Argentina, 1955: “Atropellar los hogares humildes” | Sección Trabajo y Tecnología #5

Escribe Germán Duarte

Portada a cargo de Facundo Quiroz

“Los vendepatria de dentro, que se venden por cuatro monedas, están también en acecho para dar el golpe en cualquier momento. Pero nosotros somos el pueblo y yo sé que estando el pueblo alerta somos invencibles porque somos la patria misma”. Eva Perón 1° de mayo de 1952.

La Doctrina del Shock (Klein, 2008) consiste en una estrategia del neoliberalismo para torcer la voluntad popular, aplicando los métodos coercitivos que se usan para quebrar a los prisioneros en los interrogatorios. 

La autora canadiense recorrió decenas de países y entrevistó a miles de personas para llegar a esa conclusión, pero… ¿por qué se le ocurrió la idea en un viaje por Argentina?

Recordar los bombardeos del 16 de junio de 1955, en el siglo XXI y a la luz de esa teoría nos invita a preguntarnos: ¿cómo se explica la resistencia frente a semejante shock? ¿Es posible aplicar la Doctrina del Shock en democracia?  

El Eternauta (Oesterheld, 1979) nos guiará en la búsqueda de respuestas a interrogantes que nos interpelan desde los oscuros años en que nació la resistencia peronista, hasta la actualidad, signada por la resignación del realismo capitalista (Fisher, 2020) y los desafíos del futuro del trabajo: 

“¿Será posible que quizás tengamos que vivir años en esta forma? ¿Totalmente librados a nuestros propios medios, más aislados aún, que Robinson en su isla? ¿Por qué esperarlo todo de afuera? ¿Acaso no podemos socorrernos a nosotros mismos?”

“Era dulce la vida en mi chalecito, cálido como un nido”.

El Eternauta (Oesterheld, 1979) es el cómic más influyente de nuestra Historia, lo cual se ratifica con el inicio del rodaje de una serie producida por Netflix, basada en la obra de Oesterheld y Solano López, y protagonizada por Ricardo Darín.

Comenzó a publicarse en septiembre de 1957, en la Revista Hora Cero, dos años después del derrocamiento de Perón, convirtiéndose en un símbolo de su época y en una referencia para los jóvenes de las décadas del ‘60 y ‘70.

La historia transcurre en el año 1956, cuando Juan Salvo, protagonista y narrador de la historia, jugaba a las cartas con sus amigos: “Aquella noche, la noche cuando mi vida quedó para siempre hecha trizas, fue una noche de invierno (…) Toda la casa estaba herméticamente cerrada” (Oesterheld, 1979).

La radio informaba de ensayos atómicos realizados por EEUU, pero rápidamente dejaron de prestarle atención. Se sentían seguros, lejos de cualquier amenaza:

Acallada aquella breve incursión en el mundo exterior, volvimos a lo nuestro. El informativo no había atenuado para nada la sensación de bienestar que sentí mientras barajaba las cartas.

Era bueno estar allí, con los amigos, en aquella buhardilla que (…) era la prueba concreta de mi triunfo en la vida. Yo, Juan Salvo, no era rico, pero mi pequeña fábrica de transformadores me permitía vivir a gusto, tener la clase de placeres simples que eran todo mi horizonte.

De pronto, un corte de luz generalizado, sucedido por un silencio total. El teléfono y la radio dejaron de funcionar. Por la ventana, vieron que “de lo alto caían tenuísimos copos; casi transparentes, emanaban una débil luz de trasmundo”.

Salvo y sus amigos se desesperaron, al darse cuenta que “aquella nevada de pesadilla (…) de un golpe había borrado casi toda la vida de la gran ciudad”. La casa los mantuvo a salvo, pero… ¿por cuánto tiempo?

“La casa grande que nos iba a cobijar a todos”.

“Mientras yo ponía los ladrillos y construía la casa grande que nos iba a cobijar a todos, ella abrigaba a los que todavía estaban afuera, para que no se murieran de frío esperando para entrar”, dijo Perón acerca de Evita y de la experiencia del pueblo argentino antes de 1955 (Favio, 1999).

Para abundar en esa experiencia, recurrimos al testimonio de Roberto Di Sandro [i], decano de los periodistas de Casa Rosada, quien un 17 de octubre de 1945 salió del colegio secundario, para entrar en la Historia:

El pueblo argentino, el pueblo trabajador, con los dirigentes a la cabeza, producía. Todo el mundo trabajaba acá. Teníamos un 2% de desocupación (…), esas cosas de casualidad (…) Los trabajadores vivían en paz, tranquilos, los jubilados vivían en paz (…) podían vivir, no sobrevivir, como ocurre hoy (…)

La Revolución en Paz hizo Perón, (…) para darle el bienestar a los trabajadores y a todos los sectores. Porque si el trabajador cobra a fin de mes (…), compra. El país va creciendo. ¿Cuánta plata ganaron los empresarios en la época de Perón, que ni pueden hablar de eso?

Junio de 1955: “14 muertos hubo en la Casa de Gobierno”.

El 16 de junio, de golpe, Buenos Aires fue bombardeada, con un saldo total de 364 muertos. Como Juan Salvo (Oesterheld, 1979), Di Sandro fue testigo de “la muerte cayendo de lo alto”:

Cuando entramos (…), cerraron las puertas y cayó la primera bomba. -¡Cuerpo a tierra!, gritaban. Entonces llegamos a la escalera, que sube y va a la Sala de Periodistas. Y ahí cayó la bomba que partió en dos la claraboya que estaba (…) sobre la cafetería y mató al cafetero.

Llegamos a la sala tirados en el suelo y yo llamé a Télam por un teléfono que era directo y le dije: -¡Están bomb…! y ¡Plum! se cayó la comunicación. Y estuvimos tirados en el suelo 6 horas, tirados… No nos mataron de casualidad, porque no explotaron todas las bombas.

En la Casa de Gobierno, hubo 14 muertos, que fueron los granaderos. Estuvimos juntos, tirados en el suelo y los tipos defendiendo la Casa (…) Era el centro de la Casa y pusieron las armas en la Sala de Periodistas. ¡Nunca vi! ¡El julepe que teníamos era tremendo!

