Bilardo: semblanza del gran estratega | Amigo de los pueblos #4

Toda una vida dedicada pasionalmente al fútbol lo llevaría a convertirse en uno de los personajes más destacados del deporte argentino, artífice de su historia grande, y en definitiva, un gran amigo de los pueblos, en particular de nuestro pueblo.

Escriben Federico Tavarozzi y Eliseo Nicolás Marchetti

Ilustra Jazmín Arribas

Un día como hoy pero en 1938 nacía Carlos Salvador Bilardo en la Ciudad de Buenos Aires, hijo de un matrimonio siciliano de los tantos que se vino a poblar e integrar la patria.  

Puede que suene fuerte en esta era de la inmediatez y a tanto tiempo de sus éxitos deportivos, más aún con la tercera Copa del Mundo recientemente obtenida por la Scaloneta, que tanto esperábamos los de nuestra generación, y seguiremos festejando, pero sobran los motivos para recordar al Narigón de esta manera. 

Se formó en las inferiores de San Lorenzo de Almagro, donde debutó como futbolista profesional, integrando el plantel campeón del torneo local de 1959. En ese mismo año fue campeón con la selección nacional en los Juegos Panamericanos de EE.UU. Luego, tendría un paso por Deportivo Español.  

A la par de sus primeros pasos en el fútbol, cursó sus estudios en medicina en la Universidad de Buenos Aires, recibiéndose de ginecólogo, lo que a la larga le valdría el célebre apodo de Doctor.  Nacía así el Dr. Bilardo. 

Seguiría su carrera en Estudiantes de La Plata, donde bajo la conducción de su mentor, Osvaldo Zubeldía, encontraría su lugar en el mundo y formaría parte del histórico equipo pincharrata tricampeón consecutivo de la Copa Libertadores de América en 1968, 1969 y 1970 con un rol más que protagónico, además de campeón de la Copa Interamericana y de un campeonato local.

Allí,  se convertiría en leyenda junto con sus compañeros de equipo al consagrarse campeón del mundo en 1968 ante el Manchester United definiendo de visitante en el mítico estadio Old Trafford en suelo inglés. 

Tras su retiro, comenzó una larga carrera como director técnico que lo llevaría a escribir una de las páginas doradas del fútbol argentino. 

Luego de sus primeras experiencias como director técnico entre Argentina y Colombia, conduciría a su Estudiantes de la Plata a conseguir el título local de 1982, lo que inmediatamente lo llevaría a hacerse cargo de la selección nacional. 

De la mano de sus muchachos y con el Diego a la cabeza, Bilardo nos condujo a la final en los dos campeonatos mundiales que disputó. 

La historia es bien conocida por cualquier futbolero y por el pueblo argentino en general. Campeones de punta a punta en México 1986, pasando por arriba a todo rival que se puso en el camino hacia el triunfo y la gloria. Subcampeón en Italia 1990, con todo el viento en contra, un equipo muy disminuido entre lesiones y sanciones, y un penal más que polémico en la final contra Alemania. Como sea, Goyco mediante y más allá de las lágrimas del Diego, ese equipo tiene el reconocimiento que merece. 

De esta manera, el Doctor es el único director técnico en el fútbol contemporáneo en alcanzar dos finales del mundo consecutivas, quedándose con una de ellas, además del alemán Franz Beckenbauer y el francés Didier Deschamps, aquel que no pudo con la Scaloneta

Ahora bien, tal como declaró en televisión el Narigón para la posteridad, Beckenbauer no tiene más títulos que él… le falta el de médico. 

Este tipo de declaraciones públicas o de anécdotas personales contadas por sus jugadores o colaboradores hicieron de Bilardo un personaje único y entrañable. 

Entre tantas otras, y para pintarlo tal como era, se dice que a su plantel de 1986 les dijo en la previa del mundial: “Muchachos, en la valija pongan dos cosas, un traje y una sábana. El traje es por si ganamos el Mundial, la sábana es por si perdemos en primera ronda y nos tenemos que ir a vivir a Arabia Saudita”.

