La ideología de la guita | Geopolítica y Actualidad Nacional #8

Geopolítica y actualidad nacional #8

Por Marco Stiuso y Ariel Duarte

PARA LLEGAR A CUALQUIER LADO, PARTIR DE LA PLATA

Lo relevante del surgimiento de la socialdemocracia como fenómeno de representación política es que resolvió la manera de ofrecerle a la sociedad una idea de progreso y avance, sin necesidad de cambiar la estructura de poder que existe entre naciones rentistas y naciones industriales. 

Ya no existen trabajadores y empresarios, dueños del capital o asalariados, ahora la vara de medición es la cantidad de dinero que cada uno tiene: clase baja, clase media y clase alta.

Mientras que en el plano de los derechos civiles la clase política se juega la vida en cada votación, en el plano económico, la única posibilidad siempre es hacer lo que los mercados del dinero nos dejan. Es más relevante una corrida bancaria contra el tipo de cambio, que las opiniones de los sindicatos, las fuerzas armadas, las iglesias o  los industriales. 

Así es que un presidente que no se animaba a administrar los precios y buscar una baja en los alimentos, llegó a anunciar con profundo cinismo “el fin del patriarcado” después de la aprobación de la Ley 27.610. Luego, todas sus acciones económicas redundaron en renegociaciones de deuda, swaps1, gestión de letras del Banco Central. La política económica se reduce a conseguir dinero, más que generar condiciones para una mejora en la producción manufacturera. 

La industrialización dejó de ser una política de estado y se convirtió en un nuevo tipo de plan social, para algún que otro aventurero que quisiera comprar maquinaria con una tasa subsidiada. 

Hace 10 años vemos cómo los ministros de economía dedican la mayoría de su tiempo de labor pública al lobby financiero, con la única premisa de “conseguir divisas” y venderla como una gran noticia, algunos para pagar deudas viejas o financiar la impresión de billetes y otros para vendernos que cuando vienen los fondos de inversión crece nuestro país. Todos, de alguna u otra manera, intentan explicar que con la plata se solucionan los problemas.

La Zona Euro demostró que la integración monetaria no sólo debe ser precedida de una integración física en infraestructura y logística, sino que la existencia de asimetrías y falta de complementariedad en economías disímiles puede provocar que esas monedas que se crean en oficinas burocráticas acaben por servir como método de presión y despojo del trabajo y los recursos naturales de las naciones industriales, frente al resto que todavía no pudieron desarrollarse. 

Lejos de pretender profundizar en las propuestas relacionadas a la moneda única Latinoamericana, lo que se pretende en este artículo es ahondar en el mito que se ha impregnado en la discusión política de los últimos años, donde parecería ser que en el dinero se encuentran los problemas y las soluciones del presente y futuro. 


¿DECLIVE O REPLIEGUE?

Mientras nuestros maestros insistían en que “Gobernar es crear trabajo” y que “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente”, la Era Bitcoin nos propone que con tres clicks no solo es posible resolver todo lo que nos pasa, sino también ganar posiciones en la carrera por el desarrollo. 

La errada concepción económica del ordenamiento a partir de la moneda invita no solo a desastres financieros como los que han tenido lugar en Estados Unidos en el 2008, el sudeste asiático en 1997 o en nuestro propio país en el 2001; sino que también resulta ineficiente a la hora de realizar diagnósticos y prognosis sobre la realidad coyuntural. 

Un país cuya deuda de dinero bancario triplica la base monetaria de la economía real, vende como nueva esperanza que algún fondo árabe u organismo multilateral nos preste unos millones de dólares.

A raíz de un análisis limitado a los fenómenos monetarios, se intenta evidenciar un aparente declive de Estados Unidos por la tendencia a la baja en el uso del dólar como moneda de intercambio en el mercado internacional. Sin embargo, mientras quienes impulsan esta teoría se obnubilan por los papelitos de colores, dejan pasar por detrás la maquinaria productiva y energética estadounidense que se encuentra a toda marcha y trabajando de manera ininterrumpida.

