La final del mundo que no vemos – Geopolítica y Actualidad Nacional #1, Enero 2023.

Por Ariel Duarte Abogado

El Sr. Burns existe y trabaja en Estados Unidos como Jefe de la inteligencia (CIA), se llama William Joseph Burns. El muchacho viajó a Kiev el mes pasado para reunirse con representantes del Gobierno ucraniano, un paso previo para que Biden autorizara el envío de ayuda de 31 tanques M -1 Abraham.

Un periódico suizo alemán de prestigio internacional, el NZZ, informó que el Sr. Burns realizó una escala secreta en Moscú, donde se reunió con el par ruso a fin ofrecer un acuerdo de paz que evitara el envío de los tanques. Estados Unidos habría ofrecido a Rusia el 20% del territorio Ucraniano, quedando el restante bajo influencia norteamericana.

Tal ofrecimiento habría sido rechazado tanto por Rusia como por Ucrania, por lo que la hipótesis de una guerra larga de desgaste y destrucción del territorio occidental ucraniano sigue su curso.

El mundo transita su tercera guerra mundial, que desde 2013 fue anunciada por el Papa Francisco como una guerra en cuotas, y a partir del 2022 se cristalizó en un conflicto que implicó la toma de posición desaprensiva por parte de casi todas las naciones del mundo.

Cuesta comprender la dimensión del conflicto armado si nos limitamos a los discursos de los mandatarios en el origen de la contienda.

En un comienzo, Rusia avanzó sobre Ucrania debido a las intenciones de su Gobierno de instalar bases y misiles de la OTAN en ese territorio, lo cual significaba una capacidad de daño sobre Moscú en un menor tiempo que su capacidad de respuesta rusa.

Existían otras causas, tanto en la recuperación de la península de Crimea por parte de Rusia en 2014, así como las actitudes segregacionistas y de apartheid del gobierno ucraniano sobre las poblaciones de regiones afines a Rusia, como Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, que tras el avance de la guerra fueron anexadas como la península.

Rápido fue Estados Unidos en alinearse con la Unión Europea y el gobierno de Ucrania en el rechazo total del ataque ruso. Putin era catalogado como un dictador, autoritario, autócrata, totalitario, antidemocrático, entre otros insultos que en otros tiempos fueron moda.

Sin embargo, resulta difícil que una vieja moda, por sí sóla, explique la conformación de las nuevas tendencias. Así es que los rechazos de los pueblos europeos a Putin se explicaron más por la inflación desatada en alimentos y energía, que por comprar la idea de un nuevo Adolfo que caminara sobre nuestro mundo.

El rechazo del pueblo europeo fue más en términos político económicos que en términos existenciales, la juventud europea se resiste a ir a la guerra contra los rusos y las afinidades con Ucrania son más por lástima que por temor a que Putin avance sobre el resto de Europa.

La formación de la opinión pública se dedicó a mostrar fotos y videos de la destrucción que antes ocultaba cuando las víctimas eran las naciones de Medio Oriente y África. Se publicaban fotos y videos de ataques puntuales, aunque sin ofrecer crónicas de guerra que respaldaran la idea de una invasión y ocupación rusa. Es decir, no había una expansión adolfiana de por medio, sino ataques a objetivos logísticos y militares.

Muchos elementos comenzaron a dar cuenta de que el conflicto se trataba de una geopolítica más compleja, los aliados y enemigos de la televisión no eran los mismos del off. Podemos mencionar algunos:

  • El conflicto originó la destrucción del proyecto industrial de Alemania y la Unión Europea como competidor de Estados Unidos. El viejo continente no cuenta con la energía y alimento suficiente para tal objetivo, y el conflicto disparó los precios internacionales y rompió sus rutas de abastecimiento.
  • El principal gasoducto que alimentaba la industrialización alemana y la conectaba con Rusia, Nord Stream 1, sufrió un sabotaje por parte de una explosión, de igual modo que el Nord Stream 2, el cual nunca había podido funcionar. Si bien trascendió que los principales sospechosos habían sido el Reino Unido y Estados Unidos, el asunto quedó escondido bajo los tapetes de la inteligencia europea, ya que sostener esa hipótesis implicaba una ruptura y conflicto bélico con sus principales aliados de la OTAN.
  • Desde que se iniciaron los bombardeos y ataques a objetivos en Ucrania, fue Estados Unidos quien desembarcó en dicha nación como reconstructor de posguerra, mediante financiamiento, ayudas e inversión por parte de sus empresas.


