Éxodo, renunciamiento y reflexión


“No debe ser muy difícil morir por una causa que se ama”

Por Santiago Giraudo

Esta conclusión nos dejaba Eva Perón en su libro “La Razón de mi vida” y quiero iniciar con ella porque refleja el espíritu del pueblo argentino, que hoy está apagado, pero no por eso debemos inferir que está vencido. ¿Hoy está apagado? Puede ser, con una realidad tan triste y una fuerte crisis de representación política, es difícil que esa llama combativa esté encendida, esa llama por la que Eva Perón nos enseñaba que se podía morir por una causa, por una idea. Para no caer en el desaliento, debemos conocer nuestro pasado, porque es allí donde tenemos los ejemplos de quienes han luchado por la liberación de la patria y por la felicidad de los humildes. Porque conociendo nuestro pasado, fortalecemos nuestra conciencia, aquella que Perón nos decía: “el renacimiento de una conciencia de los trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la patria”. Bien sabemos que sin conciencia no hay identidad, y sin identidad, no hay soberanía.

¿Qué ocurría un 23 de agosto? El 23 de agosto de 1812, una gesta heroica daba inicio. Manuel Belgrano y el pueblo jujeño marcharon para evitar el enfrentamiento con el ejército realista de Pío Tristán. Belgrano sabía que las tropas realistas avanzaban y llegarían muy pronto a Jujuy, hambrientas, con mucha sed ycon la ilusión de abastecerse allí. Es por ello que, mediante un bando militar, apelando a un profundo sentimiento de patria, que recién se estaba gestando, dispuso que no había que dejar nada a los realistas, ni casa, ni alimento, ni un solo objeto que pueda ser de utilidad. El pueblo jujeño se llevaba todo lo que podía en carretas, mulas y caballos, incendiando además todo lo que dejaban allí. Imaginen hoy este hecho y trasládenlo al presente. ¿Qué tan dispuestos estamos hoy de dejarlo todo, hasta nuestro propio hogar, por una causa colectiva?

Ese heroico pueblo jujeño marchó custodiado por el ejército de Belgrano mientras que la retaguardia era defendida por 200 hombres con el Coronel Díaz Vélez a la cabeza, reforzado por un reciente regimiento formado para llevar adelante esta gesta, porque cuando el pueblo encuentra un conductor no hay nada que lo pare. Este flamante regimiento era el de los “Decididos”, una formación de jóvenes jinetes de entre 14 y 17 años, ¡que maravillosa esa juventud!. Así caminaron más de 250 km durante 5 días, este hecho que se proclamó “el éxodo jujeño”. Un pueblo que confió, que lo dejó todo por un sueño. Ahora bien, ¿fue todo el pueblo jujeño? Claro que no, estaban los “desnaturalizados” -los denominó Belgrano-, aquella oligarquía que no quiso dejar sus ranchos, sus propiedades; y aferrándose a ella, tomaron contacto con los realistas para que les garantizaran su propiedad privada al llegar el ejército de Pío Tristán. Belgrano los dejó allí, ¿por qué habría de esperarlos?, si la inmensa mayoría del pueblo jujeño fue tras la epopeya. Belgrano no esperó, no “consensuó”, palabra muy de moda hoy día.

Bernardino Rivadavia, entonces designado como Secretario de Guerra por el Primer Triunvirato, había ordenado a Belgrano retroceder hasta Córdoba ya que, para él, la Argentina se reducía a su puerto porteño y llegaba a Córdoba y nada más, por lo cual, no le era necesario luchar por ese Norte originario.

¿Qué hizo Belgrano? Con los oídos en el pueblo, que clamaba por luchar, le envía a Rivadavia esta carta: “¡Dios quiera mirarnos con ojos de piedad, y proteger los nobles esfuerzos de mis compañeros de armas! Ellos están llenos del fuego sagrado del patriotismo, y dispuestos a vencer o morir con su General”[1]. Este conductor junto al pueblo jujeño se enfrentó en Tucumán, en el Campo de las Carreras ante el ejército realista. Las fuerzas eran muy dispares, 1.800 hombres del ejército patriota, en el cual se exhibían todos los rostros de la América profunda: mujeres, ancianos, niños, gauchos, soldados uniformados, ante 3.200 realistas, pero la batalla se dió, Belgrano no especuló, ni hizo cálculos de “correlación de fuerzas”, estaba convencido de esa llama antiimperialista, hasta que un 26 de septiembre se rindió el jefe realista. La rebeldía a Rivadavia dio resultado de victoria en el campo de batalla.