Pudieron salir recién a las 18.00 horas y vieron un panorama semejante al que describe Salvo en su  primera excursión fuera de la casa: “En la avenida, era más fácil apreciar la terrible magnitud de la catástrofe. Había habido vuelcos y choques…” (Oesterheld, 1979).

Di Sandro todavía recuerda cuando vio, junto “con los otros periodistas, que nos salvamos (…) un trolebús destruido, con los chicos del colegio que iban adentro”

Septiembre de 1955: “Bahía Blanca presencia el primer bombardeo de su historia”.

En 1956, antes de escribir su famoso trabajo sobre los fusilamientos de José León Suárez, Rodolfo Walsh escribió un homenaje al aviador naval Eduardo Estivariz quien, para el autor, había demostrado en las jornadas de septiembre de 1955 “actos individuales de heroísmo que harían honor a cualquier fuerza armada del mundo”:

El 18 de septiembre un ritmo febril preside las anotaciones. Nunca en la historia de la base, han entrado ni salido tantas máquinas (…) Al término de la jornada, habrán efectuado más de 250 salidas en misión de guerra. Los aviones que despegan van cargados de bombas y cintas de balas para las ametralladoras (…)

A las 18.45 se imparte la orden y Bahía Blanca presencia el primer bombardeo aéreo de su historia (…) A pesar del éxito inicial, la situación se agravará en los días posteriores. Por todos los caminos se acercan tropas leales: de Azul, Olavarría, Tres Arroyos, Santa Rosa, Neuquén. Una columna de tanques llegará a 70 kilómetros (Tornquist). En total, son más de 8.000 hombres.

Y el día 18 será decisivo para el destino de la revolución en el sur (…) Son innumerables las operaciones de menor envergadura, los ataques en vuelo rasante a trenes y camiones, las voladuras de puentes y caminos. 

Por medio de “actos de heroísmo” tales como “incontables ataques de hostigamiento con ametralladoras y (…) 646 bombas” [ii], los insurrectos derrocaron a Perón y el pueblo quedó sólo frente a lo que El Eternauta (Oesterheld, 1979) llamaba el “problema de sobrevivir”.

Operación Masacre: “Irrumpieron en la casa policías de uniforme y de civil, con armas largas”.

Rodolfo Walsh pasó a la historia por otra serie de artículos, donde se observa un cambio rotundo en su apreciación de la dictadura. No sería justo condenarlo por las citas anteriores, si consideramos la valentía que tuvo al revelar la historia de Juan Carlos Livraga.

El “fusilado que vive” era un joven obrero de la construcción, que el 9 de junio de 1956 salió de su casa a las 22.45 horas, para ir al bar que frecuentaba:

En el camino, se encontró con un amigo, Vicente Rodríguez (ahora muerto), quien lo invitó a escuchar por radio una pelea de box en casa de unos conocidos, a quienes presentó someramente apenas entraron. (…) Terminada la audición radial, conversó unos momentos con los presentes y luego anunció su intención de retirarse y se despidió (…)

Apenas apoyó la mano en el picaporte, la puerta fue abierta con violencia desde afuera e irrumpieron en la casa policías de uniforme y de civil, con armas largas (…) Impartida la orden de arresto, se les hizo salir de uno en uno (…)

Allí el Jefe se encaró con él y golpeándole fuertemente el estómago con el cañón del arma le dijo:  ¿Así que vos ibas a hacer la revolución? ¿Con esa facha?

Fueron trasladados a la Unidad Regional San Martín para ser interrogados y luego, a un basural, para fusilarlos a sangre fría. Gracias a Dios, hubo sobrevivientes como Livraga, que sobrepuestos al shock inicial, denunciaron lo sucedido.

“Ya nunca el mundo volverá a ser el mismo”.

En el Eternauta (Oesterheld, 1979), Favalli, un profesor de física que también sobrevive en la buhardilla, describe con esa frase la invasión alienígena que se inicia con la nevada mortal. 

Salvo dice: “Un miedo loco, irracional me atenazó”. Lucas Hebert, un empleado bancario sobreviviente, exclamó: “Durante 12 años, todos los días al banco… Y ahora, de un golpe, me suprimen el banco… porque casi seguro han muerto todos (…) Todos desaparecidos, como si no hubieran existido”.

En el testimonio de Di Sandro y en las notas de Walsh (2021), también encontramos a una población que vive su vida normal, disfrutando del bienestar y la vida social, hasta que irrumpe un hecho traumático que transforma su mundo en un infierno, con claras reminiscencias del comienzo del Martín Fierro (Hernández, 1974). 

La casa, como símbolo de seguridad y de amor, de reparo frente a las amenazas del mundo exterior y espacio donde transcurren las relaciones sociales más importantes del ser humano, está presente desde el comienzo del Poema Nacional: “Estaba el gaucho en su pago con toda siguridá: pero aura… ¡barbaridá! la cosa anda tan fruncida, que gasta el pobre la vida en juir de la autoridá”. [iii].

Podemos imaginar cómo se sentían las personas que vivieron aquella dictadura que se dedicaba a “atropellar los hogares humildes argentinos, vejando mujeres y humillando ancianos, escudados en una banda de asaltantes y sicarios asalariados”, como denunció Perón en una carta a Aramburu (05/03/1956).

En ese sentido, la periodista y activista canadiense Naomi Klein (2008) estudió acerca de estos métodos políticos, a los que comparó con los que, a nivel individual, aplica la CIA en sus interrogatorios, basándose en documentos desclasificados a fines de los noventa.

Según cuenta en su obra “La doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre”, la autora concibió esta teoría cuando residió en Argentina, “donde un grupo de amigos me habló de las sangrientas raíces de la Escuela de Chicago, a menudo compartiendo sus propios recuerdos y tragedias (…)” (Klein, 2008).

Doctrina del shock: quebrar a la sociedad, como al individuo.