Ya en 1990, habiendo alcanzado la gloria, y tras el cimbronazo que significó la derrota en el debut con Camerún, les diría a sus muchachos: “Si no clasificamos, mejor que se caiga el avión». 

Dicho esto sobre sus éxitos profesionales que indudablemente lo convirtieron en una leyenda del fútbol argentino y sudamericano en general, lo cierto es que este personaje, a través del deporte más sentido y practicado en nuestro país, nos dejó una profunda mella y modificó nuestra manera de ver las cosas. 

Con su manera de ser y actuar, Bilardo se convirtió en un símbolo y exponente de la pasión argentina por el fútbol y todo lo que lo rodea. A tal punto que el bilardismo tiene su impronta y esencia propia, y representa en sí misma a muchas personas, incluso por fuera de la práctica del fútbol.

Producto autóctono de nuestra manera de sentir y vivir tan hermoso deporte, el más visto y con más fanáticos en el mundo; supersticioso y cabulero al mango, llevó a lo más alto los colores celeste y blanco con dedicación, compromiso y profesionalismo.

Conocida es su locura por revisar videos de rivales, lo que de alguna manera lo transformó en pionero de algo que hoy es regla general. Cualquier equipo profesional en esta era del futbol moderno tiene personal dedicado a esta tarea. Bilardo les abrió el camino con una obsesión artesanal. 

En fin. Si, los argentinos somos exitistas… puede que sobredimensionemos la importancia de la victoria o que creamos que lo único que importa es el resultado más que el proceso. ¿Cómo no habría de ser así? Si por el fútbol argentino pasó el Dr. Carlos Salvador Bilardo, quien nos legó la experiencia de que a partir de la preparación, el trabajo, el sacrificio personal y colectivo, y con amor por la camiseta, la cima está a tiro y la gloria es posible. 

Desde ya que, como en todo rubro en nuestro pueblo, existen quienes cuestionan el bilardismo y cascotean caprichosamente sus formas y principios. 

Previo al mundial de 1986 sería ferozmente atacado por la prensa hegemónica de entonces –y de hoy– que más bien se inclinaba por el “menottismo”. En este contexto, meses antes del mundial, ante las críticas de la tribuna en un estudio televisivo, de manera orgullosa y premonitoria diría: “Con toda seguridad. Yo te aseguro a vos. Vengo acá después del campeonato mundial. Te pongo la firma si querés. Donde vamos, estamos siempre arriba. Yo no soy perdedor, soy ganador”. 

Como bien sabemos, el Doctor logró ganar la pulseada y acallar las voces en el estadio Azteca de ciudad de México, de la mano del Diego y sus muchachos del ‘86, devolviendo al fútbol argentino a lo más alto en la escena mundial. 

Se hace más grande la gesta cuando dimensionamos que tuvimos que esperar largos 36 años y pasar por tristes frustraciones para volver a levantar la copa, con un equipazo como la Scaloneta y esta vez de la mano de un extra terrestre de nacionalidad argentina llamado Lionel Messi. 

En el día de su cumpleaños preferimos recordarlo y reconocerlo, con cariño y admiración por su liderazgo positivo y su escuela que nos marcó a fuego, pregonando la entrega total, el trabajo, el sacrificio, lo colectivo por sobre lo individual, y por sobre todas las cosas, el orgullo de ser quienes somos, conociendo nuestros errores y limitaciones, pero reconociendo con ello nuestras virtudes y posibilidades para poder obrar de la mejor manera y alcanzar los objetivos que nos proponemos. 

Es que, Carlos Salvador Bilardo es tan propio de nuestro pueblo  y caló tan profundamente en nuestro imaginario y manera de ver las cosas, que quizás todos seamos bilardistas, aunque alguno todavía no se haya dado cuenta… 

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