Los presentes sucesos son un compilado arbitrario y caótico de los tiempos que se vienen.
Hoy en Geopolítica y Actualidad Nacional escriben Marco Stiuso y Ariel Duarte.
1 | Escabio y sabotaje
2 | Pelea por el collar
3 | Los únicos privilegiados
4 | La timba seduce
5 | Física Patria
1 | Escabio y sabotaje
Allá por septiembre de 2022, en el marco de la Guerra de Ucrania, ocurrió un hecho que llevaría al conflicto armado a un nivel de incidencia geopolítica mayor: el sabotaje a los oleoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2.
La interrupción de una de las principales fuentes de abastecimiento energético de Europa (y en especial de Alemania) cambió radicalmente la matriz de la región. Mientras los países europeos continuaban alimentando la participación indirecta de la OTAN en el conflicto, sentenciaban a sus economías a la pérdida inmediata de competitividad por los costos energéticos, llegando a tal punto que Alemania, la “locomotora de Europa”, llegó a difundir propaganda pública fomentando el uso de velas en el invierno.
Mientras tanto, el desplazamiento de Rusia como proveedor de gas y petróleo, abría las puertas (vaya casualidad) al principal aportante de la OTAN: Estados Unidos.
Ya en enero de 2023 se revelaba cómo las importaciones europeas de gas procedente de Estados Unidos aumentaron un 148% durante el 2022. Luego la propia Administración de la Información de Energía de EE.UU. anunció que, en el primer semestre de 2023, su país “exportó más gas natural licuado (GNL) que cualquier otro país exportador de GNL”.
Con la explosión de los ductos, comenzó la oleada de acusaciones y suspicacias, que tuvo como máximo punto la declaración de Donald Trump en abril del 2023, en la que, al ser preguntado sobre el autor del sabotaje, respondió “no quiero meter a nuestro país en problemas, así que no responderé, pero puedo decirte quién no fue: Rusia”.
Un mes antes, Robert Kennedy Jr., sobrino del ex presidente y por entonces candidato a ocupar la Casa Blanca, fue introducido al tema por un periodista de CNBC, quien alertó que «los alemanes están furiosos porque necesitan nuestro gas», refiriéndose a las exportaciones yanquis. A ello, Kennedy profundizó: «Si, están desesperados porque nosotros [Estados Unidos] volamos el oleoducto Nord Stream y desindustrializamos a Alemania”. Más claro imposible.
Sin embargo, el tiempo pasó sin mayores certezas, hasta que esta semana The Wall Street Journal publicó una investigación titulada “Una noche de borrachera en un yate alquilado: la verdadera historia del sabotaje al oleoducto Nord Stream”. En ella, se sintetiza el resultado de la investigación afirmando que “empresarios privados financiaron la operación, que fue supervisada por un alto general ucraniano; el presidente Zelenski aprobó el plan, y luego intentó abortarlo sin éxito”.
Según la investigación publicada por el diario estadounidense, la operación constó de seis participantes, quienes alquilaron un yate de 15 metros alquilado en Alemania. El plan costó alrededor de 273.000 euros y Valery Zaluzhny, un general en funciones que reportaba directamente al entonces jefe de las fuerzas armadas ucranianas, fue el encargado de supervisar las acciones.
El pasado mes de junio, un fiscal federal de Alemania había emitido una orden de arresto contra un instructor de buceo ucraniano residente en Polonia. Esto coincide con el relato de The Wall Street Journal, que lo identifica como uno de los seis participantes.
Ahondando en detalles, la investigación publicada en el periódico narra que la planificación del sabotaje ocurrió en mayo de 2022, en un encuentro entre oficiales de las fuerzas ucranianas y empresarios privados, donde sobra la ingesta de alcohol. Un mes después, la CIA toma conocimiento del plan y advierte a la oficina de Zelenski, solicitando que detenga la operación. Ante esta situación, el presidente habría ordenado que se abortara el sabotaje, y el general Zaluzhny lo habría ignorado.
