
La Comunidad Organizada bajo el asedio del progresismo y la “nueva derecha”.
Por Germán Duarte
“Gramsci dice que el Estado es hegemonía acorazada con coerción. (…) El Estado también depende de todo un sistema productor de consensos culturales, para no ser simplemente el uso bruto de la fuerza física. ¿Dónde se produce la cultura? Bueno, Gramsci lo empieza a ver desde las cárceles de Mussolini. Dice que se produce desde las escuelas, las universidades, la prensa. Y aquí hay un agente que es fundamental, que son los intelectuales para Gramsci (…) Son los creadores de marcos interpretativos del mundo (…) (que) adquirimos (…) a través del sentido común que se produce en otras instancias del aparataje cultural. Por ejemplo, los periodistas, los profesores de colegio, los medios de comunicación, el cine, la música, el teatro, etc..” Agustín Laje en diálogo con Ernesto Tenembaum. Radio con vos 20/02/2024.
“La batalla cultural: cómo la ultraderecha robó, choreó, afanó de Gramsci la idea de la batalla cultural, esto a nivel global y, en nuestro contexto, al kirchnerismo (…) Estas ultraderechas encontraron, en determinadas formulaciones que provienen de la izquierda, porque Gramsci, que es el inventor de este concepto ‘la batalla cultural’ es uno de los elementos fundamentales del marxismo (…) El kirchnerismo puso la batalla cultural en primer plano y, para todos los de la nueva derecha, de la juventud, de la incorrección: ¡lo hicimos nosotros antes, loco! (…) Nosotros tenemos que defender nuestras propias ideas y salir a disputar sentido, como decía el viejo Gramsci (…) Hay que reivindicar ese gesto, ese movimiento, de muchos jóvenes y no tan jóvenes, que salimos a las redes a defender un proyecto y una serie de ideas y lo hacíamos por amor al arte”. De Gramsci a Laje: la batalla cultural. Natalí “La Inca” Incaminato. El Destape Radio, 28/11/2023.
“En lo socio-cultural, queremos una comunidad que tome lo mejor del mundo del espíritu, del mundo de las ideas y del mundo de los sentidos, y que agregue a ello todo lo que nos es propio, autóctono, para desarrollar un profundo nacionalismo cultural (…) Tal será la única forma de preservar nuestra identidad y nuestra auto-identificación. Argentina, como cultura, tiene una sola manera de identificarse: Argentina (…) Por otra parte, es interesante observar lo que sucede con la comunicación de los grupos postergados (…), como en la práctica aconteció con el Movimiento Justicialista durante casi veinte años (…) Cuando se observa una profunda fe en ideas y valores, la coerción externa no puede impedir que se desarrollen mecanismos informales de comunicación directa (…) La opinión pública del país está lo suficientemente preparada para criticar las informaciones que recibe (…) No es posible ‘vender’ ideas al Pueblo. Menos aún cuando, como en nuestro caso, se encuentra en él una incontenible sed de verdad”. Juan Domingo Perón. El modelo argentino para el Proyecto Nacional, 1974.
Uno de los tantos fenómenos que sorprenden al mundo es el del resurgimiento de las ideas de Antonio Gramsci, pero como inspirador de la autodenominada “nueva derecha”.
Si hace décadas resurgió, con el efímero auge de una “nueva izquierda”, hoy es un presidente neoliberal el que convoca a una “batalla cultural”, en contra de esa izquierda, convencido de que encabeza una cruzada global contra el marxismo.
De esta paradoja, surgen los siguientes interrogantes:
- ¿Por qué ese comunista italiano, que seguía las directivas de Moscú y adhería públicamente al liderazgo internacional de Stalin, puede ser inspirador, al mismo tiempo, de una “nueva izquierda” y de una “nueva derecha”, en la posguerra fría?
- ¿Siguen vigentes las ideas de ese intelectual y político italiano en el siglo XXI, a casi un siglo de su condena a prisión?
- ¿Puede extraerse de la teoría de Gramsci una metodología para la acción política útil para cualquier objetivo?
Para abordar estas preguntas, comenzaremos por el principio: intentaremos sintetizar algunos conceptos de Gramsci, que resurgieron a partir de la discusión política actual.
No nos detendremos en los conceptos de “hegemonía” y “bloque histórico”, porque excede a los objetivos de este artículo y porque ya fueron desarrollados en “EE.UU. y la restauración del neoliberalismo progresista” (Repliegue, 15/04/2021).
Gramsci: sentido común, intelectuales y batalla cultural.
A comienzos de los años ‘20s, Gramsci (2017) era un joven dirigente del Partido Socialista Italiano, en un contexto muy conflictivo para su partido, para su país y para el mundo (Fiori, 1966):
- Italia había estado entre los vencedores de la Gran Guerra, finalizada con la Paz de Versalles en 1919, pero perdió los territorios que reivindicaba históricamente frente al Imperio Austro-Húngaro.
- El PSI militó por la neutralidad en la guerra, la posición oficial de la Segunda Internacional socialista, a diferencia del PS francés, que apoyó a su país.
- Se produce una fracción, encabezada por Benito Mussolini, que incorporaba una posición nacionalista y beligerante a las tradicionales reivindicaciones del socialismo.
- Nueva fracción del PSI (1922): encabezada por Gramsci y Togliatti, se alinea con la Tercera Internacional que creó Lenin luego de la Revolución Rusa de 1917.
En ese contexto, se produce el llamado “bienio rojo”, entre 1919 y 1920, signado por huelgas y tomas de fábricas, sobre todo en el norte de Italia.
Sin embargo, ese fenómeno histórico no fue el antecedente de una revolución comunista, como soñaba Gramsci, sino de la “Marcia su Roma” que llevó al fascismo al poder en 1922.
En 1926, el comunista italiano fue juzgado y condenado a prisión, donde reflexionó largamente sobre este fracaso y llegó a una conclusión determinante para el desarrollo del pensamiento político contemporáneo.
Cuando los obreros tomaron las fábricas, los comunistas creían haber dado el paso decisivo de la revolución: la toma de los medios de producción. Sin embargo, esa era una primera trinchera, de muchas más que debían atravesar para llegar a la toma del poder.
Pero ellos no estaban preparados para esa lucha de largo aliento: tenían una desviación que Lenin (2010), en el “¿Qué hacer?” de 1902, denominaba “economismo”, retomando uno de los últimos escritos de Carlos Marx (2000), su “Crítica del Programa de Gotha”.