“Los pueblos no avanzan sin conductor”

“Los grandes hombres no tienen su causa en el medio en que se desarrollan, pero tampoco los pueblos solos pueden avanzar en la historia sin tener quien los conduzca. Por eso no todos los siglos, ni los pueblos, tienen la gracia de encontrar al hombre que necesitan. Y es una verdad indiscutible que los pueblos sienten necesidad de grandes encarnaciones; es así como pueblos que no las han tenido, han exaltado a ciertas figuras imaginarias, como hicieron los romanos con Rómulo y los españoles con el Cid, figuras casi mitológicas, convirtiéndolas en personajes más o menos gloriosos, que pasaron a ser arquetipos de la nacionalidad. Al mirar la historia de la humanidad desde este punto de vista, no encontramos otra cosa que pueblos en busca de grandes hombres y, también muchas veces, hombres en busca de grandes pueblos. Cuando se encuentran los dos, entonces el siglo se viste de gloria y marca la historia una página brillante, para que en ella se escriban sus hazañas y sus nombres. Lo importante es que los dos, pueblo y genio, se encuentren.”[2]

Ciento treinta años después, de esta manera en una de sus clases en la Escuela Superior Peronista, Eva Perón describía lo que había ocurrido en ese éxodo jujeño. ¿Por qué citamos a Eva Perón? Porque también un 23 de agosto, en esa madrugada del año 1951, la CGT había declarado huelga general, a excepción de los trabajadores del transporte para que cumplieran la labor de trasladar al pueblo, gratis, hacia la Avenida 9 de julio para realizar el “Cabildo Abierto del Justicialismo”, donde se especulaba que el Partido Peronista postularía a Eva María Duarte de Perón como candidata a vicepresidenta en la reelección de Perón para el período presidencial 1952-1958. Otra vez, el mismo día, el pueblo se movilizaba tras un conductor, y conductora ahora también. A Belgrano en aquel entonces lo caracterizó la rebeldía, haciendo caso omiso a Rivadavia y combatiendo en Tucumán. ¿Qué caracterizó a Eva Perón ese día? La humildad. “Les digo hoy que prefiero ser Evita, porque siendo Evita sé que me llevarán siempre muy dentro de su corazón… sobre mis débiles espaldas de mujer argentina ustedes cargan una enorme responsabilidad. No sé cómo pagar el cariño y la confianza que el pueblo deposita en mí. Lo pago con amor, queriendo a Perón y queriéndolos a ustedes, que es como querer a la Patria.” (Discurso de ese día).

Sabemos que Evita renunció a los honores y no a la lucha. “Yo, en mis luchas diarias-y ustedes lo habrán visto-, para ser una buena peronista, trato de ser más humilde, trato de arrojar fuera de mí cualquier vanidad que pudiera albergar mi corazón. Yo no podría ser la esposa del General Perón, ni buena peronista, si tuviera vanidad, orgullo y, sobre todo, ambición, porque la ambición es el espíritu oligarca que perdería completamente a nuestro Movimiento”.[3]

Tenemos ejemplos de lucha, tenemos ejemplos a imitar, de dirigentes rebeldes y humildes, de una masa que es pueblo porque ya tiene conciencia y personalidad, es allí donde anida lo relevante de la nación para la concepción justicialista, no son los recursos naturales, ni dirigencias pasajeras, es el pueblo organizado, ese pueblo del éxodo jujeño, ese pueblo del 17 de octubre, ese pueblo que fue a pedir por Evita.

Sucede que transitamos una etapa donde no se cumple lo que ocurrió tanto en el “éxodo” como en el “renunciamiento”, que es ese encuentro entre pueblo y conductor, condición sine qua non para la solidez del Movimiento. Siempre es pueblo y conductor. No hubiese ocurrido el “17 de octubre” sin las realizaciones del Coronel Perón como Secretario de Trabajo y Previsión, y sin la movilización del pueblo aquel día, clamando por él y Perón no hubiese sido presidente de los argentinos. Entonces se produce lo que vivimos ahora, que el espíritu de época es la “resignación”, que nos sentimos estancados, que la bronca se hace presente en cada encuentro, pero por sobre todo, son tiempos de búsqueda. Necesitamos audacia, estar dispuestos no solo a hacer, sino a hacer lo que el momento histórico demanda, Belgrano y Evita lo entendieron, aprecio que lo que hoy necesitamos es fabricar la nueva montura que nos permita cabalgar hacia la evolución, como nos enseñó Perón, y para ello debemos tener capacidad de creación, y sin conciencia, la creación jamás llegará. Aquí dejo mi aporte para seguir fortaleciendo nuestra conciencia nacional.

Los tiempos apremian, ya nos lo advirtió Evita, “Nuestra patria dejará de ser colonia, o la bandera flameará sobre sus ruinas”. Pero nos legó un camino de fe, porque también nos definió como el “Continente de la Esperanza”.


[1] Instituto Histórico Belgraniano Ituzaingó, “Manuel Belgrano Ideas en acción para una patria posible” Pag 49

[2] “Eva Perón Clases y Escritos Completos” Editorial Megafón, Pag 22

[3] “Eva Perón Clases y Escritos Completos” Editorial Megafón, Pag 75

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