Para comprender la metáfora que da origen al título del libro (Klein, 2008), es preciso reseñar brevemente en qué consiste lo que la CIA denomina “interrogatorios coercitivos” o, sin usar eufemismos, la tortura: “conjunto de técnicas diseñado para colocar al prisionero en un estado de profunda desorientación y shock, con el fin de obligarle a hacer concesiones contra su voluntad”[iv]. Uno de los manuales citados por la autora lo describe así:

Se produce un intervalo, que puede ser extremadamente breve, de animación suspendida, una especie de shock o parálisis psicológica. Esto se debe a una experiencia traumática o subtraumática que hace estallar, por así decirlo, el mundo que al individuo le es familiar, así como su propia imagen dentro de ese mundo.

Los torturadores saben que: “en ese intervalo la fuente se mostrará más abierta a las sugerencias y es más probable que coopere”. Para Klein  (2008), “la doctrina del shock reproduce este proceso paso a paso”, en función de obtener “a escala masiva, lo que la tortura obtiene de un individuo en la sala de interrogatorios”.

El hecho que genera el shock puede ser provocado o espontáneo, artificial o natural; lo importante es el efecto: provoca “un estado de shock colectivo”. Como detalla Klein (2008):

Las bombas, los estallidos de terror, los vientos ululantes preparan el terreno para quebrar la voluntad de las sociedades tanto como la música a toda potencia y las lluvias de golpes someten a los prisioneros en sus celdas.

Como el aterrorizado preso que confiesa los nombres de sus camaradas y reniega de su fe, las sociedades en estado de shock a menudo renuncian a valores que, de otro modo, defenderían con entereza.

Friedman y el shock: “lo políticamente imposible se vuelve inevitable”.

La autora fue mucho más allá de señalar una coincidencia: encontró en el premio Nobel de economía Milton Friedman, el origen de la doctrina del shock, racionalmente planificada y ejecutada a lo largo de varias décadas [v]: “Sólo una crisis – real o percibida- da lugar a un cambio verdadero” (Klein, 2008).

La función que le asignaba a sus partidarios, a los cuales organizaba en think tanks (tanques de pensamiento), por todo el mundo, es la siguiente: “Desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable”.

Los think tanks inspirados en la ideología de Friedman, como algunos que “almacenan latas y agua en caso de desastres o terremotos”, almacenan sus proyectos para avanzar sobre los derechos fundamentales, como vimos en la entrega del 25 de abril de 2023: la emergencia permanente es la mejor excusa para arrasar con los derechos humanos.

Shock de 1955: “Economía pastoril y semicolonial”.

Hemos tratado en diversas notas de Repliegue las principales medidas de la dictadura surgida del golpe de 1955, entre las que podemos destacar el ingreso de nuestro país al FMI y el inicio de un nuevo ciclo de endeudamiento externo (Repliegue, 17/05/2023), el saqueo de las cajas previsionales (Repliegue, 25/042023) y la derogación por un decreto ilegítimo de la Constitución Nacional de 1949 (Repliegue, 27/04/2021).

Para una descripción global del período [vi], recurriremos a una nota publicada en 1956 por José Ignacio Rucci en Palabra Argentina (James, 2010), que se distribuía clandestinamente:

La Argentina parece ignorar que vivimos actualmente dentro de una civilización metalúrgica, bien lejos ya, por cierto, de la economía pastoril y semicolonial que conocieron nuestros inmediatos antepasados y que todavía, anacrónicamente se empeñan en imponernos unas decenas de familias oligárquicas que quieren parar con la defensa de sus mezquinos intereses, las fuerzas históricas del país, el desarrollo técnico argentino y la marcha de la nación hacia una civilización industrial.

Shock de 1955: flexibilización laboral y persecución del sindicalismo.

En esta nota, nos enfocaremos en lo concerniente al movimiento obrero, sin perder de vista una concomitancia entre dos variables históricas: los avances sobre los derechos sociales nunca se corresponden con el desarrollo económico, sino con la involución del país y el desguace de su infraestructura.

El historiador Daniel James (2010) sintetizó la política de aquella dictadura frente al movimiento obrero: 1) Proscripción de  todos los dirigentes sindicales peronistas; 2) Represión e intimidación del sindicalismo y sus activistas; 3) Flexibilización en las condiciones laborales en pro de la unilateralidad patronal (con la excusa “de la productividad y la racionalización del trabajo”); 4) Congelamiento salarial y reforma regresiva del “sistema de negociaciones colectivas” [vii].

Más allá de los detalles, lo que aquí nos interesa es analizar la significación social y política de estas medidas de la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu:

La declinación de los salarios reales y la insatisfactoria redistribución de la renta no eran efecto de una crisis económica general y una creciente desocupación. Las mismas estadísticas de huelgas testimonian la capacidad de los trabajadores para defender sus salarios en puros términos de mercado laboral.

La declinación de los niveles de vida resultaba más bien de una derrota política, es decir de la caída de Perón, antes que de circunstancias económicas adversas. Era el resultado directo del ataque gubernamental contra los sindicatos y de una congelación salarial respaldada por el gobierno.

James (2010) continúa con una definición que nos hace pensar en la evidente incoherencia ideológica de los liberales: “El gobierno y los empleadores imponían (…) gracias al poder del Estado lo que no eran capaces de imponer mediante los mecanismos del mercado laboral”.

El shock generado en el pueblo por las bombas, la tortura y los fusilamientos estaba dirigido a generar un cambio en las condiciones del mercado laboral y a abrir el país a los capitales extranjeros, a pesar de la voluntad popular. 

Sin embargo, las teorías que enfatizan demasiado los mecanismos de funcionamiento del poder corren el riesgo de caer en un derrotismo inconducente, que los considera tan perfectos, que la rebelión se vuelve inexplicable.

Tatcher y el shock en democracia: “No hay alternativa”.

Hasta aquí, venimos analizando lo que hemos denominado “el shock de 1955”, enfocándonos en los mecanismos implementados por el poder y la realización parcial de sus objetivos. 

Sin embargo, considerando que al comienzo del artículo dice que analizaremos los hechos con una perspectiva actual y que las condiciones políticas e institucionales de la Argentina de hoy harían impensable un golpe como el de 1955, surge la siguiente pregunta: ¿es posible aplicar la doctrina del shock en democracia? 

