últimos años, el ascenso del poderío chino a nivel mundial ha sido rápido y notable. Con una estrategia clara de crecimiento económico y participación en el ámbito internacional, una enorme población y gran extensión territorial; China busca convertirse en la nueva gran potencia del mundo. Al día de hoy ya es la segunda economía del planeta. Esta situación plantea grandes retos para los centros de poder actuales: EEUU y la UE, que la ven como una amenaza a su hegemonía, pero mas aun lo representa para los países de la periferia mundial, que se ven en peligro de quedar aplastados bajo el poder de una nueva hegemonía.
En este contexto es importante explorar la génesis de la relación entre la Argentina y China, que también se dio en un contexto de reordenamiento de las estructuras de poder mundial, cuando hacia el fin de la segunda guerra, el mundo quedó dividido en dos bajo la influencia de las grandes potencias vencedoras. Esta división no fue solo de índole política y económica, sino que cada una representaba una cosmovisión antagónica con respecto a la otra. El resto de los países estaban casi forzados a elegir entre ambas, con el claro inconveniente de quedar en un lugar de subordinación con respecto a la potencia elegida y de ganarse la animadversión de la otra. Fue en estas circunstancias que la Argentina de Perón hizo uso de la tercera posición, como herramienta teórica para preservar nuestra soberanía y libertad de decisión política frente al naciente mundo bipolar.
Con anterioridad a la posguerra, la orientación de la política exterior Argentina había sido casi exclusivamente eurocéntrica, es por ello que el inicio de relaciones con China fue tardío, incluso con respecto a otros países de América Latina. Perú en 1875 fue el primer país de la región en establecer relaciones con el entonces imperio Chino. Le siguieron Brasil en 1881, México en 1899, Cuba en 1902 y Panamá en 1910. Con la caída de la dinastía Qing, y la creación de la República de China en 1912, se sumaron: Chile en 1915, Bolivia en 1919, Nicaragua en 1930 y Guatemala en 1933.
Esta posición de la Argentina cambió recién con la reorganización de las estructuras de poder mundial que se dio con posterioridad al conflicto.
Después del aislamiento al que fue sometido durante la guerra a causa de su política de neutralidad, nuestro país participó activamente en la creación de las Naciones unidas y acompaño los procesos de descolonización que dieron origen a los nuevos Estados nacionales en medio oriente y el resto de Asia, dando lugar a la mas importante expansión de las relaciones exteriores argentinas desde su origen.
Fue en el contexto de las reuniones para constituir la ONU que el gobierno militar del general Farrell se intereso en establecer relaciones con China, ya que el gigante asiático tendría un asiento permanente en el consejo de seguridad de la organización. Y así, el 1ro de julio de 1945 dieron inicio las relaciones diplomáticas entre ambos países. El 25 de julio del mismo año se designó embajador a José Arce, un médico nacido en Loberia que había sido decano de la UBA entre 1922 y 1926. Por el lado Chino, el primer embajador en argentina fue Chen Chieh, un funcionario con amplia experiencia en relaciones exteriores, designado el 15 de agosto del 45.
Ya durante el gobierno de Peron hubo una política que intentó fortalecer el vinculo entre ambas naciones. En junio del 46 Arce viajó a China para hacer entrega de una donación de 80 kilogramos de instrumental quirúrgico y un aparato «Adelic» de anestesia al hospital central de Nanjing, y aunquedebió luego renunciar a su puesto de embajador en China para ocupar el cargo de embajador de Argentina ante la ONU que ocupo de 1947 a 1949, llegó a trabajar en el texto del tratado de amistad suscrito por el embajador chino ChenChieh y el canciller argentino Bramuglia el 10 de febrero de 1947.
Arce fue reemplazado por el Dr. Emilio R. Escobar, que llegaría a Shangai meses después, en junio del 47. Por aquel tiempo China estaba sumergida en una guerra civil entre el gobierno nacionalista del Kuomitang, liderado por el mariscal ChianKai-Shek y guerrillas comunistas lideradas por Mao que ya tenían el control del norte del país, donde habían ganado popularidad por su defensa del territorio contra la invasión japonesa durante la segunda guerra mundial.
Los comunicados de la cancillería argentina a la embajada en China describían la gravedad de la situación y daban cuenta de la importancia de la situación China en el juego de fuerzas entre Estados Unidos y la Unión Soviética, como lo expresaba en un informe el consejero de la cancillería Erasto Villa el 14 de febrero del 47: «Lo que ocurra en China interesa vitalmente a las grandes potencias, en especial a Estados Unidos de América y a Rusia. De la inteligencia con que actúen allí estas potencias, depende que la lucha que ahora se desarrolla en China degenere en la tercera guerra mundial. Este juego político interesa a la República Argentina, siempre que el estudio del mismo se eleve a un nivel que escape a los accidentes locales y vaya a buscar su última repercusión en el orden internacional».
Finalmente el bando comunista liderado por Mao y apoyado por la Unión Soviética resulta vencedor y el 1 de octubre de 1949 se proclama la República Popular China. Apoyados por Estados Unidos, ChianKai-Shek y el gobierno de la República nacionalista se instalan en la isla de Taiwan. Poco antes de la caída, la delegación argentina fue evacuada a bordo de un avión militar de los Estados Unidos. Fue aquí que, ante la necesidad de definiciones políticas, la tercera posición se revela como alternativa a dos opciones limitantes que someten a quienes optan entre ellas a un estado de subordinación.
Argentina no reconoció al gobierno revolucionario de Mao, y sus intercambios diplomáticos son desde entonces únicamente con el gobierno de Taiwan con quien se quería honrar las relaciones ya establecidas. Ademas de que reconocer a un gobierno promovido por la Unión Soviética era visto por el gobierno como apoyar una forma de imperialismo. Sin embargo, Peron siguió manteniendo relaciones comerciales con Pekín a pesar del bloqueo económico impuesto por Estados Unidos al gobierno comunista.
Hay registros de intercambio comercial con la china de Mao todos los años del 49 al 55, con excepción del año 52, a causa de la sequía. Recordemos que EEUU había excluido a la Argentina del Plan Marshal, lo cual limitaba su relación comercial con Europa. El mercado chino se presentaba entonces como una alternativa para poder colocar las exportaciones argentinas, no permitiendo que una ciega alineación con Norteamérica dañara nuestra economía. Puesto a elegir entre dos imperialismos, se eligió ser soberanos.
Volviendo a la actualidad, donde al parecer nuevamente existen presiones para que nuestro país elija entre alguna de las potencias en disputa, debemos recordar el ejemplo del gobierno de Perón y la importancia de mantener una posición de independencia con respecto a los grandes poderes, que nos garantice la soberanía, haciendo siempre lo que convenga a los intereses nacionales, no ser instrumento de la geopolítica de otro. Ni Estados Unidos ni China deben ser demonizados ni tampoco exaltados, todo vinculo entre naciones puede traer beneficios si se establece con la mente y el corazón puestos al servicio de la patria.