Crisis energética global. La lucha por el futuro.

Publicado el Por Repliegue

Autor: Marco Stiuso

En todo el mundo, los medios de comunicación comienzan a denunciar el peligro de una crisis global relacionada a la energía. “Se avecina una crisis energética mundial y no tiene una solución rápida” publicó la CNN el 7 de octubre pasado. Otros, como EuroNews, ya comparan la situación con lo acontecido en la crisis del petróleo de 1973. Enfocados en la dificultad para abastecer la creciente demanda en el contexto de la pos-pandemia, los medios y la opinión pública en general muestran preocupación tanto por la destrucción del medioambiente como por la capacidad industrial de los países para satisfacer las necesidades urbanas. 

El aumento exponencial de los precios de la electricidad y el gas en Europa, los constantes apagones en ciudades e industrias enteras en China, el afán por conseguir carbón en la industria india, y las tensiones entre la Unión Europea y Vladimir Putin por el abastecimiento de energía rusa al viejo continente de cara al invierno, son algunos síntomas cuyo análisis aislado demostraría una ignorancia de lo que demuestra ser ya una tendencia global generalizada. Sin embargo, entre los casos mencionados, se destacan dos grandes perdedores de esta crisis que se avecina: Europa y China.

En el continente europeo la situación se agrava día a día: las facturas de electricidad muestran aumentos exponenciales en España y Francia. El gobierno de Austria, por ejemplo, ha “avisado” a su propia población sobre el riesgo de un posible apagón en toda Europa. Incluso, el propio gobierno de Alemania, motor industrial del viejo continente, lanzó un video público a todo el país brindando prácticas y consejos para el manejo doméstico en el caso de apagones, proponiendo la cobertura de ventanas con mantas térmicas y la improvisación de calefactores caseros con velas y macetas. Una situación que sin dudas denota, al menos, preocupación ante la escalada y profundización de la crisis en el corto y mediano plazo.

El otro gran afectado por la escasez de suministros energéticos es China. El gigante asiático se encuentra en serios problemas para abastecer su industria local. De hecho, los constantes apagones que han sufrido múltiples ciudades chinas no corresponden a la incapacidad del servicio público de distribuir la energía, sino que son acciones deliberadas del gobierno. El estado chino está racionalizando la energía, determinando momentos de shock en ciertas ciudades para repartir los recursos de manera estratégica y centralmente planificada.

De esta manera, la situación es realmente alarmante, ya que las preocupaciones y los reclamos en torno a ella no se basan únicamente en la capacidad global de generar la oferta necesaria para la demanda de bienes y servicios. Sumado a ello, los movimientos ambientalistas de todo el mundo postulan que la crisis podría generar una sobreexplotación de recursos que dañe aún más el entorno en el que vivimos. El carbón está siendo altamente demandado en distintos focos industriales (principalmente en China e India), mientras que las fuentes de energía renovables no son ni serán suficientes para llenar el vacío energético. Mientras tanto, el gas natural parece ser la clave para amortiguar la situación de cara a la transición hacia la energía renovable y sustentable, y su precio sube día a día.

Sin embargo, la problemática resulta mucho más interesante al abordarla desde una visión geopolítica y de pugna por el poder en el plano internacional. La contracara de la situación de China y Europa como perdedores la muestran las dos potencias internacionales que están en condiciones de autoabastecer su industria: Estados Unidos y Rusia.

Desde el año 2010, y a un ritmo constante y progresivo, Estados Unidos ha comenzado a explotar sus reservas de shale gas y shale oil, en lo que muchos han llamado la “Shale Revolution”. A partir de este fenómeno, los costos energéticos para la industria nacional han bajado bruscamente en la economía norteamericana, lo que otorgó las condiciones necesarias para que Donald Trump desplegara su plan de desarrollo industrial. Asimismo, esta capacidad de autoabastecimiento energético explica, en parte, las retiradas del Tío Sam en distintos conflictos de Medio Oriente bajo su gestión.