Analizaremos un caso histórico muy significativo para la historia reciente. Friedrich Hayek, maestro de Friedman, visitó Chile en 1981, para ver con sus propios ojos cómo Augusto Pinochet, luego de asaltar la Casa de la Moneda y asesinar a miles de personas en 1973, llevaba a la práctica sus ideas (Klein, 2008).

Quedó tan impresionado que escribió a Margaret Thatcher, Primera Ministra británica, para recomendarle imitar al dictador chileno. Si bien admitió que ganas no le faltaban, ella puso reparos:

Estoy segura de que usted entenderá que, en Gran Bretaña, dadas nuestras instituciones democráticas y la necesidad que aquí existe de alcanzar un elevado nivel de consenso, algunas de las medidas adoptadas en Chile son del todo inaceptables.

Aunque “el proceso pueda parecer exasperantemente lento”, Thatcher consideraba que la reforma debía hacerse dentro de la Constitución (Klein, 2008). No podía convertir el Estadio de Wembley en un campo de concentración para mineros y laboristas, como había hecho Pinochet con el Estadio Nacional, aunque quisiera.

Entonces, en 1982, la dictadura argentina decidió, creyendo que EEUU la avalaría, recuperar las Malvinas. El funesto desenlace de la guerra fue el shock necesario para torcer la voluntad popular británica y seguir los consejos de Hayek.

La derrota del pueblo argentino significó también la derrota del movimiento obrero en el Reino Unido. Según el profesor británico Mark Fisher (2020), “las líneas de fractura de los antagonismos sociales quedaron expuestas con la huelga de los mineros de 1984-1985”.

A su vez, la crisis de hiperinflación que vivió la Argentina en 1989, causada por el endeudamiento externo generado en la última dictadura (Repliegue, 09/02/2023), fue el shock necesario para que el Canciller Domingo Cavallo pudiera firmar los Tratados de Madrid, entregando nuestras principales reivindicaciones en el Atlántico Sur y luego rematar el país, como Ministro de Economía (González, 2021). 

Volviendo a Gran Bretaña, el argumento del gobierno de Thatcher fue que no era “económicamente realista” mantener abiertas las minas y, como dice el autor, los trabajadores fueron “los actores de reparto contratados para filmar esta tragedia romántica de las luchas proletarias” (Fisher, 2020). 

Para Fisher (2020), esa es la época cuando “el realismo capitalista avanza y se establece de la mano del eslogan de Thatcher ‘No hay alternativa’ ”.

El autor definió el realismo capitalista como: “la idea muy difundida de que el capitalismo no sólo es el único sistema económico viable, sino que es imposible incluso imaginar una alternativa”. En ese sentido, cita una frase atribuida a Fredric Jameson y a Slavoj Zizek: “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo” (Fisher, 2020).

Realismo capitalista: “Totalmente librados a nuestros propios medios”.

El paso de una economía de pleno empleo a una de flexibilización laboral permanente, sumado al desamparo de los excluidos, se convirtió en una realidad para millones de trabajadores, que se preguntan, como Favalli: “¿Será posible que quizás tengamos que vivir años en esta forma? ¿Totalmente librados a nuestros propios medios, más aislados aún que Robinson en su isla?” (Oesterheld, 1979).

Pero esto llevó a Fisher (2020) a una postura crítica del sindicalismo, al menos del europeo, inspirada en el ensayo de Gilles Deleuze “Post Scriptum sobre las Sociedades de Control” de 1990, que ya que lo consideraba derrotado definitivamente, en Gran Bretaña, e inmovilista, en Francia.

Esta noción tiene que ver con que, para Fisher  (2020), en lugar de demandar un cambio social como en mayo de 1968, los sindicatos franceses insisten en las “demandas para que el viejo modelo fordista-disciplinario se mantenga tal cual”, lo cual le parecía inútil “en aquellos países en donde las reformas neoliberales ya han sido efectuadas”.

Este gran pensador, quizás de los más lúcidos de los últimos tiempos, terminó siendo un mártir de la depresión que, según demuestra en su obra, es la característica fundamental del realismo capitalista.

En este ensayo que, según Zizek, “nos entrega un despiadado retrato de nuestra miseria ideológica”, Fisher (2020) no siempre distingue cuándo está hablando de la situación específica del Reino Unido y cuándo está hablando del conjunto de la Humanidad.

Sin embargo, ante la certeza de que por estas latitudes las cosas son distintas, analizaremos brevemente la experiencia histórica de la resistencia peronista, que ha originado tradiciones de lucha que aún siguen vigentes en la actualidad, cuando nuestros derechos se ven nuevamente amenazados.

Los pueblos, como las personas, pueden desesperarse y paralizarse por un tiempo, pero nunca esperan a los intelectuales, para rebelarse.

Resistencia peronista: “No hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo”.

A pesar de toda la represión sufrida, la rebelión popular siempre fue inevitable en la Argentina. Como decía Evita: “El capitalismo foráneo y sus sirvientes oligárquicos y entreguistas han podido comprobar que no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos”.

En El Eternauta (Oesterheld, 1979), los personajes pasan de la desesperación inicial a dividirse las tareas, conforme sus habilidades, para resolver los problemas más inmediatos: organizar las provisiones, confeccionar trajes aislantes e intentar contactarse con el mundo exterior.

Favalli exclama en un momento de desesperación del grupo: “¡Cálmense, flojos! ¡Nos moriremos si queremos morirnos! ¡Nos moriremos si no sabemos aguantar!”, rematando con los interrogantes similares a los que se hacía la resistencia peronista: “¿Por qué esperarlo todo de afuera? ¿Acaso no podemos socorrernos a nosotros mismos?”

En el desarrollo de la aventura, a Favalli, Hebert, Salvo y su familia, se unirán un obrero metalúrgico y un joven empleado de una ferretería, quien más adelante descubre que “algunos soldados se han salvado y ahora están organizando la resistencia”.

Pese a que presagiaban lo peor: “Muy pronto esto será como la jungla… todos contra todos…”, los lazos de solidaridad previos les permitieron adquirir confianza, sobrevivir a distintos desafíos y pasar a la ofensiva contra el invasor.

El fuego de las bombas forjó la resistencia.