Así, el relato de The Wall Street Journal vincula al cuerpo de inteligencia estadounidense y al presidente ucraniano con el caso. Además, el periodista Bojan Pancevski, quien publicó la nota en el periódico, afirma que ya en noviembre de 2022 «los investigadores alemanes creían que los ucranianos estaban detrás de la explosión», lo que lleva a creer que Alemania fue impulsor de su propio verdugo, ya que fue el principal afectado por el corte del suministro energético ruso.
Desde Berlín, llegan intentos de alejar las culpas y limpiar la imagen propia. Por fuera de la publicación de The Street Journal, este miércoles se conocieron las conclusiones de una investigación realizada por la cadena de televisión pública alemana ARD y los periódicos ‘Süddeutsche Zeitung’ y el semanario ‘Die Zeit’. Según esta investigación, la orden de arresto emitida por el fiscal alemán no se ejecutó por decisión de las autoridades de Polonia. Además, el ex jefe de inteligencia alemán, August Hanning, afirmó que el gobierno polaco “estuvo muy implicado en la preparación del atentado”.
La respuesta llegó de parte del viceprimer ministro polaco, Krzysztof Gavkovski, quien afirmó que “claramente eso es mentira […] Polonia no participó en nada”.
Las declaraciones realizadas en Varsovia son similares a las que surgieron en Kiev. El asesor presidencial de Ucrania, Mykhailo Podolyak, declaró que “la implicación de Ucrania en las explosiones del Nord Stream es una absoluta tontería. No había ningún sentido práctico en tales acciones para Ucrania».
Lo interesante, en todo caso, es apuntar los oídos a Moscú. Desde allí, Serguéi Lavrov, Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, apuntó contra Berlín por la flaqueza de sus investigaciones, afirmando que las autoridades alemanas “deben responder a todas las preguntas sobre el sabotaje del Nord Stream”, ya que la información publicada hasta el momento «sugiere que todo esto es un montaje y que toda esta operación está destinada a distraer de algún modo a la opinión pública de los verdaderos autores, culpables, instigadores».
Además, Lavrov deja en evidencia la posición de Alemania, quien, por incompetencia o autoflagelación, podría haber permitido el mayor ataque a la competitividad de su industria. “Es vergonzoso que Alemania simplemente acepte en silencio que se le ha privado de un suministro energético a largo plazo y, por tanto, del bienestar económico que era clave para su desarrollo. Alemania mordió la bala en silencio, sin comentarios” fueron las palabras del ministro ruso. Para completar la visión del Kremlin, aclaró que “incluso si […] ucranianos participaron en esto, está claro que no pudieron hacerlo solos. Está claro que para realizar un atentado así, la orden vino del nivel más alto, como se dice, y el nivel más alto para Occidente es, por supuesto, Washington».
Otra voz de relevancia se sumó cuando el portavoz del gobierno de Alemania, Wolfgang Büchner, afirmó públicamente que la investigación de Berlín sobre el sabotaje al Nord Stream “sigue siendo prioridad absoluta”, aunque esto no cambia el hecho de que Berlín está dispuesto a apoyar a Kiev «el tiempo que sea necesario».
Sin embargo, lo llamativo ocurre cuando nos enteramos de lo contrario. El periódico alemán “Frankfurter Allgemeine Zeitung” publicó distintos documentos clasificados que adelantan una moratoria sobre el envío de ayuda a Ucrania con la intención de reducir el gasto público. Esta medida, según el periódico, llega desde el Ministro de Finanzas Christian Linder, y se enmarca en una de las cláusulas incluidas en el acuerdo de la coalición gobernante en Alemania para el presupuesto 2025.
En este escenario, el embajador ucraniano en Alemania, Oleksii Makeiev, no tardó en reclamar a Berlín los billetes que espera Kiev mientras la guerra continúe. En declaraciones ante el periódico alemán Bild, Makeiev dijo que en Kiev esperan «que el gobierno federal encuentre este año formas de financiar nuestras necesidades comunes de seguridad y que el Bundestag pronuncie su última palabra sobre el presupuesto de 2025 con firmeza y claridad».