Por el lado de Rusia, Vladimir Putin siempre ha considerado a la energía como el recurso vital del país, no sólo para su desarrollo interno, sino también para su inserción internacional. Ya en el año 2010, el mandatario ruso criticaba la decisión de Alemania (bajo el mandato de Ángela Merkel) de abandonar la energía nuclear por cuestiones ideológicas relacionadas al ambientalismo. Hoy, la Unión Europea apunta contra Rusia por “falta de cumplimiento en los plazos estipulados” para el abastecimiento de energía, aunque desde el Kremlin desmienten los dichos, alegando que los flujos de recursos energéticos se corresponden con las compras europeas. Sea cual fuere la realidad, lo cierto es que existen tensiones y que el centro de la cuestión, la energía, está en manos rusas.

En términos geopolíticos, la lucha de Estados Unidos no es, en este caso, con Europa, sino con China. La constante puja entre ambas economías desde la asunción de Trump en lo que muchos llamaron “guerra comercial”, no fue más que la búsqueda del presidente norteamericano por poner en valor el entramado productivo y el trabajo nacional por sobre la creciente influencia china en la economía mundial. Apoyado sobre la sólida base de un país abastecido energéticamente y desarrollado tecnológicamente, el objetivo fue (y es) neutralizar el accionar de su rival en el plano internacional, representado por el gigante asiático. China, por su parte, si bien es considerada “la fábrica del mundo”, no tiene capacidad de autoabastecimiento energético, por lo que debe salir en busca de carbón, petróleo y gas natural a lo largo y ancho del mundo, principalmente en países en vías de desarrollo. Aprovechando la retirada de Trump de zonas claves de Medio Oriente, o el retiro de Afganistán impulsado por Biden, China sale a la caza de alimento para su industria. No obstante, pareciera no ser suficiente y la crisis actual afecta el rendimiento de las fábricas chinas.

La comodidad de muchos analistas internacionales en ver a China como la gran potencia emergente que desafía el predominio estadounidense, si bien es correcta en gran parte, nos impide ver trasfondos más profundos de las relaciones económicas internacionales. En un mundo signado por el avance tecnológico y la necesidad de abarcar puestos de trabajo ante la creciente población mundial, el nivel de abaratamiento de los costos de producción será una clave para las naciones que busquen desarrollarse endógenamente. Estados Unidos y Rusia están en condiciones de afrontar la escasez global de energía. Por el contrario, China y Europa, entre tantos otros, deberán buscar la manera de asegurar el abastecimiento de sus estructuras productivas.

En lo que nos respecta como argentinos, en pos de pensar y aplicar un modelo de desarrollo que nos permita crecer de manera sostenida, debemos tener a la energía como eje central de nuestra economía. 

En este sentido, tenemos en Vaca Muerta una oportunidad para abastecer gran parte de nuestra economía de la energía necesaria. Asimismo, tenemos en YPF la herramienta para poner en valor ese recurso. Lo que debemos evitar es que, aún con todas estas ventajas, los precios de la energía sigan sujetos a las fluctuaciones financieras y a la dinámica internacional, para evitar los constantes aumentos que hoy castigan tanto a la industria nacional como a cada ciudadano y familia de manera individual. 

Por otra parte, también debe evitarse que el sesgo ambientalista impida la resolución de los problemas estructurales que muestra nuestro país. Las energías renovables, además de escasas, resultan muy costosas, lo cual impide el desarrollo de la industria y la competitividad de nuestra economía. Para combatir y resolver la pobreza y el desempleo se necesita indefectiblemente producción y uno de los pilares fundamentales en el desarrollo y sustentabilidad de la producción es la energía. 

Por eso, hoy más que nunca, visto el contexto global descripto, la energía argentina debe ser para la economía argentina, y la economía argentina debe ser para el pueblo argentino.

Deja una respuesta