Párrafo aparte merece el Foro de Davos 2022: en dos espectaculares exposiciones de dos personajes que intervinieron en la conformación del mundo que hoy vivimos, Henry Kissinger y George Soros, se visibilizó el debate de fondo de Occidente.

Soros, acérrimo enemigo de Trump durante su mandato, manifestó que esta era la oportunidad de conformar una alianza de todo el mundo democrático y globalista para destruir al representante del mal, el autoritarismo, el nacionalismo y el totalitarismo del globo, Vladimir Putin. Por el contrario, Kissinger, más cercano al Pentágono, planteó que el conflicto armado sería de largo plazo y que era necesario que se acordara con Rusia una nueva división de Europa que posibilitara la paz y el desarrollo.

El Foro de Davos es el heredero de la Comisión Trilateral de la década del 70, que había sido tutelada por Estados Unidos, Europa y Japón, y buscaba reunir a todo el capitalismo financiero y tecnológico, con sus trasnacionales asociadas, para emprender un camino hacia un posible nuevo orden global. Al salir de su inauguración, David Rockefeller señaló que “de lo que se trata es de sustituir la autodeterminación nacional que se ha practicado durante siglos en el pasado, por la soberanía de una élite de técnicos y financieros mundiales” (RAPOPORT, Mario Daniel. Historia de la economía argentina del siglo XX. La Página. Buenos Aires: 2007. P. 664-665).

Sin embargo, la cosa se fue de mambo, o al decir del Papa Francisco en su encíclica Laudato Si, la civilización se pasó de rosca. El globalismo y su establishment financiero reparó poco en respetar el trabajo de las naciones industriales, y promovió la deslocalización de los procesos productivos para llevar sus capitales a las zonas en las cuales se trabaja a salarios de hambre o como moneda de cambio para presos.

Los 80, 90 y el inicio del siglo XXI fue el boom de las economías emergentes, Corea del Sur, Vietnam, Japón y otras comenzaron un desarrollo maratónico bajo acuerdos de libre comercio tutelados por los agentes financieros globalistas. Paradigmático fue el origen del BRICS entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, cuya tutela estuvo a cargo de Goldman Sachs como agente financiero intermediario de todas las operaciones comerciales. Dirigentes de las naciones de oriente que habían resistido el avance yanki durante la Guerra Fría, desfilaban de traje y corbata occidental en las reuniones globales del nuevo siglo.

Vale decir que si tu país no interviene en el concierto global como proveedor de manufacturas industriales, tu destino es extraer y proveer materias primas, con la degradación social y cultural que eso significa.

Las naciones del viejo continente, que tampoco cuentan con materias primas en abundancia, encontraban un obstáculo en ser la fábrica mundial que habían encabezado en otros siglos. Luego de décadas de desregular y flexibilizar cientos de derechos sociales, así como implementar el start pack neoliberal de privatizaciones del Consenso de Washington, seguían sin ser lo suficientemente competitivas para este nuevo mundo.

La Unión Europea nace en ese contexto. La nueva solución era unificarse en una estructura monetaria y aduanera que significara una ventaja competitiva frente a Estados Unidos, China y los emergentes.

Quienes vivieron el comienzo de la Zona Euro pudieron ser testigos del humo que se vendía a granel por esos años. Se decía que el euro desplazaría al dólar y que se acababa la potencia norteamericana.

Después de la crisis de 2008, que volvió a ser motivo de humo sobre el fin de Estados Unidos, la nueva mercadería barata publicitaria de los voceros globales era que había nacido el mundo multipolar y que debía construirse una agenda global democrática y progresista para las potencias emergentes, que atendieran el cambio climático, la seguridad alimentaria, la planificación familiar, las enfermedades pandémicas y el terrorismo.

Sin embargo, dos rupturas pusieron fin a la ilusión de una agenda global dirigida por una élite.

En 2012 se produjo la primera gran ruptura, le llamaron la “Revolución del Shale”: una novedosa técnica de extracción de petróleo y gas mediante fractura hidráulica que había comenzado en Estados Unidos (acá se llama Vaca Muerta), posibilitó por primera vez abastecer su aparato industrial y condicionar el acceso a la energía a las supuestas potencias que lo reemplazarían.