En la fatídica jornada del 16 de junio de 1955, no sólo hubo bombas, muertes y un shock sin precedentes para el pueblo argentino: también hubo una valiente resistencia obrera. Miles de trabajadores acudieron al llamado de la CGT y resistieron en la calle, junto a los granaderos y las tropas leales a la Patria. 

Respecto de las jornadas de septiembre, James (2010) habla de una “reacción inicial de incredulidad estupefacta”, sucedida por “una serie de manifestaciones espontáneas en los distritos obreros de las principales ciudades”

Por ejemplo, “el ejército hizo fuego contra una numerosa manifestación que procuraba llegar al sector céntrico de la Capital Federal”, hubo tiroteos en Avellaneda y debieron ocupar militarmente Ensenada y Berisso. En las calles de Rosario, en un contexto de huelga general del 18 al 25 de septiembre, hubo enfrentamientos entre vehículos blindados y columnas obreras, con el apoyo del regimiento de infantería del General Iñíguez, leal a Perón (James, 2010).

La resistencia obrera continuó, aunque, con la dirigencia sindical desorientada, exiliada o en prisión, de forma espontánea y atomizada. 

El 14 de noviembre la CGT convocó un paro nacional, con un 75% de acatamiento en Buenos Aires (James, 2010). A su vez, hubo conflictos en todas las actividades, destacándose la huelga metalúrgica de 1956 (Repliegue, 25/09/2021). Esas luchas desembocaron en la recuperación de la CGT en 1957 y el surgimiento de las 62 Organizaciones Peronistas [viii].

 Resistencia peronista: “Unidad de concepción, para la unidad de acción”.

Aquella máxima del General Perón (1974) que figura en Conducción Política, se puso a prueba a partir del golpe. La cultura obrera desarrollada antes de 1955 tuvo un rol decisivo después, en la resistencia cotidiana de los trabajadores.

Así describe James (2010) las relaciones de producción en la época de Perón, sobre todo en la fábrica, donde el obrero se consideraba capacitado “para controlar en mayor o menor grado su vida en el taller o la planta” y para ponerle límites a la patronal [ix]:

El mayor peso social alcanzado por la clase trabajadora y sus instituciones en la sociedad durante el régimen peronista se reflejó inevitablemente en el lugar de trabajo. En términos generales, esto significó una transferencia de poder, dentro del sitio de trabajo, de la empresa a los empleados.

El Modelo Sindical Argentino combina la unicidad promocionada de los sindicatos por rama de actividad con las comisiones internas, que son la institucionalización de la asamblea en el lugar de trabajo (Repliegue, 17/10/2021).

Casas obreras: catacumbas de la resistencia peronista.

A pesar de la intervención militar de los sindicatos, la organización estaba en cada grupo de compañeros de trabajo y esos lazos de solidaridad hicieron posible la resistencia, aun con los dirigentes perseguidos, exiliados o presos.

James, (2010) recoge el testimonio de un activista, quien describe “un proceso larvado, embrionario y gradual que surge de las bases mismas del movimiento obrero”:

“Recuerdo que nosotros, los hombres de ATE en Rosario, empezamos a formar una agrupación semiclandestina. La mayoría eran jóvenes que no habían tenido participación antes del ‘55 y aparte teníamos muy poca vinculación con otros gremios.”

El militante destaca que tenían “reuniones en casas particulares”, donde iban trabajadores de otras actividades: ¡Por esas cosas la dictadura se dedicaba a “atropellar los hogares humildes argentinos”, como denunciaba Perón!

La resistencia peronista sindical “estuvo indisolublemente ligada a la resistencia en otros terrenos”, involucrando acciones “que iban de la protesta individual en el plano público hasta el sabotaje individualmente efectuado y la actividad clandestina, sin excluir la sublevación militar” (James, 2010).

Aquello que James (2010) denomina “la protesta individual en el plano público”, constituía la expresión de un “abrumador sentimiento de desesperación”. Los peronistas buscaban expresar “su ira y un sentimiento de extravío” y “afirmar su capacidad para hacer algo al respecto”.

Dicho en otros términos, aquello que los unía estaba en la conciencia de cada uno, por lo que, aún dispersos, acéfalos y perseguidos, continuaban resistiendo. Por ejemplo, mi abuela Marta Zorrilla, reaccionó así [x]:

 “En la localidad de Mathew, Provincia de Buenos Aires, vivía la familia Zorrilla, conocida en la zona por ser peronista. Estaban muy tristes por el golpe de Estado del ‘55. Un gorila, como nunca falta, pasaba con su camioneta por el frente de su casa, tocando bocina, alentando la revolución fusiladora.”

“Pasó una primera vez y otra más, lo que hizo enojar a Marta, mi mamá, que entonces tenía 15 años. A la siguiente vuelta, lo estaba esperando. Llevaba en sus manos la escopeta, que usaba su padre para cazar y, cuando la camioneta pasó por tercera vez, le disparó a la puerta, provocando su veloz retirada. ¡Así se terminó la revolución fusiladora en Mathew!”.

Los sobrevivientes de El Eternauta (Oesterheld, 1979) también aplicaban las habilidades de cada uno en función de la supervivencia colectiva: “Era una verdadera providencia que mi casa fuera el centro de la ‘pasión hobbistica’ de los vecinos”, ya que “teníamos verdaderamente cuanta herramienta y material necesarios para fabricar lo que se nos viniera en gana”(James, 2010).

Del desastre, emergen los nuevos liderazgos: “Reconfortaba tener al lado a un hombre como Favalli, de cerebro práctico, entrenado para resolver problemas técnicos. A eso, para él, se reducía el problema de nuestra supervivencia” (James, 2010).

A medida que fue creciendo la resistencia peronista, se fueron formando grupos semi clandestinos informales. “En abril de 1956, existían en el Gran Buenos Aires más de 200 ‘comandos’ ” que movilizaban unas 10 mil personas (James, 2010). 

Compuestos por trabajadores, profesionales, políticos y hasta uniformados, estos grupos “constituían una suerte de muestra representativa de las clases sociales” (James, 2010), como el grupo de sobrevivientes de El Eternauta.