No podremos entender en qué Lenin, Gramsci y aún el último Marx revisaron la teoría marxista clásica, si no repasamos sus principales conceptos.
Sociedad civil e ideología: Hegel, Marx y Gramsci.
Eso que Lenin calificaba como “economismo” se basaba en las obras canónicas de Marx (2001), entre las que se destaca el Prólogo a la “Contribución a la crítica de la economía política”, donde establece:
Tanto las condiciones jurídicas como las formas políticas no podían comprenderse por sí mismas ni a partir de lo que ha dado en llamarse el desarrollo general del espíritu humano.
Por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida, cuya totalidad agrupa Hegel, según el procedimiento de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de “sociedad civil”, pero era menester buscar la anatomía de la sociedad civil en la economía política.
Partiendo de ese concepto de sociedad civil, tomado de Hegel y de los clásicos de la filosofía política moderna, Marx desarrolla un modelo explicativo de la dinámica histórica:
En la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas relaciones (…) de producción que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales.
La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza un edificio jurídico y político, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social.
El modo de producción de la vida material determina el proceso social, político e intelectual de la vida en general (…)
En un estadío determinado de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes (…), que se transforman de formas de desarrollo (…) en ataduras de las mismas.
Se inicia entonces una época de revolución social. Con la modificación del fundamento económico, todo ese edificio descomunal se trastoca con mayor o menor rapidez.
Pero en la época que le tocó vivir a Gramsci, en el marco de una crisis económica y política sin precedentes, los obreros tomaron las fábricas y el edificio no se cayó.
Para entender qué había pasado, Gramsci revisa el origen del concepto marxista de sociedad civil.
Encuentra que Hegel no tenía una concepción tan restringida, ya que en su Filosofía del Derecho “incluye también en el seno de la sociedad civil a las asociaciones políticas y sindicales, o sea, a las corporaciones” (Portelli, 1977).
El marxista italiano le da a este concepto una vuelta de tuerca determinante para toda su obra: la sociedad civil forma parte de la superestructura y su papel no se restringe a las cuestiones económicas.
Para Gramsci (1975), el poder de la burguesía no se basa únicamente en las relaciones de producción capitalistas, ni se basa sólo en el aparato represivo del Estado, como guardián de la propiedad privada.
El capitalismo también se basa en el consenso, en la adhesión voluntaria de los individuos a su ideología (Gramsci, 1975):
Se pueden fijar dos grandes planos superestructurales:
- el que se puede llamar de la «sociedad civil», que está formado por el conjunto de los organismos vulgarmente llamados «privados»;
- el de la «sociedad política o Estado» que corresponde a la función de «hegemonía» que el grupo dominante ejerce en toda la sociedad y la del «dominio directo» o de comando que se expresa en el Estado y en el gobierno «jurídico».
Los intelectuales son los «empleados» del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político, a saber:
- del «consenso» espontáneo que las grandes masas de la población dan a la dirección impuesta a la vida social por el grupo social dominante (…);
- del aparato de coerción estatal que asegura «legalmente» la disciplina de aquellos grupos que no «consienten» ni activa ni pasivamente (…)
Gramsci dedica gran parte de su obra al concepto de ideología, que define como: “Una concepción del mundo que se manifiesta implícitamente en el arte, en el derecho, en la actividad económica, en todas las manifestaciones de la vida intelectual y colectiva”.
Los conceptos de ideología y sociedad civil están íntimamente vinculados ya que, como dice Portelli (1977):
La sociedad civil puede ser considerada además bajo tres aspectos complementarios:
– como ideología de la clase dirigente, en tanto abarca todas las ramas de la ideología, desde el arte hasta las ciencias, pasando por la economía, el derecho, etc.;
– como concepción del mundo difundida entre todas las capas sociales a las que liga de este modo a la clase dirigente, en tanto se adapta a todos los grupos; de ahí sus diferentes grados cualitativos: filosofía, religión, sentido común, folklore;
– como dirección ideológica de la sociedad, se articula en tres niveles esenciales:
- la ideología propiamente dicha,
- la «estructura ideológica» -es decir las organizaciones que crean y difunden la ideología-,
- y el «material» ideológico: los instrumentos técnicos de difusión de la ideología (sistema escolar, medios de comunicación de masas, bibliotecas, etc.)
Cuando, en el anterior apartado, hablábamos de las trincheras que les faltaban atravesar a los comunistas italianos para la toma del poder, una vez que lograron la toma de las fábricas, nos referíamos a la sociedad civil y todo lo que implicaba para Gramsci.
La ideología, impregnada en el sentido común y en la religión popular, desarrollada y difundida en la sociedad civil por sus organizaciones, es lo que explicaría que las masas obreras apoyaron al fascismo, después de haber apoyado efímeramente a los comunistas.
En este sentido, es fundamental comprender que para Gramsci la ideología se manifiesta en 4 niveles, ordenados de menor a mayor, según el nivel social y la capacidad intelectual de quienes los integran: folklore, sentido común, religión popular y filosofía.
Para el comunista italiano (Gramsci, 1975), la estructura ideológica está compuesta por:
- La escuela, en todos sus grados, y la iglesia son las dos mayores organizaciones culturales de cada país, por la cantidad de personal que ocupan.
- Los diarios, las revistas, la actividad literaria y las instituciones escolares privadas, ya sea como integrantes de la escuela del Estado o como instituciones de cultura del tipo de las universidades populares.
- Otras profesiones incorporan a su actividad especializada una fracción cultural no indiferente, como la de los médicos, oficiales del ejército, magistratura.
Para Gramsci, la principal virtud política de la Iglesia Católica, en el sentido maquiavélico de la palabra “virtud”, habría sido la de mantener cohesionados el nivel superior intelectual con lo que el autor denomina “los simples”.
Esto se habría consolidado en la Contrarreforma, cuando surgen los jesuitas, la Orden de nuestro Papa Francisco, a la que Gramsci (1971) caracteriza de esta forma:
La Compañía de Jesús es la última gran orden religiosa de origen reaccionario y autoritario, con carácter represivo y «diplomático», que señaló con su nacimiento el endurecimiento del organismo católico (…)
El catolicismo se ha convertido en «jesuitismo». El modernismo no creó órdenes religiosas, sino un partido político: la democracia cristiana.
