Desafíos del trabajo y la organización gremial ante la Pandemia del Covid

Si bien en principio la idea de trabajar en casa parece acogedora, el teletrabajo esconde muchas trampas: jornadas de trabajo extensas, requerimientos a cualquier hora del día por parte del empleador, utilización de muebles y computadoras del hogar para el trabajo, la provisión de condiciones dignas de trabajo en materia de seguridad e higiene se pone a cargo del trabajador y, para más, soledad de los trabajadores y trabajadoras frente a sus empleadores.


Por Juan Arce – Abogado UBA

Uno de los temas más debatidos y analizados durante esta pandemia ha sido el trabajo, la parálisis de la economía generada por la cuarentena preventiva ha golpeado fuertemente al mundo laboral.

Múltiples desafíos se abren en este ámbito, a grandes rasgos podríamos dividirlos en dos: por un lado, el más preocupante, es cómo sostenemos el empleo evitando el crecimiento de la desocupación y la pobreza. El segundo desafío que enfrentamos son las transformaciones aceleradas del mundo laboral con el teletrabajo y la economía de plataformas.

Los datos difundidos por la Organización Internacional del Trabajo a través de su observatorio en el cuarto informe Covid19, advertía que durante el segundo trimestre del año 2020 existiría una reducción en cantidad de horas de trabajo en un 10,7%, aproximadamente, con respecto al último trimestre de 2019, lo que corresponde a 305 millones de empleos a tiempo completo (considerando una semana laboral de 48 hs.), esta situación se agrava en las Américas con una disminución del 13,1%.

El organismo internacional también alerto sobre las consecuencias en el trabajo informal, en su tercer informe señala que 1600 millones de trabajadores de la economía informal, que representan un 76% del total en el mundo, se verían afectados por las medidas de confinamiento.  En las Américas concretamente la OIT prevé una reducción de más de 80% en los ingresos de este sector.

En la Argentina, la economía informal gana terreno año tras año, las constantes crisis económicas han vulnerado fuertemente la estructura económica social de nuestro país, esta se ha fragmentando creando realidades muy diferentes para los trabajadores según el nivel del ingreso y protección social. El economista y periodista Ismael Bermúdez detalla que en nuestro país existen alrededor de 5.078.000 trabajadores no registrados, los cuales no reciben aporte a la obra social o contribución a la jubilaciones, representando este número aproximadamente un 35% de los asalariados. La situación se agrava si sumamos a los trabajadores monotributistas, lo que demuestra la vulnerabilidad del empleo en Argentina. Cabe destacar que lo números provienen del último trimestre del 2019, por lo que habrá que prever peores datos para los próximos meses.

Estos números seguramente explican la rápida inserción de las Apps de delivery en nuestra vida cotidiana, las calles muestran la explosión de repartidores de Rappi, Globo, Pedidos Ya o Uber Eats, la pandemia ha hecho más visible a estos nuevos trabajadores que cumplen funciones esenciales de envíos mientas la sociedad permanece en cuarentena

Los repartidores, en su mayoría jóvenes, han encontrado en estas aplicaciones un sustento laboral, claramente aprovechados por las empresas que no los reconocen como empleados sino como colaboradores, siendo las aplicaciones un elemento más de lo que llaman economía colaborativa. Bajo este concepto de colaboración encubren relaciones de dependencia y precarizan a sus trabajadores.

La economía de plataformas como se la ha denominado a las distintas aplicaciones o servicios (Mercado Libre, Uber, Airbnb, etc.), que intermedian entre vendedores y clientes, han puesto en tensión al derecho laboral al no reconocer el carácter de trabajadores a las personas que realizan sus servicios, esto se evidencia con claridad en las apps de delivery que mencionábamos anteriormente.

El repartidor se ve sujeto a arbitrariedades como la obligación de realizar repartos a grandes distancia desde donde se encuentra, depender de las comisiones que definen unilateralmente las empresas  y que no siempre abonan en tiempo y forma, no contar con herramientas de protección o ART, por lo que si se accidentan haciendo un envío pierden su fuente laboral y ante cualquier reclamo que realicen son bloqueados de las aplicaciones sin ninguna explicación.