Una semana más que interesante en el marco de la principal incógnita de la Guerra de Ucrania, donde Estados Unidos sale nuevamente ganando al alejarse del centro de la escena de los medios internacionales, mientras garantiza el flujo de sus exportaciones al viejo continente. Mientras, Rusia intenta no flaquear en la visión del conflicto como una puja geopolítica con la OTAN, siendo Ucrania el caballito de batalla elegido por Occidente. Alemania, por su parte, muestra otro signo más de la flaqueza de la locomotora europea, que parece apagarse poco a poco.
2 | Pelea por el collar
La ineptitud del Mercosur para delinear un rumbo soberano para Sudamérica se alimenta de las intenciones de sus miembros por utilizarlo como un canal para promover sus rentas primarias.
La presidencia pro témpore de Uruguay lo llevó a presidir la VII Reunión de Diálogo entre el Mercosur y China en la cual, después de seis años, se reactivaron las negociaciones en miras a obtener un acuerdo de libre comercio. El presidente uruguayo, Lacalle Pou, había mostrado públicamente su intención de retomar este espacio de negociación ya en 2018.
Finalmente, la cita se dió esta semana en Montevideo, encabezada por el vicecanciller Nicolás Albertoni y protagonizada también por la viceministra de Relaciones Exteriores, Hua Chunying. En representación de nuestro país estuvo el secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Marcelo Cima.
Al finalizar la reunión, Albertoni declaró que China “planteó un escenario interesante” y se comprometió a presentar “una hoja de ruta para el fortalecimiento del diálogo Mercosur-China”, proponiendo una nueva cita el próximo año.
Sin embargo, lo más importante, para conocer la visión del vecino oriental sobre la institución sudamericana, es que para el propio vicecanciller, “al final del día, el horizonte es abrir mercados y generar más accesos para nuestros productos” aunque sea “desde el Mercosur, bilateralmente o como sea” y que de todas formas van a “seguir avanzando en ese camino”.
En la interna, el problema aparece con Brasil, que tiene su interés en avanzar con el trunco acuerdo Mercosur-UE. Durante una sesión del senado uruguayo, el canciller Paganini declaró que “cuando llega el momento de la verdad, las cosas no son demasiado claras en cuanto a cómo se puede avanzar” por parte del Itamaraty.
Desde Brasilia, se evidencia el interés por el viejo continente. En su participación en el foro de la Confederación Nacional de la Industria, Lula da Silva fue claro sobre el acuerdo con la Unión Europea: “Que la UE se entienda con Francia, pero en el Mercosur estamos listos y estamos dispuestos a firmar. Todo depende de ellos”. Sin embargo, es sabido que la principal lucha contra el acuerdo entre los bloques llega desde la producción agropecuaria europea, harta de ver cómo la participación de sus gobierno en la Guerra de Ucrania llevó a que los precios del gasoil se disparen tras el sabotaje a los ductos Nord Stream, sumada a la restrictiva Política Agrícola Común, el Pacto Verde europeo y la masiva importación de alimentos de Ucrania y del propio Brasil. Además, es evidente la influencia de los reclamos de este sector en el volantazo que Macrón dió previo a las últimas elecciones en Francia, lo que oscurece el panorama para el acuerdo Mercosur-UE.
La conclusión que nace de lo observado esta semana vuelve a poner en el centro del debate la coincidencia, por izquierda y por derecha, de la lógica globalista. Tanto el liberalismo expresado en Uruguay, como la socialdemocracia que reina en Brasil, tienen como norte la lógica del Consenso de Washington en su vinculación con el mundo. El rumbo sudamericano, a contramano de las naciones en armas que comienzan a ordenar el nuevo esquema internacional, podrá quedar en offside en la próxima cumbre del G20 que se realizará en Río de Janeiro en noviembre de este año.
3 | Los únicos privilegiados
La semana pasada estuvo signada por los aberrantes datos de la situación social del futuro de la Argentina: sus niños y niñas.
Lejos ha quedado ya la frase que encumbraron las 20 verdades, tan repetida por Evita en sus discursos: “En la nueva Argentina, los únicos privilegiados son los niños”.