Como hemos mencionado en “Las dos municiones que el mundo necesita”, las dos principales variables que hacen al análisis de la competitividad de los pueblos en términos de producción son la energía y los alimentos. En el caso estadounidense, el vector energético requiere especial atención.

A comienzos del siglo XXI, luego de la Contracumbre de Seattle (que mostró los resquemores que la Organización Mundial de Comercio generaba en el seno del imperialismo) y los atentados del 11-S, se comienza a dar lo que Joseph Stiglitz llamó “El Malestar en la Globalización”. Sin embargo, tanto Stiglitz como otros teóricos progresistas o “heterodoxos” se apresuraron en anunciar el declive de la figura de Estados Unidos como líder global. La cuestión central radica en diferenciar un declive de un repliegue, así como diferenciar entre una potencia y un gendarme del mundo.

Al analizar la producción energética en los Estados Unidos, el discurso del declive norteamericano de principios de siglo coincidía con un momento de baja en la producción de petróleo y gas. Sin embargo, la “Revolución Shale”2 cambió drásticamente el escenario: a partir de 2004/2005, el hallazgo de nuevos pozos accesibles a la extracción de energía daría un golpe de revitalización a la industria yankee. Así, entre 2007 y 2012, la producción de shale gas aumentó más de un 50% por año, mientras que el fracking aumentó 18 veces la producción de shale oil

Recordemos que a la hora de poner en valor la energía, principal insumo de un país industrial, se deben tener en cuenta dos factores: la disponibilidad del recurso natural y la tecnología necesaria para su extracción a bajo costo. La conjunción de ambas condiciones es lo que permitió este giro radical en la matriz productiva estadounidense, logrando alcanzar la autosuficiencia energética en la economía más grande del mundo.

Hoy en día, en un mundo donde la energía y la tecnología juegan un rol central en la lucha por los puestos de trabajo, que menciona el Papa Francisco, Estados Unidos logra una ventaja considerable respecto de los demás países: conjuga la disponibilidad de reservas con la más alta tecnología para su puesta en valor, junto con una maquinaria manufacturera y militar de primer orden global. 

La autosuficiencia energética de la industria norteamericana también nos sirve para explicar, en cierta medida, el punto de inflexión que representó la Administración Trump en la historia de su país. La figura del Tío Sam predicando la libertad en tierras ajenas fue reemplazada por la imagen de un presidente que, después de muchos años de un Washington con más ojos fuera que dentro de su casa, lleva el lema “America First” en el pecho. 

En un país que mostró el consenso de la clase política en defender los intereses de Wall Street (finanzas) y Silicon Valley (tecnológicas), surgió un dirigente que expresa la inconformidad del interior productivo en un momento ventajoso para volver a enfocarse en la producción industrial y el pleno empleo.

La política exterior del America First, potenciada por el fenómeno de la Revolución Shale, generó el marco propicio para un retorno de Washington al interés nacional, algo que Trump tuvo muy en claro durante su gestión. Resultaba innecesario pagar el millonario costo de tener presencia militar en Medio Oriente, para custodiar y piratear reservas de petróleo que podían ser reemplazadas con las explotaciones en suelo propio.

Igualmente irrelevante era, para Trump, seguir financiando a la OTAN cuando Rusia ya no representaba un enemigo sino una alianza estratégica en el reparto de las áreas de influencia de cada potencia alrededor del globo. El Tío Sam dejaba de ser el gendarme del mundo para volver lentamente a casa.

Este fenómeno hubiera sido sólo un paréntesis en la historia si el gobierno de Biden hubiese sido el cambio rotundo que el progresismo creía, pero estos últimos años han mostrado que más allá de las diferencias tácticas o de modales, Estados Unidos redefinió su interés nacional de manera estructural. Ya no se trata de vigilar cómo se mantiene la “libertad” en los países con recursos estratégicos; ahora, hay una confrontación de primer orden con China.