Según dice Gramsci (1971), su odio hacia la Iglesia en general y hacia los jesuitas en particular, tiene que ver con que, para decirlo sencillamente, nivelarían para abajo, mantendrían al pueblo en la ignorancia:
La posición de la filosofía de la praxis es antitética a la católica: (…) no tiende a mantener a los «simples» en su filosofía primitiva del sentido común, sino, al contrario, a conducirlos hacia una concepción superior de la vida.
Se afirma la exigencia del contacto entre intelectuales y simples, no para limitar la actividad científica y mantener la unidad al bajo nivel (…), sino para construir un bloque intelectual-moral que haga posible un progreso intelectual de masas (…)
Aquí, llegamos a la idea de Gramsci (1971) que retoman actualmente desde la “nueva izquierda” y la “nueva derecha”: la batalla cultural, destinada a “sustituir al sentido común y las viejas concepciones del mundo en general”, para lo que recomienda:
1) No cansarse jamás de repetir los argumentos (variando literariamente la forma): la repetición es el medio didáctico más eficaz para obrar sobre la mentalidad popular;
2) trabajar sin cesar para elevar intelectualmente a más vastos estratos populares, esto es, para dar personalidad al amorfo elemento de masa, cosa que significa trabajar para suscitar élites de intelectuales de un tipo nuevo (…)
Para finalizar esta breve reseña, vale aclarar que para Gramsci hay una parte del sentido común que no es tan bruta e irreflexiva, a la que llama “buen sentido”, la cual le permitiría al pueblo comprender la nueva filosofía de los comunistas y abandonar sus viejas creencias.
Más allá de ese oscuro concepto, queda claro que, para Gramsci, esa “élite de intelectuales de un tipo nuevo”, los portadores de la verdadera filosofía y maestros del pueblo ignorante, son los comunistas, cuya teoría denomina “filosofía de la praxis”.
Un siglo después, como veremos a continuación, otros cambiaron el término “comunistas” por “progresistas” o “liberales”, para convocar a una batalla cultural para imponer su propia ideología, en apariencia distante de la de Gramsci.
Gramsci y la “nueva izquierda”.
Volviendo a las preguntas que dieron inicio a estas reflexiones, la autodenominada “nueva izquierda”, más conocida como “progresismo”, retomó algunos de estos conceptos de Gramsci, a quien consideran como “el Lenin de Occidente”.
La caída del muro de Berlín y la implosión del “socialismo real” fueron los catalizadores de ese proceso ideológico, que ya se venía gestando desde el Mayo Francés de 1968.
El capitalismo tardío y la posmodernidad hacían pensar a las nuevas generaciones de intelectuales que se debían buscar otras fórmulas, frente una derrota global de la clase obrera, que hacía dudar de su condición de sujeto revolucionario (Fisher, 2020).
Por eso, la crítica de Gramsci al economismo y su convocatoria a una batalla cultural sedujeron a esta “nueva izquierda”, aunque prescindiendo de su carácter revolucionario.
Se trata de una “nueva izquierda” para una época en la que, en términos de Jameson, “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Lo que tiene de nuevo esta izquierda es su condición de funcionales al neoliberalismo. (Fisher, 2020).
En un artículo publicado en Repliegue (15/04/2021) poco después de la caótica asunción de Biden en la Presidencia, “EE.UU. y la restauración del neoliberalismo progresista”, se planteaba esta cuestión con una cita de Nancy Fraser:
“Antes de Trump, el bloque hegemónico que dominaba la política estadounidense era el neoliberalismo progresista.
Esta denominación puede parecer un oxímoron, pero se aplicaba a una alianza real y poderosa de dos improbables compañeros de cama:
- por un lado, las corrientes liberales dominantes de los nuevos movimientos sociales (feminismo, antirracismo, multiculturalismo, ambientalismo y derechos de la comunidad LGTBQ+),
- y por otro, los sectores más dinámicos, de punta, “simbólicos” y financieros de la economía (Wall Street, Silicon Valley y Hollywood)”.
Aquel artículo concluye que la caracterización de Fraser es correcta, excepto por la palabra “improbables”, teniendo en cuenta el concepto de “sociedad abierta” de Karl Popper, inspirador del magnate financiero George Soros y su Open Society Foundation:
Continuando con la metáfora romántica de Fraser, podemos afirmar que el progresismo y el neoliberalismo no se unen como producto de un matrimonio por conveniencia, sino que son el uno para el otro. (…)
La expansión del libre mercado, el flujo ilimitado de mercancías y de capitales (…) requiere destruir las barreras constituidas por la nacionalidad, la religión, el idioma, el folclore, la tradición y todo aquello que define la identidad de un pueblo (…)
El ariete con el que el imperialismo abre las puertas de las sociedades es el progresismo, indispensable para que exista la globalización y el neoliberalismo.
Si existen neoliberales disfrazados de religiosos, de nacionalistas o de conservadores, no se trata más que de caballos de Troya de los que pretenden asaltar comunidades demasiado afianzadas en su identidad nacional.
Llegados a este punto, es momento de abordar el fenómeno de la “nueva derecha” en la actualidad y la paradójica influencia de Gramsci en su marco teórico.
Gramsci y la “nueva derecha”.
Agustín Laje (2022), un influencer del neoliberalismo ultrarreaccionario, parte de la hipótesis de que los marxistas tuvieron la ventaja de estudiar la obra de Gramsci y que la utilizaron para posicionarse en lugares de poder en la prensa, la academia y la cultura.
Esto tiene su origen en la prédica de “Bertie” Benegas Lynch (2012), el principal adiestrador del Presidente, quien repite hasta el cansancio los conceptos de Gramsci referidos al rol de los intelectuales.
Tanto Laje como Benegas Lynch hacen una réplica de la crítica gramsciana a los marxistas economistas, pero contra los liberales, quienes se habrían dedicado demasiado al terreno de las ciencias económicas, descuidando la cultura.
Por eso, creen que los marxistas aprovecharon este descuido y hablan de “marxismo cultural”, una ficción que el payaso que hoy nos representa en el mundo repite en todos los foros internacionales.