Los debates de los últimos 10 años se han preocupado más por las formas que por el fondo, en tanto todas las instituciones públicas y privadas se han preocupado por colocar el término “infancias” en vez de “niño”, una cuestión casi consolidada en los afiches observados en los últimos días.
Sin embargo, el compromiso terminológico no se sostuvo en términos sociales y políticos, sólo la desidia generalizada de toda la clase dirigente puede provocar la triste realidad de las estadísticas: de 3 pibes en la Argentina, 1 es indigente -no come lo suficiente- y 1 es pobre -no cuenta con necesidades básicas satisfechas-.
Sin apresurarse, vale la aclaración que los debates corren en paralelo y una cosa no descarta la otra. Ahora bien, la generalidad de los últimos 10 años fue la obsesión de las formas por sobre el contenido, con el corolario de una elección como la del 2019, en la cual la formalidad de sacar al que estaba nos llevó a padecer uno de los peores presidentes de la democracia.
En el presente, el debate de hoy de globalismo o soberanía, las políticas públicas en torno a la niñez también imprimen su contenido.
Dentro de los globalistas, los neoliberales optan por el libreto de siempre, la reducción del déficit fiscal y la liberalización de la economía como puntapié para que las fuerzas del dinero logren derramar sus flujos para terminar con la miseria. Por su parte, los socialdemócratas optan por la consolidación de la injusticia, aunque con la zanahoria de poder congelarla: ni más ni menos desigualdad.
El camino que se elige en este último caso es el de los subsidios universales. En cuanto a la niñez, nació de la mano de la propuesta de Elisa Carrió, la Asignación Universal por Hijo, que tomó la presidencia de Cristina Fernández y se consolidó como una de las principales banderas de los autodenominados “cristinistas”. En los gobiernos posteriores, más allá del color político, si bien se dejaron atrás las políticas industriales y de protección del trabajo argentino, se dio continuidad al subsidio universal.
Cuando nos tocó atravesar el último experimento socialdemócrata, se consagró para la televisión la mesa de “Argentina contra el Hambre”, que derivó en la creación de la Tarjeta Alimentar. El plástico financiero reemplazó la cercanía de la ayuda social de poner la jeta y entregar la mercadería a quienes la necesitaban, por una tarjeta de débito en la cual la burocracia estatal deposita dinero para solventar el consumo.
El punto cúlmine del fracaso del subsidio como posibilidad de resolver la injusticia social en los más pequeños se cristalizó con el presente gobierno. Mientras la cifra que se percibe por AUH aumentó un 484% desde agosto del año pasado y la de la Tarjeta Alimentar supera el 300% -frente a una inflación de 235%-, la pobreza en la franja que va de 0 a 17 años es de 70,6% y la indigencia es del 30,8%, cuando el año pasado era del 55,7% y 13,3%, respectivamente.
Los chicos bajo la línea de pobreza son 4,47 millones, contra 3,85 millones en 2022. Para poner la cifra en términos relativos, los niños pobres pueden llenar casi 53 veces el estadio Monumental.
El gran problema que atraviesa la Argentina es la falta de trabajo, más que de dinero. La pobreza que se ha multiplicado en la última década fue fruto de la destrucción del aparato productivo industrial, que viene siendo castigado desde 1976 por políticas antinacionales, con la cifra actual de un 50,1% de trabajadores ocupados en la informalidad.
Las prestaciones sociales, producto del deterioro del mercado interno y la pérdida del poder adquisitivo del salario, han derivado en una ilusoria ayuda social de dinero que no sólo no alcanza para cubrir las necesidades, sino que tampoco resuelven el problema de fondo y por otra parte implican cada vez más mayores erogaciones de dinero público.
De igual modo que las Lebac o las Leliq implican una espiral de emisión para cubrir los intereses que la misma deuda, obligan a aumentar los subsidios públicos para “solucionar” la pobreza generando una espiral de emisión monetaria para paliar la pérdida del poder de compra de esos mismos subsidios, por dinero generado sin respaldo de trabajo y producción.