De lo anteriormente expuesto se evidencia un fenómeno que sufre de análisis errados por parte de quienes creen que la economía es únicamente el manejo del dinero. Estados Unidos no es una potencia en declive, sino un ex gendarme del mundo y una actual potencia en repliegue. 


LA TRAMPA AMARILLA Y EL TIRO POR LA CULATA

Recién luego de comprender la realidad productiva y estratégica del gigante norteamericano es que podemos pasar a ver qué ocurre con los papelitos de colores.

Sin entrar en conflicto con los intereses de Estados Unidos, comienza a promoverse la utilización del yuan en las transacciones internacionales. Como toda moneda, para imponerse debe tener detrás de sí una economía fuerte y productiva, instituciones que garanticen su estabilidad e incluso un ejército con capacidad coercitiva que genere el “enforcement”3 necesario. 

Quizá, uno de sus mayores logros haya sido convencer al presidente ruso de aumentar la participación del yuan en sus exportaciones al 16%, teniendo en cuenta el brusco descenso del dólar en sus intercambios a partir de las sanciones económicas por la guerra de Ucrania. Sin embargo, el principal fenómeno detrás del aumento en la utilización del yuan a nivel internacional tiene que ver con los desembolsos, ayuda e inversiones que el gobierno chino realiza a lo largo y ancho del mundo en desarrollo. 

Muchas veces se plantea una suerte de ventaja de los préstamos chinos por sobre los estadounidenses debido a que los primeros no cuentan con los condicionantes económicos (o incluso políticos) del Tío Sam. Lo que no ven quienes pregonan este optimismo es que un desembolso en yuanes implica, por naturaleza propia, una atadura al comercio con China, ya que el margen para conseguir yuanes en el mercado internacional fuera del vínculo con el gigante asiático es muy escaso o prácticamente nulo.

A pesar de este condicionante comercial que llega al tercer mundo detrás de “la mano amarilla”, varios países deciden avanzar con una leve “yuanización” de su comercio exterior. No obstante ello, es importante diferenciar dos conceptos clave en este proceso: reservas y liquidez. 

A la vez que el yuan avanza en los intercambios internacionales, e incluso se ha incorporado a la canasta de monedas del FMI, las reservas de los países continúan mostrando un claro predominio del dólar. Mientras el 58.36% de las reservas mundiales en moneda se las lleva el dólar estadounidense, solo el 2.69% de las mismas son en yuanes. De hecho, irónicamente, China es en este momento tenedora de más cantidad de dólares que todo el resto del mundo. Esto nos daría el indicio de que lo que buscan los países es liquidez, sin ver en el yuan la confianza que requieren las reservas.

Sumado a las dificultades que el yuan acarrea para los países en desarrollo que buscan hacerse de él, la moneda plantea un desafío (por no decir una trampa) al propio gobierno chino. Desde los años 80’ y la política de progresiva apertura de la economía por parte de Deng Xiaoping, la competitividad de China en el mercado internacional estaba signada por la mano de obra abundante y barata.

El arroz que alimentaba a millones de obreros chinos derivaba en productos a precio regalado que inundaban los mercados ajenos, mientras en la Argentina cerraban las industrias de productos de mayor nivel de calidad, hechos por trabajadores con la dignidad humana de los derechos laborales. Así, China comenzó a crecer en su presencia global, sin contar con las dos municiones que explicamos anteriormente (autosuficiencia energética y alimentaria).

Con el correr de los años, la baja de costos productivos en otros países y los vaivenes del comercio internacional, China se ha visto afectada en términos competitivos y ha acudido a la devaluación de su moneda para rescatar ese diferencial perdido. Hasta ahora, la competitividad china sigue siendo altísima, por lo que da resultado. Pero, ¿cuánta vida útil le puede quedar a esta herramienta?, ¿si el objetivo de instalar el yuan a  nivel global genera el efecto contrario a una devaluación? Recordemos que la confianza de los gobiernos es fundamental para decidir sobre sus reservas.

