Por Juan Arce – Abogado UBA
En estos últimos días fue noticia la compra de la plataforma Twitter por el magnate Elon Musk por el monto de 44.000 mil millones de dólares; monto que nos recordó inmediatamente la deuda contraída por el gobierno de Macri con el Fondo Monetario Internacional para garantizar la fuga de capitales. Este empréstito se convirtió en un nuevo ancla que condena el progreso y crecimiento de nuestro país, exigiendo que el encargado de levantarla sea, otra vez, el pueblo trabajador.
Elon Musk (CEO de Tesla), entre otras empresas, representa hoy una nueva transformación del capitalismo, donde las empresas digitales están en el centro de la economía global. El conjunto GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) son las compañías preponderantes en la economía digital con ganancias que superan el PBI de muchos países. Uno de los factores del crecimiento de estas nuevas empresas se encuentra en la concentración de las inversiones mundiales, después del 2008, como explica Yanis Varoufakis. Los bancos centrales del G7 comenzaron a alimentar las finanzas globales con la emisión de dinero que los financistas prestan a las corporaciones y estas luego lo utilizan para recomprar sus acciones. Muchas de las empresas digitales no son rentables, pero apuestan a acaparar casi la totalidad del mercado para lograr ganancias.
Nos encontramos ante un nuevo modelo de negocios, las plataformas que poseen gran capacidad de extraer y comercializar datos, logrando que todos trabajemos para ellas: publicando comentarios en las redes, valorando publicaciones o aportando constantemente nuestra ubicación.
Estas nuevas empresas no han significado mejoras para los trabajadores y las trabajadoras. Las nuevas modalidades de trabajo han tensado las redes de solidaridad históricas y amenazan con profundizar la precarización laboral.
Son conocidas las posturas anti sindicales de empresas como Amazon, Google, o, en nuestro país, de las plataformas de reparto como Pedidos Ya y Rappi. Estas medidas tienen el objetivo de desdibujar el carácter de trabajador de sus empleados e identificarlos como colaboradores, buscando así minimizar las protecciones laborales y de la seguridad social y así evadir las leyes de la materia. Sin embargo, su implementación no ha resultado fácil para estas empresas digitales, que comenzaron a ver las respuestas colectivas a los intentos de avasallamientos de derechos fundamentales.
A principios del mes de abril se conformó en Nueva York el primer sindicato de Amazon. Los trabajadores y trabajadoras de la planta de Staten Island JFK8 ganaron la votación a pesar de la persecución contra su líder Christian Smalls, quien había sido despedido por solicitar medidas de protección contra el COVID-19. Previamente, en una planta de la misma empresa en Alabama, había fracasado el intento de crear un nuevo gremio. En dicho sitio Amazon habría realizado distintas reuniones alertando sobre los costos de sindicalizarse y los perjuicios que ello traería para el grupo trabajador. Claramente esto no desalentó ni frustró a los miles de empleados a la hora reivindicar sus derechos.
El gigante Google no sido ajeno a estos conflictos, y a pesar de su resistencias, se conformó el sindicato Alphabet Workers Union, afiliado a la CWA, con el objetivo principal de garantizar la igualdad en el trabajo y velar por la observancia de los principios éticos en el modelo de negocios. Uno de los cuestionamientos principales de este nuevo gremio ha sido dirigido a los negocios en materia de militar de Google con el Pentágono.
Otro caso testigo es el de España, donde los trabajadores de plataforma organizados en colectivos como ‘Riders X Derechos’ lograron victorias judiciales que reconocieron el carácter dependiente de los repartidores y repartidoras con empresas como Deliveroo, quedando en evidencia que eran falsos trabajadores autónomos. Estos logros desembocaron en la sanción de una nueva norma denominada Ley Rider, que reconoció el carácter de ‘trabajador asalariado’ e introdujo la posibilidad de auditar los algoritmos que evalúan y otorgan tareas a los repartidores.
En nuestro país la organización gremial en las plataformas de reparto ha sido motorizada por Asociación del Personal de Plataforma (APP) y la Asociación Sindical de Motociclistas Mensajeros y Servicios (A.Si.M.M.) quien posee la Personería Gremial para la representación de los repartidores en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos. Los gremios han llevado adelante distintas acciones para que se reconozca el labor de los empleados, objetivo que por el momento no se ha conseguido. Cabe destacar, y resulta llamativo, que el congreso nacional no haya avanzado con ninguna de las propuesta para regular las nuevas relaciones laborales.
El peligro de no atender estas nuevas realidades, se vió en lo sucedido con la empresa Mercado Libre, también reticente a los reclamos gremiales, quien acordó un Convenio Colectivo con el Sindicato de Carga y Descarga en dónde se flexibilizaron los derechos laborales (CCT-1591/2019).
Son varios los ejemplos de organización colectiva dentro de estos gigantes digitales; quienes a pesar de contar con muchas herramientas de control o la posibilidad de desconectar a los trabajadores de sus aplicaciones -despido encubierto en las plataformas de reparto-, no han podido impedir la creación de nuevos sindicatos y la asociación de sus trabajadores.
En fin, todo ello demuestra que las redes entre los trabajadores y trabajadoras no se han roto y permanecen firmes ante la búsqueda incesante, por parte de las nuevas corporaciones, de fracturar la organización del movimiento obrero que ha sido una constante en la historia.