Cuánto más lo dejan hablar, más escala su paranoia y más ridículo se vuelve todo, ya que los jerarcas de la amenaza comunista van desde una maestra de escuela hasta Lali Expósito, pasando por los productores de Netflix y las estrellas de Hollywood.
En ese sentido, en una visita oficial a su colegio secundario, le preguntaron por qué los jóvenes lo apoyan, a lo que respondió, yendo aún más lejos en su delirio (La Nación, 06/03/2024, 13/03/2024):
Lo políticamente correcto es socialista. Y hay mucha gente que es socialista sin saberlo. Por eso me paré en el Foro de Davos y les dije que eran todos unos zurditos.
La rebelión natural debía ser liberal, estábamos tan contaminados de socialismo, teníamos tanto rojo encima que lo natural era la revolución liberal.
Además, los jóvenes llevan menos tiempo expuestos al mecanismo de lavado de cerebro de la educación pública.
La batalla cultural a la que convocan a sus followers consiste en atacar a las instituciones que forjarían el sentido común socialista, tal como proponía Gramsci, pero contra los continuadores de Gramsci.
No hace falta detenernos a analizar la acusación contra la educación pública, como fuente de “lavado de cerebro”, ya que el chiste se cuenta solo:
El payaso mediático denuncia el “adoctrinamiento” en una escuela secundaria, en un discurso plagado de insultos contra los “zurditos” que, según alucina, estarían dominando el mundo.
Lo cierto es que esos “zurditos” están más convencidos de que es imposible derrotar al sistema capitalista, que los propios capitalistas y sus políticos afines.
El llamado de este payaso macabro a una batalla cultural implica la destrucción de la educación pública y la investigación científica, en todos los niveles, el fin del cine y del teatro nacional, el cierre de medios de comunicación públicos como Télam, Radio Nacional, etc..
Los despidos masivos, las miles de familias desamparadas y la fuga de profesionales que sufre nuestro país se deben a un criterio exclusivamente ideológico, ya que dicen, con la paranoia que los caracteriza, que son adoctrinadores marxistas.
¿Por qué Gramsci resurge en la “nueva izquierda” y en la “nueva derecha”?
Llegados a este punto, en que ya desarrollamos brevemente los conceptos de Gramsci y cómo resurgieron en la “nueva izquierda” y la “nueva derecha”, es momento de reflexionar acerca de cómo puede darse semejante coincidencia ideológica.
En el fatídico Balotaje de 2023, muchos que se lamentaban del triunfo del candidato anarcocapitalista compartían una frase muy famosa de Gramsci:
Lo viejo tarda en morir, lo nuevo no acaba de nacer y mientras tanto, aparecen los monstruos.
En esta frase, se expresa el origen común del marxismo y del liberalismo: la idea de que la historia de los pueblos es como la de un individuo, que luego de nacer atraviesa distintas etapas de desarrollo, hasta convertirse en un adulto.
Algunos pueblos, según esta perspectiva, estarían en la minoría de edad y requerirían de la tutela de otros pueblos adultos, hasta que llegue el momento de su emancipación. Pero, ¿qué pasa con la Historia de la Humanidad en su conjunto?
Para ellos, la Historia Universal es como un tren que va pasando por distintas estaciones, hasta que algún día llegará a la terminal, donde nos esperaría un paraíso terrenal (Repliegue, 15/04/2021).
Para Marx (2019), esas estaciones estaban determinadas por las relaciones de producción: esclavismo, feudalismo, capitalismo. La estación final, por supuesto, sería el comunismo.
Pero para los ideólogos de la burguesía, contemporáneos a Marx, esas estaciones por las que pasa el tren de la Historia se determinan por el desarrollo intelectual o por la tecnología. La más conocida es: salvajismo, barbarie y civilización.
Con esa premisa, se fundó el Estado argentino contemporáneo: la dicotomía sarmientina de civilización o barbarie, que fue la justificación ideológica de la persecución y exterminio de gauchos e indios.
Juan Bautista Alberdi (2017), el intelectual argentino favorito del presidente, justificaba ese genocidio, ya que consideraba que nuestro pueblo no tenía cura en su atraso, como dice en la obra que inspiró la Constitución de 1853 y el actual proyecto Ley Bases:
Haced pasar el roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras masas populares, por todas las transformaciones del mejor sistema de instrucción:
En cien años, no haréis de él un obrero inglés que trabaja, consume, vive digna y confortablemente.
El marxismo siempre coincidió con estas premisas del positivismo, lo cual queda de manifiesto en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” de Federico Engels (2017), donde utiliza la antropología del momento para justificar el materialismo histórico:
Morgan fue el primero que con conocimiento de causa trató de introducir un orden preciso en la prehistoria de la humanidad, y su clasificación permanecerá sin duda en vigor (…)
De las tres épocas principales —salvajismo, barbarie, civilización— sólo se ocupa, naturalmente, de las dos primeras y del paso a la tercera.
El marxismo vernáculo surgió dentro de ese paradigma, a fines del siglo XIX y en Argentina su exponente fue Juan B. Justo, uno de los máximos intelectuales socialistas de habla hispana de todos los tiempos.
Su discípulo y sucesor al frente del Partido Socialista fue Américo Ghioldi (1956), quien conspiró durante el gobierno democrático de Perón y participó de la dictadura de Aramburu.
En el prólogo de su obra “De la tiranía a la democracia social”, escribió:
Cuando la inteligencia y una bien entendida política científica no encauza por vías normales, regulares y legales la maduración de las fuerzas reales de la sociedad y de la historia, ella se hará por caminos de turbulencia (…)
Justo trazó la historia del proletariado argentino; por eso sabía de su inmadurez e insuficiencia (…) Fue el gran educador político y social de la masa popular.
Es un civilizador, como Sarmiento lo fue en el siglo pasado (…) El punto de partida de sus ideas civilizadoras fue la transformación de la condición del argentino.
Ghioldi (1956) va más allá en su explicación y afirma que Justo ya había anticipado 15 años antes el surgimiento de un fenómeno semejante al peronismo, ya que había advertido que se debían dar concesiones a los trabajadores para evitar una revolución violenta.
Todos estos elogios a Juan B. Justo son para marcar un contraste con Perón y Evita, a quienes se refiere como “tiranos”, “caudillos y demagogos”, azuzadores de “odios y pasiones violentas”, que “retardan la verdadera y positiva obra de emancipación”.