También se empleaban explosivos “contra objetivos militares y edificios públicos”, los cuales se denominaban “caños”, que consistían “en rudimentarios artefactos hechos de sustancias químicas básicas alojadas en cascos improvisados” y constituyeron un símbolo de la resistencia (James, 2010).

Esto es porque su proceso de producción se caracterizaba por el “no profesionalismo, espíritu de sacrificio, participación activa de gente común y carencia de una élite burocrática” y era “obra de aficionados que compartían las mismas ideas”.

Conclusiones: La resistencia en el siglo XXI.

El discurso oficial de la dictadura de Aramburu y Rojas insistió en descalificar a los obreros peronistas con argumentos semejantes a los usados contra el “inmovilismo”, si bien éstos demostraron en 1972 que era posible el retorno de Perón y la puesta en marcha de un proyecto de Reconstrucción y Liberación Nacional.

Llegados a este punto, podemos especular con que Mark Fisher (2020) nos diría que las condiciones históricas del fordismo hacían posibles las luchas reseñadas hasta aquí, pero que dicha forma de organización del trabajo “colapsó definitivamente”, llevándose “los espacios y las prácticas que organizaban la vieja manera de hacer política”.

Por ejemplo, en 1956, Salvo, los amigos de Livraga y otros tantos millones de argentinos tenían una casa propia, que servía de refugio y que podía ser asaltada. 

Hoy en día, no sólo es imposible acceder a una vivienda propia para un trabajador promedio, sino que también fue, probablemente, imposible para sus padres (Repliegue, 02/12/2022).

La recurrencia en la metáfora de la casa y su significado en la cultura nacional fue necesaria para tomar dimensión de todo lo que perdió el pueblo argentino en 1955. 

Cuesta imaginarlo porque, en la actualidad, se cree que “el futuro llegó hace rato”, como cantaba el Indio Solari (1988), cuando nacía el realismo capitalista, reflejando el sesgo pesimista de nuestros tiempos: “todo un palo, ¡ya lo ves!” [xi]. 

Sin embargo, el diagnóstico pesimista de Fisher (2020) contrasta con lo ocurrido a partir de la rebelión popular de diciembre de 2001 en Argentina, que permitió la recuperación de muchas de las conquistas arrasadas por el neoliberalismo, el resurgir de la organización popular y, como dijo Perón en 1945, el renacimiento de la conciencia de los trabajadores.

No es el lugar de comparar con la situación británica, por lo que no pretendo refutar el ensayo de Fisher (2020). Sin embargo, podemos señalar que la división del trabajo social tiene una función moral y, sólo en segundo lugar y subordinada a la primera, una económica. 

Esto lo demostró Emile Durkheim (2008) en su tesis doctoral de 1893 y fue consagrado en 1974 por la Ley de Contrato de Trabajo, el cual “tiene como principal objeto la actividad productiva y creadora del hombre en sí. Sólo después ha de entenderse que media entre las partes una relación de intercambio y un fin económico en cuanto se disciplina por esta ley”.

La solidaridad orgánica derivada de la división del trabajo social persiste aún frente a las políticas gubernamentales destinadas a su reforma y frente a la voluntad unilateral del capital de reprimirla. 

Fisher (2020) pone el foco en los “espacios y prácticas”, cuando de lo que se trata es de poner el foco en la solidaridad, como dijo Oesterheld (1979): “El héroe verdadero del Eternauta es el héroe colectivo, un grupo humano”. Él mismo, fue secuestrado de su casa junto a sus hijas en 1977, como otros miles de compañeros, por su compromiso social y político.

Por otro lado, el capitalismo subsume las viejas formas de organización del trabajo, pero no las suprime (Marx, 2009). Dicho en otros términos: ¿por qué desaparecería el fordismo o, aún, del trabajo asalariado, si aún no ha desaparecido la esclavitud?

Todavía, podría plantearse que el capitalismo tardío ha logrado atomizar a la clase trabajadora y que las nuevas modalidades de trabajo aíslan a los individuos. La gestión algorítmica parece haber reemplazado la figura del patrón y la estructura jerárquica del modelo fordista (Repliegue, 27/07/2022), generando un vínculo del trabajador con la empresa a través de una aplicación (Repliegue, 31/05/2023). 

Sin embargo, este fenómeno no es nuevo, sino que tiene su origen en la progresiva especialización del trabajo (Durkheim, 2008), que viene desde la época de la Revolución Industrial, por lo que no significa el fin de la organización sindical, sino un nuevo desafío que se deberá afrontar con nuevos métodos de lucha. 

En el siglo XIX, la división del trabajo social llevó a pensadores como Spencer a teorizar sobre un proceso teleológico de la Historia Universal caracterizado por un progresivo desarrollo personal de los individuos, por lo que postulaba una sociedad compuesta por una sumatoria de personas aisladas, únicamente vinculadas por el mercado.

Durkheim (2008) demostró que eso no era más que una ingenuidad del liberalismo: cuanto más aislado está el individuo, más depende del conjunto de la sociedad. Se me dirá que estoy recurriendo a argumentos decimonónicos para explicar fenómenos del siglo XXI, pero ¿acaso la pandemia y el desastre económico y social generado por el aislamiento obligatorio no demostraron su vigencia?

A pesar de lo dicho, la crítica de Fisher (2020) debe ser tenida en cuenta, como un llamado de atención a las organizaciones sindicales y populares en general, en cuanto a ponerse a la altura de los nuevos desafíos del capitalismo, poniendo especial énfasis en el aspecto humano y espiritual, en las nuevas formas de control y en el impacto de las nuevas tecnologías.

Aun cuando las condiciones materiales que hicieron posible la resistencia obrera a partir de 1955 se modificaron drásticamente en los años ’90, los lazos de solidaridad propios del sindicalismo tradicional se mantuvieron: sea en una clase trabajadora disminuida y diversificada, pero no extinta (Antunes, 1999) [xii]; sea en la resignificación de esos lazos, en el marco de la organización de los desocupados, de la economía popular y de las fábricas recuperadas por sus operarios (Ruggeri, 2011) [xiii].