Actualmente, las prestaciones alcanzan para comprar un litro de leche por día. Si observamos el dinero que se cobra por AUH, de los $64.808 mensuales se deducen $2.124 diarios. Si a eso le sumamos la Tarjeta Alimentar cuando el chico tiene menos de 14 años, por $52.250 mensuales, la familia percibirá por su hijo $1.713 por día, con suerte 1 tercio de kilogramo de carne. Si el niño transcurre los primeros 1000 días de vida, percibirá la familia la suma de $30.550, es decir, mil pesos por día, ni siquiera un kilo de fruta.
Cabe aclarar que todas estas prestaciones son siempre y cuando hablamos de personas desocupadas, informales, servicio doméstico y monotributistas sociales. En el caso de los asalariados, los mismos podrán percibir asignaciones familiares, siempre y cuando sus salarios brutos sean menores a 3 millones de pesos y que cada uno de sus miembros no perciba un ingreso bruto mayor a $1.660.759. Esas asignaciones oscilan entre 40 mil y 8 mil pesos, dependiendo la escala de ingresos que tengan hasta el techo mencionado.
Argentina requiere políticas públicas urgentes para el segmento más pequeño de su sociedad, que prioricen el acceso al trabajo digno por parte de sus padres y la construcción de hogares, más que seguir en el camino interminable de depositar dinero en cuentas como método para solucionar un problema que es antes que nada humano y social, y en el último de los casos financiero.
4 | La timba seduce
El esquema económico celebra un pequeño verano político y financiero, adobado por los escándalos del ex presidente y la recuperación de bonos y acciones, tras las caídas de las bolsas de la última semana.
Sin embargo, la aparente calma financiera convive con un cementerio de industrias y un abrupto aumento de la desocupación y la pobreza.
El objetivo oficial es el de siempre: conseguir fondos para llegar a las próximas elecciones sin saltos cambiarios. En la última semana, la Secretaría de Finanzas volvió a tomar deuda por $1,59 billones, frente a los vencimientos que tenía por $1,26 billones.
La nueva estrella de los bonos públicos se llama Lecap y capitaliza los intereses al vencimiento, lo que se denomina anatocismo y que en otras épocas era considerado un pecado de usura. El funcionamiento es simple: se toma una deuda a menos de un año, que cada mes incorpora los intereses al capital.
Ahora, el gobierno se jacta de no reunir reservas, en tanto apuesta a que el frío de la economía obligue a los argentinos a volcar sus ahorros en el mercado para pagar impuestos y el consumo de subsistencia. Por otro lado, se apuesta a contraer nueva deuda mediante el sistema denominado Repo, que consiste en ofrecer activos en garantía a cambio de una nueva financiación, esta vez los activos son los lingotes de oro que viajan cada semana a Londres.
La contrapartida es un descomunal aumento de la deuda pública, que según la Secretaría de Finanzas fue de U$S 10 mil millones en julio y, en lo que va del año, de U$S 82 mil millones, con un stock total de deuda bruta de U$S 452 mil millones.
El sector productivo tiembla ante el avance del RIGI, por su desplazamiento en la compra de insumos para los únicos sectores que actualmente funcionan: agro, minería y energía. La reglamentación de la ley será clave: si bien el art. 174 prevé que por cada inversión superior a los U$S 200 millones deberá proponerse un mínimo del 20% del monto en proveedores locales, se aclara que esto se aplicaría “siempre y cuando la oferta de proveedores locales se encuentre disponible y en condiciones de mercado en cuanto a precio y calidad”, por lo cual las importaciones de China podrían tranquilamente ofrecer mejores condiciones que la industria nacional. Asimismo, tampoco queda claro si los proveedores locales deben ser Sociedades radicadas en el país o cuyo capital accionario es en su mayoría nacional.
Mientras tanto, en la Secretaría de Comercio avanzan los trámites para archivar las medidas antidumping y acortar el tiempo de las investigaciones. El objetivo es reducir las investigaciones a 18 meses y, si no se resuelven en ese plazo, archivarlas.