Es destacable el énfasis puesto en la palabra “emancipación”, para diferenciar el socialismo, respecto del peronismo: el pueblo argentino, al que concibe como inmaduro e infantil, se mantendría así por culpa de Perón.
En cuanto al abuso de la analogía biológica, que tanto daño le ha hecho a la Humanidad, decía el padre de la sociología, Émile Durkheim (2007):
El error de los sociólogos biologicistas no es, pues, haber usado la analogía, sino haberla usado mal.
No han querido controlar las leyes de la sociología por las de la biología, sino inducir las primeras de las segundas.
Y tales inferencias carecen de valor; pues si las leyes de la vida se repiten en la sociedad, es bajo formas nuevas y con caracteres específicos que la analogía no permite conjeturar, que no se pueden percibir sino por medio de la observación directa.
El peronismo es incompatible con la teoría gramsciana.
Nuestro punto de partida es diametralmente opuesto al que comparten los herederos de la Modernidad, es decir, liberales y marxistas: no consideramos que el pueblo sea bárbaro y que haya que iluminarlo a través de la ciencia.
Al contrario, creemos que en la fe popular se encuentran los valores eternos que rigen a la Humanidad y que, lejos de pretender iluminar a nadie, hay que tener, como decía el Obispo Angelelli, “un oído puesto en el pueblo y el otro, en el Evangelio”.
Los peronistas no vamos al lugar de trabajo, al de estudio o al barrio a decir lo que hay que hacer, sino a escuchar a nuestros compañeros porque, como nos enseñó el General Perón en sus Veinte Verdades: “Defendemos un solo interés, el del pueblo”.
Lo que para Gramsci formaba parte del sentido común debía ser atacado por los comunistas, apoyándose en el buen sentido, que permitiría elevar la conciencia del pueblo hacia un saber científico y universal, cuya máxima expresión sería la filosofía de la praxis.
Es inevitable ver el contraste con lo que decía Evita, tan reivindicada como poco estudiada por la izquierda, en su discurso a los trabajadores el 1° de mayo de 1950, para definir al peronismo: “la fe popular hecha un partido”.
Cuando Gramsci habla de “elevar intelectualmente a más vastos estratos populares”, coincide con lo que propone Ghioldi: encauzar “por vías normales, regulares y legales la maduración de las fuerzas reales de la sociedad”, mediante una “política científica”.
Al contrario, Eva Perón se refiere a la fuente en la que abreva el peronismo en lo doctrinario y a su propio rol dentro del movimiento, lo cual debe ser una guía para la acción de la militancia en estos tiempos oscuros:
Son los mismos trabajadores de todas las epopeyas históricas de nuestra patria, los que constituyen la reserva de la nacionalidad y que, con verdadero sentido de lo que es la Patria, saben que el general Perón ama, trabaja y quiere como argentino.
Por eso hoy, la fiesta de los trabajadores es la fiesta del peronismo. El peronismo no se aprende ni se proclama, se siente y se comprende, ha dicho Perón. Es condición de fe (…)
Yo trataré de ser a diario un puente de amor entre ustedes y el general Perón y trataré de estrechar filas en todos los sindicatos argentinos, como lo hago siempre, como una compañera, como una hermana que trata de unir (…)
El General Perón, en las Veinte Verdades, establece una definición de la Doctrina que cuadra perfecto con lo que Gramsci califica de “filosofía primitiva del sentido común”:
El Justicialismo es una nueva filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista.
No se puede compatibilizar las ideas de Gramsci con las ideas de Perón, que proponía “desarrollar un profundo nacionalismo cultural”, con el objetivo de “preservar nuestra identidad y nuestra auto-identificación”.
No se puede confundir al peronismo con quienes suponen, por izquierda o por derecha, que el pueblo argentino se estancó en la etapa infantil de su desarrollo, cuando el legado del General Perón es diametralmente opuesto: “No es posible vender ideas al Pueblo”.
En cuanto a lo concreto de la coyuntura política actual, en la que escuchamos llamamientos a la batalla cultural desde la izquierda y desde la derecha, debemos recordar las palabras del General Perón (12/06/1974), en su último discurso al pueblo argentino:
Yo sé que hay muchos que quieren desviarnos en una u otra dirección.
Pero nosotros conocemos perfectamente nuestros objetivos y marcharemos directamente a ellos, sin dejarnos influir por los que tiran desde la derecha ni por los que tiran desde la izquierda (…)
Cuando el pueblo tiene la persuasión de su destino, no hay nada que temer.
Capitalismo tardío y caducidad de la teoría gramsciana.
Hay quienes pueden creer que esas palabras quedaron anticuadas, aún cuando reivindican autores más antiguos.
Si el kirchnerismo compró a Gramsci poco tiempo antes de la fecha de vencimiento, los anarcocapitalistas lo compraron en estado de descomposición.
En el mundo en el que vivimos, ya no tiene sentido generar una polarización discursiva contra el Grupo Clarín o los periodistas “ensobrados”, ya que no sólo tienden a volverse obsoletos los monopolios mediáticos, sino que nada semejante los está reemplazando.
La forma de dominación del capitalismo tardío no tiene muchas semejanzas con el mundo en el que escribió Gramsci, en que el periodismo gráfico marcaba la agenda de la opinión pública y el pueblo compraba el diario varias veces al día.
El cambio tecnológico que estamos viviendo no se parece al paso de la radio a la televisión o de la transmisión por aire al cable, cuando todavía seguían habiendo pocos emisores y millones de receptores.
En ese sentido, resulta interesante considerar lo que Byung Chul Han (2022) denomina la infocracia, a la que contrapone con el concepto de mediocracia de Jürgen Habermas.
La mediocracia era la época de los medios masivos de comunicación, de la política como espectáculo, cuando emitir un video de forma masiva era algo costoso y sólo unas pocas empresas podían hacerlo.
Durante los años ‘90s, en nuestro país se privatizaron los canales de televisión y brillaron las máximas estrellas de ese medio: Marcelo Tinelli, Susana Giménez y Mirtha Lengrand. El Presidente aparecía a diario en sus programas (Solanas, 2004), bailando y contando chistes.
También se hablaba de política en el programa de Bernardo Neustadt donde, con frescura e histrionismo, el periodista se jactaba de haber moldeado a la opinión pública, para que aceptara las políticas neoliberales (Solanas, 2004):
Tocar YPF, tocar el petróleo en Argentina era tocar a la madre, era lastimar a Gardel, era ofender a la bandera.