Otra de las nuevas formas de trabajo que se ha incrementado durante la pandemia del Covid-19 ha sido el teletrabajo (tema que ha sido aborda en profundidad en la nota: Trabajo, teletrabajo y Pandemia, una Reforma pendiente), recluidos en nuestras casas muchos trabajadores se ha iniciado en esta nueva modalidad con pocas herramientas y nula capacitación.

Si bien en principio la idea de trabajar en casa parece acogedora, el teletrabajo esconde muchas trampas con jornadas de trabajo extensas, requerimientos a cualquier hora del día por parte del empleador, utilización de muebles y computadoras del hogar para el trabajo, etc.

A tal panorama desalentador, debemos sumarle la soledad de los trabajadores y trabajadoras frente a su empleador, quien muchas veces aprovecha este estado de vulnerabilidad para no respetar sus derechos fundamentales.

Uno de los rasgos principales en esta nueva modalidad laboral es el derecho a la desconexión  y a establecer pautas claras que ordenen la jornada laboral.

Este derecho es reconocido por la nueva ley de teletrabajo que se debate en el Congreso Nacional.  El proyecto que obtuvo media sanción en diputados establece en su art. 6º la potestad de desconectarse del trabajador, no pudiendo el empleador exigirle tareas fuera de sus jornada e impidiendo que se sancione al empleado por el uso de este derecho.

Otros puntos destacados de la norma es la voluntariedad y la reversibilidad,  en su art. 7º  la ley  dispone “El traslado de quien trabaja en una posición presencial a la modalidad de teletrabajo, salvo casos de fuerza mayor debidamente acreditada, debe ser voluntario y prestado por escrito, por otro lado la reversibilidad se determina en el art. 8º, donde describe que aquel trabajador que trabajara de forma presencial y optara por la forma de teletrabajo podrá revertir su decisión.

Si bien resulta un avance interesante esta nueva legislación regulando un aspecto nuevo del mundo del trabajo, no debe dejarse de lado que el trabajo presencial será y seguirá siendo el principal elemento productivo.

El trabajo de plataformas y el  teletrabajo  dan señales sobre el futuro del trabajo, mayor trabajo remoto, orden impartidas por aparatos tecnológicos, algoritmos que definen tareas o las evalúan, mayor soledad en los puestos de trabajo, inserción paulatina de la inteligencia artificial, son algunos de los ejemplos que empezamos a avizorar.

Grande es el desafío de los sindicatos quienes deben mantener las redes de solidaridad de trabajo, ya sea teniendo relación personalizada con cada trabajador que desempeñe tareas de su hogar o contactando a los repartidores de las apps. Así también promoviendo la regulación de estas nuevas modalidades que aprovechan los huecos de derecho huyendo de todo control.

Ante esta nueva realidad, podrán decir el trabajo asalariado ha muerto, ahora somos todos colaboradores e inundaran los medios y la redes con lo grandes beneficios por venir. La organización colectiva gremial deberá luchar contra estas falsas promesas y defender los derechos laborales. También crear nuevos como el derecho a la desconexión, que de novedoso parece tener poco frente a las luchas por la jornada laboral de 8 horas desde hace 100 años.

Lo central sigue siendo mantener la dignidad del trabajo y garantizar la condición de trabajadores, como lo viene realizando el gremio lanzado por los Movimientos Sociales, la Unión de Trabajadores de la Economía Popular, que busca representar a las personas que desarrollan tareas en la economía informal, como los recicladores urbanos, cooperativistas, personas que desarrollan tareas de cuidados, entre otros para que puedan acceder a una obra social, aporte jubilatorios o sueldo anual complementario.

Por ello, ante una realidad tan dinámica acelerada en sus cambios por la pandemia del Covid 19,  resulta fundamental la organización sindical. Como menciona el Papa Francisco estos son los centinelas del atalaya, que vigilan desde la muralla de la ciudad del trabajo, pero su tarea no solo es proteger a los que están dentro de las murallas sino también a los que están fuera, protegiendo los derechos laborales del que no los tiene o ha sido excluido del trabajo.

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