
Entre los vaivenes históricos y las tensiones en el CONICET
Escribe la Agrupación Rolando García
@agrupacionrg
A mediados del siglo XX y en un contexto internacional en el que muchos estados empezaron a fortalecer sus capacidades en ciencia y tecnología, se da en Argentina un proceso similar en donde se fundaron muchas de las instituciones estatales de base científica y tecnológica que hoy conocemos. En 1950 se creó la Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas (DNIT), donde se realizó el primer censo técnico-científico nacional para conocer las capacidades propias, la cantidad de científicos que había en el país y en qué temas investigaban. Luego, en 1951, se creó dentro de esta Dirección un antecesor de lo que iba a ser el CONICET, el CONITYC. El directorio de este organismo estaba integrado por representantes de ministerios y otros organismos. Es decir, que las máximas autoridades de este organismo eran funcionarios políticos.
A partir del golpe de estado del año 1955 fueron dejadas de lado muchas de las iniciativas de planificación del sector científico, donde el gobierno era quien impulsaba a los sectores estratégicos. Esto dio lugar a una ciencia de carácter internacional en sus lineamientos, promoviendo “el hacer ciencia” que llevan adelante los países centrales, del norte global. Las universidades pasaron a perfilar su producción científica hacia lo que se conoce como “libertad de investigación”, perdiendo el dinamismo que había con el sector productivo y subordinando sus temas a los intereses de los mencionados países centrales. Durante este período se dio una refundación de las principales instituciones de ciencia y tecnología.
En las elecciones de 1958 el triunfo de Frondizi era previsible. El 16 de enero de ese año se reunió con Rolando García y anunció un plan de reactivación científica que iba a llevar a la creación de un nuevo organismo de ciencia y tecnología. Antes de que esto ocurra y todavía bajo el gobierno de facto, el 5 de febrero se creó el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). La creación de este organismo se trata en realidad de la refundación del CONITYC, ya que el nuevo CONICET mantiene toda la estructura de esa institución y de la DNIT. El consejo quedó a cargo de Bernardo Houssay, con la misión de promover, coordinar y orientar las investigaciones en el campo de las ciencias puras y de las aplicadas. En los comienzos del CONICET las ciencias sociales estuvieron totalmente ausentes. Fue Rolando García quien dio la pelea para que se incluyera una comisión de ciencias sociales y humanidades. García fue el primero que la presidió, porque además de ser meteorólogo se dedicó a la epistemología.
La orientación del consejo fue un punto conflictivo, en tanto el CONICET se preocupaba realmente por establecer líneas de investigación coherentes con los intereses del país. Los dos modelos de funcionamiento representados por Houssay y García fueron marcadamente contrapuestos. Muy resumidamente, el primero quería crear un organismo que solamente diera becas y subsidios frente a los pedidos de los investigadores. En cambio, Rolando García tenía otra visión del rol del estado en la ciencia y la tecnología. García planteaba un modelo donde este organismo estableciera prioridades, generando políticas científicas orientadas a resolver problemas, pensando de un modo transversal y en conjunto. Si bien García fue vicepresidente del CONICET, prevaleció el modelo dinámico-ofertista que propuso Houssay. El organismo quedó muy delimitado dentro de una lógica de libertad de investigación y de respuesta a las propuestas que hacen científicos de las universidades y de distintos organismos. La institución se estructuró con modos de evaluación pensados para el contexto internacional con la métrica por publicación. El funcionamiento del sector científico-tecnológico fue moldeado al de CONICET, persistiendo hasta el día de hoy el modelo dinámico-ofertista a pesar de que coexisten distintas visiones sobre la mejor orientación de la ciencia.
Para cristalizar las diferentes visiones que tenían ambos personajes en los comienzos del consejo, traemos una cita de Rolando García: “La ciencia debe estar incluida en un plan nacional de desarrollo. Una de las primeras diferencias que surgieron en el CONICET fue la forma en que se organizó una comisión de subsidios y otra de becas”. Sobre ésto, también decía: “Yo me atreví a decir que eso no era política científica, la llamo la política de las dos ventanillas: por una se reciben solicitudes y por la otra se dice aprobado o desaprobado… Con eso se hace mejor lo que se está haciendo, pero no se empieza a hacer lo que no se hace y no se modifica lo que se hace mal. Hacer política científica es otra cosa“.