En 2016 se produjo la segunda gran ruptura, ganó Donald Trump y se terminó el globalismo iniciado en la década del 90. Estados Unidos se retiró de la negociación de un mega tratado de libre comercio en el Pacífico y comenzó una abierta guerra comercial contra China. El supuesto presidente que venía a traer muerte y sangre, comenzó a replegarse de todos los conflictos armados con las otras naciones, celebró múltiples encuentros de paz con Irán, Corea del Norte y Rusia. Comenzaba por esos años la repatriación de los capitales industriales que el globalismo había fugado de la potencia principal.

Lo que nunca terminamos de entender es qué fue lo que posibilitó que una parte del poder norteamericano permitiera que un presidente impusiera una agenda nacionalista y antiglobal, en claras diferencia con las corporaciones tecnológicas y financieras que tutelaban la deslocalización industrial hacia potencias emergentes.

El conflicto de Rusia con Ucrania vino a aportar un elemento decisivo. El sector financiero y las tecnológicas, en su afán de conformar un nuevo orden global donde ellos orquestan la ingeniería logística, productiva y productiva, y deciden dónde y cómo se produce, dónde y cómo se trabaja, dónde y cómo se consume, se olvidaron de cuál es el verdadero poder que sustenta las monedas más fuertes y la pedantería de sus ostentosos encuentros: los portaaviones norteamericanos, británicos y rusos, y las armas nucleares que todavía ofician de armonía destructiva desde la posguerra.

El factor militar y los nacionalismos llegaron y, desde que Rusia y Estados Unidos pelaron sus músculos, las Agendas “globales” que antes eran de libre comercio, pandemia, medioambiente, salud reproductiva, entre otras, hoy se dirimen entre lo que el Pentágono, Moscú y Pekín negocian. Europa, todavía en aires de ser los líderes naturales del mundo, empieza a tomar nota de que todo este gran circo tenía un final cantado: la frontera rusa se extenderá hacia el oeste y Estados Unidos puso un pie en el viejo continente y se hará cargo de lo que quede en Ucrania occidental, una de las 3 tierras más fértiles del mundo. Así fue el triste final de la Unión y del espíritu europeísta de Ucrania, que ya empiezan a darse cuenta que si la guerra hubiese sido orquestada por Rusia y Estados Unidos, el final hubiese sido el mismo.

Argentina, con un gran antecedente histórico de neutralidad, navega en una aventura de expresiones políticas de un mundo que ya no existe. Las noticias, lejos de fortalecer una posición neutral, proteger el trabajo, la industria y reforzar la integración con el gran Continente al cual pertenecemos, fueron otras, que al final del artículo podrán descargar en un archivo aparte para hojear en el bondi de regreso a casa.

Las locuras que pasaron en el mes pasado son propias de uno de los meses con más noticias del año:

chau subsidios, sube la electricidad, agua, gas, subte, cable, internet, salud, bondi, alquileres, educación, nafta y gasoil; el sector agrario liquidó u$s 40 mil millones en 2022, Japón subsidia a quienes se rajen de su AMBA, deuda del Banco Central criollo de 10,1 Billón de pesos, acuerdo de intercambio de información con Estados Unidos, carrera armamentística en el mundo, el empleo crece en Argentina de la mano del monotributo, más deuda con el BID, FMI y Banco Centroamericano, recompra de bonos para hacer un nuevo préstamo con privados, deuda con importadores récord, capa de ozono, integración militar regional, la ONG Human Right Watch’s critica a Argentina, Lucciano’s y su megafábrica de helados, fiebre de Litio, desigualdad récord en el mundo, suspensión de planes Potenciar Trabajo, vencimientos en 2023 equivalentes a más de 2 veces la deuda con el FMI, desabastecimiento, más deuda en pesos, imposible editar e imprimir libros en el país, aumento de la tasa de interés de referencia (festejan Bancos), la soja está en manos de 5 firmas, pesqueros chinos asedian el Atlántico Sur, nuevo Plazo Fijo electrónico y transferible, Perú al rojo vivo por un gobierno pro oligarca, un presidente en cautiverio y un pueblo en la calle, Acuerdo Argentina y Brasil con guiño a la Unión Europea, etc, etc, etc.

En fin, hasta el próximo mes.

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