En términos geopolíticos, también podemos encuadrar el fenómeno de la leve yuanización del comercio internacional. Recordemos que este Nuevo Orden Mundial que reemplaza al globalismo neoliberal del Consenso de Washington fue impulsado por el país que lideró el orden anterior.

Se trata de la primera vez que un hegemón mundial decide modificar una estructura de poder que le otorgó el liderazgo global durante décadas. Nos preguntamos entonces si Estados Unidos modificó el orden neoliberal por simple idiotez o porque ya no era funcional a sus intereses, y teniendo en cuenta la Revolución Shale, las demandas productivas y sociales internas y la puesta en valor de los vectores nacionalistas, surge una respuesta evidente. 

El descanso del gendarme del mundo permite el crecimiento de estructuras nacionales y regionales, que da lugar al denominado “multipolarismo”. En este marco, es lógico que no sólo el yuan, sino otras monedas emitidas por las economías emergentes y las nuevas potencias (como pueden ser India, Turquía, etc), vean aumentada su participación en el escenario internacional.

El destino de Argenchina

Bailando al compás de la música internacional, el gobierno de nuestro país ha decidido iniciar negociaciones con China para efectuar nuevos swaps, a la vez que el FMI tomó la decisión de aceptar pagos en yuanes. 

Ahora bien, ¿hacia dónde conducir los destinos de nuestra Patria teniendo en cuenta el contexto? Claro está, que a la hora de hablar de política financiera y monetaria, tenemos un “pequeño inconveniente” de 45 mil millones de dólares nomás. Una ganga. Este problemita nos exige maximizar el superávit de la balanza comercial, vendiéndole al mundo más de lo que le compramos. Esto, que parece lógico y básico, encierra una trampa para nuestro país.

Más allá de los condicionantes que lleve consigo cada deuda, existen también dificultades y ventajas del endeudamiento según la moneda. En el caso del dólar, cabe destacar que implica, junto con el euro, el 80% de las transacciones internacionales. Por su parte, el endeudamiento en yuanes con China implica, per sé, endeudarse con el único país que puede imprimir el billete en el cual después debemos pagar esa deuda. 

La catástrofe aquí es que Argentina tiene, en su relación comercial con China, un gran déficit. La pregunta, entonces, es cómo haremos para conseguir los yuanes necesarios para pagarle a China. Vale aclarar que, en términos totales, el yuan representa solo el 2,7% de los pagos internacionales a 2022. En definitiva, si a la hora de comerciar con China lo que obtenemos es déficit, para pagar esa deuda en yuanes vamos a tener que comprarlos… ¡con dólares!

Recordemos, en la memoria de Arturo Jauretche, que no se trata de cambiar de collar, sino dejar de ser perro. El siglo pasado nos dejó la enseñanza de la necesidad de alejarnos de ambos tipos de imperialismo: aquel que en nombre de la libertad promueve la explotación del hombre por el hombre, y aquel que en nombre de la igualdad promueve la explotación del hombre por el estado.

Citas

1Un ‘swap‘ es un acuerdo de intercambio financiero en el que una de las partes se compromete a pagar con una cierta periodicidad una serie de flujos monetarios a cambio de recibir otra serie de flujos de la otra parte.

 2El Shale o roca de esquisto es una formación sedimentaria que contiene gas y petróleo. No posee la suficiente permeabilidad para que los hidrocarburos puedan ser extraídos con los métodos convencionales, lo cual hace necesario la aplicación de nuevas tecnologías (fracking) para su extracción. Esta transformación energética y tecnológica marcó el inicio y apogeo de la revolución del shale oil.

3La teoría del enforcement refiere a una síntesis de las herramientas e instrumentos económicos con los que cuentan las instituciones públicas para fomentar el cumplimiento de la Ley.

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