El Eternauta y sus compañeros lograron, trabajando en equipo, vencer a uno de los “manos”, una raza alienígena que parecía ser la culpable de la invasión. Sin embargo, el vencido les cuenta que ellos también habían sido colonizados y que les colocaron una glándula artificial que, cuando sentían miedo, liberaba veneno en su sangre. 

En cambio, “cuando un peligro grande amenaza a los hombres, hay glándulas que vierten en la sangre ciertas sustancias que preparan el cuerpo para la defensa (…) por ejemplo, la adrenalina”. El alienígena explicó que sus amos les implantaron esa glándula venenosa, porque “saben que jamás nos arriesgaremos a rebelarnos” (Oesterheld, 1979).

En ese sentido, el Papa Francisco (2015) se pronunció acerca del pesimismo, la resignación y el miedo que predominan en estos tiempos, con un mensaje de esperanza, dirigido a los pueblos del mundo:

Tampoco basta con señalar las causas estructurales del drama social y ambiental contemporáneo. Sufrimos cierto exceso de diagnóstico que a veces nos lleva a un pesimismo charlatán o a regodearnos en lo negativo. Al ver la crónica negra de cada día, creemos que no hay nada que se puede hacer salvo cuidarse a uno mismo y al pequeño círculo de la familia y los afectos.

¿Qué puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora, frente a tantos problemas, si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista, trabajador excluido, si ni siquiera tengo derechos laborales? ¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador, que apenas puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones? 

¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi población, mi rancherío, cuando soy diariamente discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para sus problemas?

Pueden hacer mucho. Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho.

Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de las “tres T”. ¿De acuerdo? Trabajo, techo y tierra. 

Y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se achiquen!

Bibliografía:

Antunes, R. (1999) ¿Adiós al trabajo? Ensayo sobre las metamorfosis y el rol central del mundo del trabajo”. Editorial Antídoto.

Durkheim, É. (2008) La división del trabajo social. Editorial Gorla. 

Fisher, M. (2020) Realismo capitalista. ¿No hay alternativa? Editorial Caja Negra.

González, J. (2021) Los Tratados de Paz por la Guerra de las Malvinas: Desocupación y Hambre para los Argentinos. Editorial Docencia.

Hernández, J. (1974) Martín Fierro. Ediciones Alemar.

James, D. (2010) Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina 1946-1976. Editorial Siglo XXI.

Klein, N. (2008) La Doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre. Editorial Paidós.

Marx, C. (2009) El Capital Libro I Capítulo VI (Inédito) Resultados del proceso inmediato de producción. Editorial Siglo XXI.

Perón, E. (1951) La razón de mi vida. Ediciones Peuser.

Perón, J. (1974) Conducción política. Presidencia de la Nación.

Ruggieri, A. (2011) Reflexiones sobre la autogestión en las empresas recuperadas argentinas. Revista Estudios, 2011, nº 1-1, pp 60-79.

Sidicaro, R. (2015), Las anomias argentinas. Apuntes de Investigación del CECYP, pp 120-134.

Walsh, R. (2007) Operación Masacre. Ediciones de la flor.

Walsh, R. (2021) El violento oficio de escribir. Obra periodística (1953-1977) Ediciones de la flor.

Audiovisuales:

Cameron, J. (1984) Terminator. Orion Pictures.

Cedrón, J. (1973) Operación Masacre. Producción independiente.

Favio, L. (1999) Perón, sinfonía del sentimiento. Fundación Confederal y 101 Producciones.

Miller, T. (2019) Terminator: Destino oculto. 20th Century-Fox.

Solari, C. y Beillinson, S. (1988) Todo un palo. En Un baión para el ojo idiota. Del cielito records.

Documentos históricos:

Francisco (2015) Mensaje al II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares. Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. https://youtu.be/gKJ7LrLkCC4

Perón, E. Discurso 1° de mayo de 1952 https://www.youtube.com/watch?v=z7r9phNihh0&ab_channel=LaBaldrichTV

Perón, J. Carta a Pedro Eugenio Aramburu (05/03/1956) https://www.elhistoriador.com.ar/juan-domingo-peron-en-carta-a-pedro-eugenio-aramburu/

Notas Repliegue:

Arce, J. (31/05/2023) Hacia la conquista del algoritmo: Gestión algorítmica en el trabajo. https://repliegue.com.ar/hacia-la-conquista-del-algoritmo-gestion-algoritmica-en-el-trabajo-4-trabajo-y-tecnologia/

De Zavaleta Fermanelli, P. (02/12/2022) La vivienda es un derecho, no un negocio. https://repliegue.com.ar/la-vivienda-es-un-derecho-no-un-negocio/

Duarte, A. (27/04/2021)  La ilegalidad e ilegitimidad de nuestra Constitución https://repliegue.com.ar/la-ilegalidad-e-ilegitimidad-de-nuestra-constitucion/

Duarte, G. (25/09/2021) Rucci: Lealtad a Perón y a los trabajadores. Parte I https://repliegue.com.ar/rucci-lealtad-a-peron-y-a-los-trabajadores-parte-i 

Duarte, G. (17/10/2021) Rucci: Lealtad a Perón y a los trabajadores. Parte II https://repliegue.com.ar/rucci-lealtad-a-peron-y-a-los-trabajadores-parte-ii/

Duarte, G. (27/07/2022) La tragedia de un obrero ejemplar. https://repliegue.com.ar/la-tragedia-de-un-obrero-ejemplar/

Duarte, G. (25/04/2023) La ley del descarte. https://repliegue.com.ar/la-ley-del-descarte/

Justo, A. y Duarte, A. (17/05/2023) Club de París: las potencias vs. Argentina https://repliegue.com.ar/club-de-paris-las-potencias-vs-argentina-sucesos-de-la-historia-6/

Pradas, F. y Justo, A. (09/02/2023) Deuda Externa: La mayor estafa de nuestra Historia https://repliegue.com.ar/deuda-externa-la-mayor-estafa-de-nuestra-historia-estatutos-del-coloniaje-1/


[i] Entrevista realizada en 2015 en el Salón Felipe Vallese de la Confederación General del Trabajo. El fragmento citado aparece publicado en el reel de la cuenta de Instagram de Repliegue.