Pero la última gran demostración de poder de la mediocracia en la Argentina fue en su guerra contra el gobierno de Cristina Kirchner.
Muchos intelectuales se sintieron llamados a “disputar sentido” y personajes del espectáculo se comprometieron a montar un espectáculo que contestara al de los medios masivos tradicionales.
La televisión tenía dos polos: el programa de Jorge Lanata y 678, mientras que en el medio proliferaban programas que repetían los mismos contenidos y la misma línea política, pero variando la forma de presentarlos, para llegar a más público.
Esa disputa continuó en los primeros años de gobierno de Macri, cuando se desviaba la atención de la política de ajuste con espectaculares detenciones de ex funcionarios kirchneristas, hasta que, finalmente, el show se volvió aburrido.
Tenemos que entender que, aunque no nos guste, aunque nos deje perplejos ante la incertidumbre de perder los parámetros que ordenaban nuestra comprensión de la realidad, todo eso pertenece al pasado. La infocracia (Han, 2022) es otra cosa:
En la era de los medios digitales, la esfera pública discursiva no está amenazada por los formatos de entretenimiento de los medios de comunicación de masas (…), sino por la difusión y multiplicación viral de la información, es decir, por la infodemia.
Además, las fuerzas centrífugas que fragmentan la esfera pública están inseparablemente unidas a los medios digitales.
La estructura anfiteatral de los medios de comunicación de masas deja paso a la estructura rizomática de los medios digitales, que no tienen un centro.
La esfera pública se desintegra en espacios privados. Como resultado, nuestra atención no se centra en cuestiones relevantes para la sociedad en su conjunto.
Para decirlo con un ejemplo concreto, quienes tengan cierta edad recordarán que en los ‘90s el tema de conversación en la escuela, el trabajo o el club era el programa de Tinelli, con su típico formato anfiteatral. Quien no lo había visto, quedaba fuera del grupo.
Los medios masivos, aún en manos privadas, creaban parámetros comunes, seguían siendo un espacio público. Pero las redes sociales no crean una esfera pública, sino múltiples esferas privadas paralelas, por lo cual, cada vez hay menos temas comunes.
Para entender qué implica esto, Han (2022) toma de Habermas el concepto de “mundo de la vida”, el cual define como: “un horizonte de presupuestos culturales o prácticas socialmente asimiladas que determinan prerreflexivamente la acción comunicativa”.
Se trata de “un consenso de fondo que estabiliza la acción comunicativa”, sin el cual ésta sería imposible. Para Han (2022):
Un mundo de la vida intacto solo es posible en una sociedad relativamente homogénea que comparte los mismos valores y tradiciones culturales.
La globalización y la consiguiente hiperculturalización de la sociedad están disolviendo los contextos culturales y las tradiciones que nos anclan en un común mundo de la vida.
Basado en esto, Han (2022) ofrece una explicación del fenómeno de la “nueva derecha” muy útil para entender lo que nos pasa en Argentina:
La tribalización de la red como refactificación del mundo de la vida está especialmente extendida en el campo de la derecha, donde la demanda de identidad del mundo vital es mayor (…)
En el campo de la derecha, incluso las teorías de la conspiración son tomadas como ofertas de identidad. Las tribus digitales hacen posible una fuerte experiencia de identidad y pertenencia.
Un buen ejemplo de esta contradicción entre la ilusión de las redes sociales como “ágora digital” y la disgregación que generan se puede observar en los distintos motivos por los que Elon Musk compró Twitter.
En un solemne anuncio en su cuenta personal, explicó que invertía 44 mil millones de dólares en esa empresa porque se sentía llamado a salvar a la Humanidad de la fragmentación (La Nación, 07/11/2023):
La razón por la que adquirí Twitter es porque es importante para el futuro de la civilización tener una plaza digital común.
Pero su biógrafo Walter Isaacson (La Nación, 1°/09/2023), explicó que su motivo era el odio contra la izquierda, que a su vez estaba motivado por su frustración como padre.
No pretendo meter chimentos en un artículo serio, sino ver cómo esta correspondencia que referíamos entre el concepto de batalla cultural y la política de persecución contra la educación, la ciencia y la cultura del actual gobierno argentino, no es una excepción local.
El trauma de Musk tiene su origen hace dos años (La Nación, 1°/09/2023), en el vínculo con una de sus hijas, lo que lo llevó a apoderarse de Twitter con los propósitos tribales típicos de la “nueva derecha”:
En abril de 2022, Wilson “se volvió una ferviente marxista y rompió todas las relaciones con él”.
El empresario sostiene que hoy día su hija piensa de esa manera porque la “adoctrinaron” en Crossroads, la escuela de élite a la que también asistieron celebridades como Jack Black y Zooey Deschanel.
“Él sentía que Twitter había sido infectado por una mentalidad similar que suprimía las voces de derecha y antisistema”, escribió Isaacson en su texto.
En más de una oportunidad, Musk ha dicho públicamente que los “neomarxistas” se habían apoderado de escuelas de élite y universidades liberales para enseñar a sus estudiantes a despreciar a las personas adineradas.
Pero esta crisis de nuestros “valores y tradiciones culturales” (Han, 2022) también explica por qué el vanguardismo de la “nueva izquierda” tiene la pólvora mojada, ya que sigue pensando en una batalla cultural estéril en el mundo contemporáneo.
La izquierda ya no genera escándalo, ni es transgresora, porque el capitalismo incorporó la transgresión de nuestros valores y tradiciones culturales a su sistema de dominación. Los vanguardistas de nuestro tiempo son los gerentes de marketing.
La adquisición de Twitter por Musk también trajo un fenómeno análogo al denominado “destape” de la época de la mediocracia, pero en las redes sociales, ya que modificó las normas para los usuarios con la siguiente declaración de principios (El País, 03/06/2024):
Creemos que los usuarios deben poder crear, distribuir y consumir material relacionado con temas sexuales siempre que sea producido y distribuido de forma consentida.
La expresión sexual, ya sea visual o escrita, puede ser una forma legítima de expresión artística.
Creemos en la autonomía de los adultos para participar y crear contenidos que reflejen sus propias creencias, deseos y experiencias, incluidas las relacionadas con la sexualidad.