Nuestro país tiene 298 medidas antidumping contra mercadería extranjera, mientras que Estados Unidos, la meca liberal, mantiene 620. De la totalidad de nuestras medidas, 53 están dirigidas a China, aunque el gobierno ordenó mandar a revisión 34, pese a la retórica anticomunista. Para aclarar, las medidas se aplican cuando un producto presenta un precio de importación (FOB) inferior al que registra en el país de origen, es decir, que se arbitran prácticas para colocar a un menor precio productos en el extranjero que en su propio país se pretenden cobrar a más precio, es una práctica de deslealtad comercial. Las penalidades de las medidas incluyen aranceles sobre el precio (ya sea en términos absolutos o relativos), o bien montos mínimos de precio para ser importados.
Frente a la necesidad de inundar el país de dólares para mantener el tipo de cambio sin vaivenes, los argentinos son tentados mediante el blanqueo a declarar e ingresar sus ahorros para subsistir o pagar impuestos. Sin embargo, los cálculos más optimistas estiman que solo U$S 10 mil millones serán exteriorizados, con una ínfima proporción ingresados en el sistema.
Persiste la obstinación argentina por dolarizar su ahorro y mantenerlo crocante fuera del sistema, mientras que desde el gigante norteamericano celebran esta práctica, que no es sólo nuestra, sino global.
Cuando atesoramos nuestros activos en dólares le estamos prestando dinero a Estados Unidos a una tasa 0 o una tasa real negativa, pues absorbemos la inflación que existe en la economía doméstica del norte. Mientras tanto, los Estados nacionales, provinciales o las grandes compañías buscan préstamos en dólares a cualquier tasa posible.
La criminalidad (de lesa Patria) que implica beneficiar al más grande es flagrante: les garantizamos un rendimiento natural sobre su propia moneda y absorbemos la inflación de su economía, a costa de beneficios de cortísimo plazo y de entrar en crisis financieras cíclicas. Les prestamos dinero gratis o a pérdida, y les pedimos prestado dinero a grandes tasas usurarias.
5 | Física Patria
Una vez más, la argentina es galardonada por la comunidad científica global.
Marina Huerta y Horacio Casini, científicos de la Comisión Nacional de Energía Atómica y el Centro Atómico Bariloche fueron distinguidos con la Medalla Dirac 2024, uno de los reconocimientos más prestigiosos a nivel mundial, entregado desde 1985 por el Centro Internacional de Física Teórica.
Además de su función como científicos allí, Marina y Horacio son investigadores del CONICET y docentes del Instituto Balseiro en Bariloche.
El Centro Internacional de Física Teórica los reconoció como pioneros en la comprensión de la entropía cuántica en la gravedad y la teoría cuántica de campos. Lo novedoso de su trabajo es la aplicación de los conceptos de la entropía en la teoría de campos, algo disruptivo para la física teórica. Con ello, abordaron la irreversibilidad del llamado grupo de renormalización (es decir, en cómo cambian los postulados teóricos de la física al estudiarse a diferentes escalas, al variar tamaño y energía).
Esto implica un gran aporte a la teoría que sustenta, por ejemplo, la técnica usada en la física matemática y estadística.
“Con todo esto se abrió una infinidad de trabajos, la comunidad vio algo interesante” comentó Marina Huerta, a lo que Horacio agregó: “cualquier avance que uno haga en la entropía da la impresión de que nos está acercando a algo muy importante”.
Desde la propia Comisión Nacional de Energía Atómica, se hizo público también el valor que estos científicos le suman al reconocimiento de nuestra Nación: “Es un orgullo y un honor que dos investigadores de nuestra comunidad reciban este reconocimiento internacional, el cual es uno de los premios más prestigiosos de la física. Más aún cuando se trata de investigación realizada íntegramente en nuestro país”, afirmó Daniel Domínguez, responsable de la Gerencia de Física de la CNEA.
En Argentina, antes de Huerta y Casini, otros dos físicos teóricos habían recibido la Medalla Dirac: Juan Martín Maldacena en 2008 y Miguel Virasoro en 2020.
Hasta en los contextos de más profundo vaciamiento continúan brotando, a lo largo y ancho de nuestra Patria, los motivos para sentirse orgullosos de nuestro Pueblo.