Existieron a lo largo de los años algunas medidas para promover la planificación política de la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI). Entre ellas podemos nombrar la sanción de la Ley de Promoción y Fomento de la Innovación Tecnológica en 1990 (Ley N° 23.877) y la creación de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica en 1996, hoy denominada Agencia I+D+i. Además, fue sancionada la Ley de Ciencia, Tecnología e innovación en 2001 (Ley N° 25467) a partir de la cual fueron creados los siguientes consejos de ciencia y tecnología en diferentes estratos del gobierno: el Gabinete Científico y Tecnológico (GACTEC), el Consejo Federal de Ciencia, Tecnología e Innovación (COFECYT), y el Consejo Interinstitucional de Ciencia y Tecnología (CICYT). Esta Ley dejó establecida como responsabilidad del Estado nacional la elaboración del Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, teniendo en cuenta políticas de desarrollo armónico para el país. Pero fue recién a partir de 2003 que la CTI pasó a ser valorada como un motor de “desarrollo económico”, dando lugar a que empiece a ser tomada como una política de Estado. Entre 2004-2015 se dió un incremento sostenido de la inversión en investigación y desarrollo, con un marcado aumento en el número de becas y de ingresos a carrera de investigador de CONICET. La importancia que se le dió a la CTI en estos gobiernos se vio reflejada en la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT) en 2007. Así, la política científico-tecnológica fue jerarquizada e introducida entre las principales líneas políticas del gobierno. Estas medidas contribuyeron al crecimiento del sector, aunque siguieron vigentes las tensiones entre los distintos modos de funcionamiento del sector científico. Perviven visiones de la ciencia más tendientes a intereses extranjeros y ligadas al discurso de “libertad de investigación” y visiones orientadas a construir un Estado con capacidad de planificar una política científica coherente y abarcativa de todas las instituciones. Un reflejo de estas tensiones fue la coexistencia de mecanismos de financiación y evaluación de tipo dinámico-ofertista que impulsan proyectos enfocados en temáticas internacionales y promueven el trabajo individualizado en simultáneo, con grandes logros y líneas orientadoras como las relacionadas con las industrias satelital y nuclear, entre otras.
Actualmente, el CONICET es una institución prestigiosa a nivel mundial y sus trabajadores son, en su amplia mayoría, profesionales comprometidos con el desarrollo del país. Contribuye a generar valor agregado y a crear puestos de trabajo en el sector público y privado, junto con otras instituciones de ciencia y tecnología estatales. Según una encuesta sobre la percepción pública de la ciencia en Argentina unos meses antes de las últimas elecciones presidenciales, la mayoría de los encuestados percibía al financiamiento (público y privado) como insuficiente. Sin embargo, el actual presidente mostró en su campaña un fuerte rechazo a la inversión en ciencia y tecnología por parte del estado, llegando a decir que el CONICET debía ser privatizado. Hoy en día miles de trabajadores del sector científico-tecnológico transitan una enorme incertidumbre sobre sus puestos de trabajo por las distintas medidas de ajuste que se están tomando. Fueron anunciados recortes en la cantidad de becas doctorales, se congelaron los ingresos a Carrera de Investigador Científico, se devaluaron todos los fondos para investigación, entre otras medidas. Esto tiene como consecuencia que el Estado se quede sin recursos humanos y se pierdan muchas líneas de investigación. Para tener una noción del tiempo invertido en el desarrollo de un recurso humano por el sistema científico, basta saber que para ingresar a este cargo es necesario tener un título universitario (5-7 años), una beca doctoral (5 años) y al menos una beca postdoctoral (2 o 3 años). Dejar afuera del sistema científico a las personas que dedicaron este tiempo en hacerse expertos, significa el retroceso de una década en muchísimas líneas de trabajo. En cuanto al financiamiento de la ciencia, no podemos pensar en el funcionamiento del CONICET sin el aporte de la Agencia I+D+i. La Agencia es fundamental para asignar los fondos necesarios para la compra de insumos y equipamiento para llevar a cabo las investigaciones. En estos momentos la Agencia se encuentra aún acéfala y el destino de sus fondos es incierto.
Lo que llevó muchos años, incluso décadas, en construirse puede destruirse en muy poco tiempo. Las consecuencias son evidentes, y cuando es demasiado tarde el daño se hace irreparable. De nuevo, como ocurrió bajo la presidencia de Martínez de Hoz, de Menem y de Macri, vemos como se desfinancia y se desprestigia el sistema científico nacional, y esta vez de manera acelerada. Hay personas comprometidas con el país que quedarán sin sus trabajos, hay líneas de investigación estratégicas que se van a interrumpir, grupos de trabajo que se van a desarmar. Las generaciones venideras deben conocer el esfuerzo que implica dedicarse a trabajar en ciencia y tecnología en el país, a pesar de que los gobiernos entreguistas de turno quieran desmantelar nuestras capacidades. En palabras de Rolando García, esa cuota de frustración es necesaria para entender que estamos en un continente que aún no logra desatar sus ataduras coloniales. Será cuestión de construir nuevas instituciones, reconstruir los grupos de trabajo y tratar de preservar décadas de trabajo científico y fomento a la formación de recursos humanos y a la construcción de capacidades tecnológicas propias e indispensables para garantizar la soberanía y el desarrollo de nuestro país. Rolando solía citar una anécdota que ilustra el trabajo que tenemos por delante:
“A orillas de un río, en una zona que había sido bombardeada la noche anterior, varios grupos de vietnamitas reconstruían afanosamente un puente casi totalmente destruido. “¿No piensan que puede volver a ser bombardeado y destruido apenas lo terminen, o aún antes?”, preguntó el periodista a su guía. “Claro que sí —fue la respuesta—, ya varias veces hemos construido aquí puentes y todos fueron destruidos. Pero no importa: por breve que sea el período en que funcione el puente, por él pasarán hombres y pertrechos, víveres y medicinas para otros combatientes. Todo eso va a contribuir a la victoria. Porque un día venceremos y cesarán los bombardeos, y quedará construido un puente mucho más hermoso que todos estos”.