Para analizar el capitalismo actual, es preciso comprender el cambio que describieron Luc Boltanski y Eve Chiapello en “The New Spirit of Capitalism”, para lo cual acudiremos a una síntesis elaborada por Slavoj Zizek:
A partir de 1970, apareció gradualmente una nueva forma de capitalismo, que abandonó la estructura jerárquica del proceso de producción al estilo de Ford y desarrolló una organización en red, basada en la iniciativa de los empleados y la autonomía en el lugar de trabajo (…)
Es decir, el capitalismo usurpó la retórica izquierdista de la autogestión de los trabajadores, hizo que dejara de ser un lema anticapitalista para convertirse en capitalista.
El socialismo, empezó a decirse, no valía porque era conservador, jerárquico, administrativo, y la verdadera revolución era la del capitalismo digital.
El neoliberalismo amenaza permanentemente a las instituciones de la sociedad civil que, para la sociología tradicional, intermedian entre los individuos y el Estado, asignándoles una función en la división social del trabajo (Durkheim, 2018).
La resistencia popular del siglo XXI, más allá de lo que desean muchos intelectuales, tiene como objetivo prioritario impedir la disgregación, desfinanciación o abolición de esas instituciones, frente a la amenaza del neoliberalismo (Repliegue, 16/06/2023).
Es por eso que la izquierda que cuestiona el matrimonio, la fe católica, el amor a la Patria o, incluso, el idioma castellano, como elementos retrógrados de una sociedad que no termina de modernizarse, es funcional al sistema financiero global.
Volviendo a la pregunta de si puede extraerse de la teoría de Gramsci una metodología para la acción política útil para cualquier objetivo, vemos que el objetivo de atacar todo lo que une a la comunidad es compartido progresistas y neoliberales.
No es casual que la izquierda y la derecha coinciden en criticar al Papa Francisco, a quien el Primer Hater llamó representante del Maligno por defender la Justicia Social, mientras otros dicen que los cambios que hizo en la Iglesia no son suficientes.
Parece incoherente el perfil conservador que busca mostrar el Primer Kinky, considerando sus constantes referencias al sexo tántrico, a la pornografía y a la masturbación, que conviven con la propuesta de abolir la educación sexual.
Es que busca conciliar, los resabios de aquel viejo espíritu del capitalismo, que para Weber (1979) estaba determinado por la ética protestante, con el capitalismo tardío, cuyo espíritu fue forjado por el Mayo Francés, tal como lo describe Zizek:
De la liberación sexual de los sesenta ha sobrevivido el hedonismo tolerante, cómodamente incorporado a nuestra ideología hegemónica (…)
El impulso de buscar formas radicales de disfrute (mediante experimentos sexuales y drogas u otros métodos para provocar un trance) surgió en un momento político concreto: cuando “el espíritu del 68” estaba agotando su potencial político (…)
Recordemos el reto de Lacan a los estudiantes que se manifestaban: “Como revolucionarios, sois unos histéricos en busca de un nuevo amo. Y lo tendréis”.
Y lo tuvimos, disfrazado del amo “permisivo” posmoderno cuyo dominio es aún mayor porque es menos visible.
Más allá de lo que uno pueda opinar sobre Gramsci y su época, lo cierto es que todavía el capitalismo de aquel momento se encontraba dentro del paradigma del fordismo, donde el trabajo exigía una vida rutinaria a millones de trabajadores (Repliegue, 27/07/2022).
Pero ese paradigma comenzó a resquebrajarse a partir de 1968 y terminó de destruirse con la globalización y el neoliberalismo.
Todo lo que en la época de Gramsci podía considerarse que preservaba el capitalismo, pasó a ser un obstáculo para el neoliberalismo.
Vigencia del peronismo en el siglo XXI.
El llamamiento de Perón (1985) en su testamento político de 1974 a “preservar nuestra identidad” y a avanzar hacia una democracia social, donde las instituciones fundamentales de la Comunidad argentina tuvieran representación política, no corresponde al pasado, sino al futuro.
En nuestro tiempo, Gramsci resurge como inspirador de la “nueva derecha” porque el neoliberalismo pretende abolir todas aquellas instituciones que el comunista italiano consideró trincheras de la burguesía y borrar la cultura popular que las sostiene.
Pero esas instituciones son, en todo caso, trincheras del pueblo, que impiden el avance sobre nuestros derechos fundamentales y el despojo definitivo de la clase trabajadora.
La familia, la nación, la Iglesia, el club, la escuela, el sindicato, es decir, todo aquello que conforma la Comunidad Organizada (Perón, 1974), es asediado por el ajuste neoliberal, pero también por la batalla cultural que hace tiempo viene librando el progresismo (Repliegue, 20/09/2020, 15/04/2021).
Algunos dirán que, hoy en día, aggiornarse significa trasladar las organizaciones libres del pueblo a las redes sociales. Bastaría, según dicen, con volver virtual todo lo que es presencial para restablecer la Comunidad Organizada en el siglo XXI.
Pero esto no es posible sin los valores y tradiciones culturales que mantienen unida a la Comunidad. Menos aún, si consideramos lo dicho en el apartado anterior: las redes no crean un espacio público, sino múltiples espacios privados.
Y, con todo, esto no es lo más grave (Han, 2022):
La crisis de la verdad es siempre una crisis de la sociedad. Sin la verdad, la sociedad se desintegra internamente. Entonces se mantiene unida solo por relaciones económicas externas e instrumentales (…)
Todos los valores humanos se han vuelto en la actualidad económicos y comerciales. La sociedad y la cultura se están mercantilizando. La mercancía sustituye a la verdad.
Desde un paradigma distinto, mucho más cercano a nosotros en cuanto a la idiosincrasia y al sentimiento, el Papa Francisco (2020) nos advirtió acerca de este fenómeno contemporáneo, que amenaza a los pueblos del mundo, en su Carta Encíclica Fratelli Tutti:
“Abrirse al mundo” es una expresión que hoy ha sido cooptada por la economía y las finanzas. Se refiere exclusivamente a la apertura a los intereses extranjeros o a la libertad de los poderes económicos para invertir sin trabas ni complicaciones en todos los países.
Los conflictos locales y el desinterés por el bien común son instrumentalizados por la economía global para imponer un modelo cultural único. Esta cultura unifica al mundo pero divide a las personas y a las naciones, porque «la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos»[9].
Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia.
Hay más bien mercados, donde las personas cumplen roles de consumidores o de espectadores.
El avance de este globalismo favorece normalmente la identidad de los más fuertes que se protegen a sí mismos, pero procura licuar las identidades de las regiones más débiles y pobres, haciéndolas más vulnerables y dependientes.
De este modo la política se vuelve cada vez más frágil frente a los poderes económicos transnacionales que aplican el “divide y reinarás”.
La fe católica y el amor por la Argentina, por tus viejos, por tus hijos y por nuestras tradiciones no legitiman el capitalismo actual, sino que mantienen unida a nuestra Comunidad a pesar de los ataques constantes que sufre en manos del capital financiero global.
Una genuina postura de irredención frente al poder no pasa por criticar el capitalismo desde las redes sociales sostenidas por el propio capitalismo, ya que aún esa crítica se convierte en una mercancía que ingresa al mercado y circula como las demás.
Nuestra rebeldía frente a la opresión pasa por defender nuestra identidad argentina y sostener las organizaciones libres del pueblo, para lo cual no dejamos de usar los medios digitales, pero los usamos para convocar a la acción en el espacio público.
Tenemos que usar las redes sociales como una herramienta, cuidándonos de la tentación de creer que la Comunidad puede tener asiento en la nube, dónde solo hay tribus y espacios privados. No hay que abandonar la calle, la asamblea, el cara a cara con los compañeros.
El pueblo argentino sabe, desde el fondo de su Historia, que sigue vigente la caracterización que Perón (1973) hiciera respecto de los golpistas de 1955, hoy resurgidos en el extremismo liberal, con la colaboración (por acción u omisión) del progresismo:
Nuestra acción política durante los años 1945 hasta 1955 se dirigió a afirmar la soberanía del Pueblo, haciendo lo que el Pueblo quería y no defendiendo otro interés que el del pueblo.
Esta gente, realmente enemiga del Pueblo, hará lo necesario para entronizar de nuevo a la oligarquía (…) tratando de destruir las instituciones populares creadas por nosotros para defender los derechos (…) alcanzados por la masa popular (…)
Sólo los parásitos son capaces de matar y destruir lo que no son capaces de crear.
Bibliografía:
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Durkheim, E. (2018) Lecciones de sociología. Miño y Dávila Ediciones.
Durkheim, E. (2007) Sociología y filosofía. (Representaciones individuales y representaciones colectivas). Miño y Dávila Ediciones.
Engels, F. (2017) El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Marxists Internet Archive. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/origen/el_origen_de_la_familia.pdf
Fiori, G. (1966) Vida de Antonio Gramsci. Ediciones Península.
Fisher, M. (2020) Realismo capitalista. ¿No hay alternativa? Editorial Caja Negra.
Francisco (2020) Carta Encíclica Fratelli Tutti sobre la fraternidad y la amistad social. Dicastero per la Comunicazione – Libreria Editrice Vaticana.
Fraser, N. (2009) ¡Contrahegemonía ya! Por un populismo progresista que enfrente al neoliberalismo. Siglo Veintiuno.
Ghioldi, A. (1956) De la tiranía a la democracia social. Cayó la dictadura, ¿ahora qué?. Ediciones Gure.
Gramsci, A. (2017) Antología. Siglo Veintiuno.
Gramsci, A. (1971) El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Nueva Visión.
Gramsci, A. (1975) Los intelectuales y la organización de la cultura. Juan Pablos Editor.
Han, B. (2022) Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia. Taurus.
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Marx, C. (2000) Crítica del Programa de Gotha. Siglo Veintiuno.
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Perón, J. (1974) La comunidad organizada. Editorial Códex.
Perón, J. (1973) La fuerza es el derecho de las bestias. Editorial Síntesis.
Perón, J. (1985) Modelo argentino para el Proyecto Nacional. Editorial Hernandiana.
Portelli, H. (1977) Gramsci y el bloque histórico. Siglo Veintiuno.
Weber, M. (1979) La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Ediciones Península.
Audiovisuales:
Benegas Lynch, A. (2012) La Importancia de Gramsci. Fundación para el Progreso.
Favio, L. (1999) Perón. Sinfonía de un sentimiento. 101 Producciones.
Incaminato, N. (28/11/2023) De Gramsci a Laje: la batalla cultural. El Destape Radio.
Laje, A. (20/02/2024) En diálogo con Ernesto Tenembaum. Radio con vos.
Perón, J. Discurso del 12 de junio de 1974. Archivo General de la Nación.
Perón, E. Discurso del 1 º de Mayo de 1950. https://www.youtube.com/watch?v=TKYywmjP9p0
Solanas, F. (2004) Memoria del saqueo. Cinesur.
Artículos en la red.
Duarte, G. (16/06/2023) Argentina, 1955: “Atropellar los hogares humildes”. Repliegue.
Duarte, G. (15/04/2021) EE.UU. y la restauración del neoliberalismo progresista Repliegue.
Duarte, G. (27/07/2022) La tragedia de un obrero ejemplar. Repliegue.
Duarte, G. (20/09/2020) Sacrificios humanos en los altares del progreso. Repliegue.
Jiménez, M. (03/06/2024) Elon Musk admite el porno oficialmente en la red social X, la antigua Twitter. El País. https://elpais.com/tecnologia/2024-06-04/elon-musk-admite-el-porno-oficialmente-en-la-red-social-x-la-antigua-twitter.html
Redacción (1°/09/2023) Elon Musk culpa a una escuela de élite de Los Ángeles por “lavarle el cerebro a su hija” para que lo odie por ser rico. La Nación.
Redacción (07/11/2023) La singular razón con la que, un año después, Elon Musk justificó haber pagado US$ 44.000 millones por Twitter. La Nación.
Redacción. (06/03/2024) Las frases más polémicas de Javier Milei en su discurso frente a alumnos de una escuela. La Nación.
Román, L. (13/03/2024) Milei volvió al colegio con el discurso equivocado. La Nación.
https://www.lanacion.com.ar/opinion/milei-volvio-al-colegio-con-el-discurso-equivocado-nid13032024
Zizek, S. (30/04/2008) Mayo del 68 visto con ojos de hoy. El País.https://elpais.com/diario/2008/05/01/opinion/1209592812_850215.html