[ii] Tanta destrucción y muerte se justificaban con el argumento de que el gobierno de Perón era una tiranía. El homenajeado por Walsh (2021) había sido cómplice del levantamiento del 16 de junio de 1955 y, como su exégeta admite, “lo separan del mando y lo pasan a disponibilidad”. A lo que agrega: “El 15 de septiembre se halla en Buenos Aires, ya enterado del estallido inminente. En la mañana del 16 lo rescatará de una estancia próxima, aterrizando en pleno campo, un avión de la marina”. Es decir, la “tiranía” se había limitado a pasar a disponibilidad a ese peligroso traidor a la Patria, quien estaba disponible para usar las armas de la Nación en contra de sus propios habitantes. Cuando observamos los hechos históricos, no podemos dejar de considerar que Perón, al menos en cuanto a lo que de él dependía, fue sumamente cuidadoso de los derechos y garantías de sus opositores, aun cuando éstos recurrían frecuentemente al terrorismo y al crimen. Si algún reproche le podría caber, sería en todo caso el de no haber llevado a fondo la represión contra esos criminales. Sin embargo, tampoco podemos juzgarlo por no haber desatado una guerra civil de grandes magnitudes, si observamos lo que fueron las batallas libradas en septiembre de 1955. En todo caso, el peronismo debe mucho de su persistencia en la Historia Argentina a ese acto de cristiana resignación del General Perón, quien prefirió poner la otra mejilla, antes que derramar la sangre de otros argentinos. Nuestro pueblo jamás se ha inclinado para adorar a los criminales.

[iii] El Martín Fierro comienza también a contar su historia describiendo el bienestar y la vida social que experimentó en su juventud, antes de ser perseguido por la autoridad: “Yo he conocido esta tierra, en que el paisano vivía. Y su ranchito tenía y sus hijos y mujer… Era una delicia el ver cómo pasaba sus días (…) Aquello no era trabajo, más bien era una junción, y después de un güen tirón en que uno se daba maña, pa darle un trago de caña solía llamarlo el patrón (…) Estaba el gaucho en su pago con toda siguridá: pero aura… ¡barbaridá! la cosa anda tan fruncida, que gasta el pobre la vida en juir de la autoridá. Pues si usté pisa en su rancho y si el alcalde lo sabe, lo caza lo mesmo que ave aunque su mujer aborte…¡No hay tiempo que no se acabe ni tiento que no se corte!  Y al punto dese por muerto si el alcalde lo bolea, pues ay nomás se le apea con una felpa de palos, y después dicen que es malo el gaucho si los pelea”.

[iv] Klein  (2008) describe los pasos que se deben seguir conforme los manuales de la CIA citados: “En ellos se explica que la forma adecuada para quebrar ‘las fuentes que se resisten a cooperar’ consiste en crear una ruptura violenta entre los prisioneros y su capacidad para explicarse y entender el mundo que les rodea. Primero, se priva de cualquier alimentación de los sentidos (con capuchas, tapones para los oídos, cadenas y aislamiento total), luego el cuerpo es bombardeado con una estimulación arrolladora (luces estroboscópicas, música a toda potencia, palizas y descargas eléctricas). En esta etapa, se ‘prepara el terreno’ y el objetivo es provocar una especie de huracán mental: los prisioneros caen en un estado de regresión y de terror tal que no pueden pensar racionalmente ni proteger sus intereses. En ese estado de shock, la mayoría de los prisioneros entregan a sus interrogadores todo lo que éstos desean: información, confesiones de culpabilidad, la renuncia a sus anteriores creencias”.

[v] Friedman es más específico aún, con una recomendación a los gobiernos que recuerda a cuando Mauricio Macri se arrepintió públicamente de no haber hecho “lo mismo, pero más rápido” durante su gobierno: “una nueva administración disfruta de seis a nueve meses para poner en marcha cambios legislativos importantes”. A su vez, Friedman advierte, cual Maquiavelo contemporáneo: “si no aprovecha la oportunidad de actuar durante ese período concreto, no volverá a disfrutar de ocasión igual”.

[vi] Como dice James (2010): “El acuerdo con el FMI, la liquidación del control del comercio exterior por el Estado, el descontrol de las importaciones y la relajación de los controles de precios, especialmente en el caso de los productos agrícolas, confirmaron por igual la imagen de un régimen pro-imperialista aplicado a llevar a la Argentina de vuelta a la edad de oro de la economía exportadora de ganado. A ello contribuyó el traslado de recursos a la agricultura en general, efectuado mediante la devaluación del peso”.

[vii] Ese último punto, el de más difícil implementación, se puso en marcha con el decreto 2739, del mes de febrero de 1956, que implementó medidas drásticas de flexibilización de las condiciones de trabajo, las cuales podían ser modificadas unilateralmente por la patronal, sin importar los contratos y los acuerdos vigentes “El artículo 8 autorizaba la movilidad laboral dentro de una fábrica si se la consideraba necesaria para acrecentar la productividad. El párrafo (d) de ese artículo permitía a los empleadores concluir acuerdos especiales con sus trabajadores en lo relativo a nuevos sistemas de producción, por encima y al margen de las condiciones estipuladas en los contratos existentes. Las cláusulas vigentes relativas a las condiciones de trabajo y a las clasificaciones de las tareas serían prolongadas «con excepción de aquellas condiciones, clasificaciones y cláusulas que directa o indirectamente atenten contra la necesidad nacional de incrementar la productividad, las que quedan eliminadas».

[viii] Como dice James: “Las luchas salariales de fines de 1956 ayudaron a consolidar el creciente movimiento de resistencia. La huelga más grave desde el punto de vista gubernamental, y en muchos sentidos símbolo de la aspereza de las relaciones industriales en ese momento, fue el paro metalúrgico de fines de 1956. Desencadenada inicialmente por el ofrecimiento de la patronal de un aumento de sólo el 20 por ciento sobre los salarios básicos de 1954, la huelga duró más de seis semanas y se centró cada vez más en torno de la liberación de los trabajadores detenidos y la reincorporación de millares de despedidos. Durante la huelga, aviones y vehículos movilizados por el gobierno distribuyeron volantes donde se exhortaba a los comerciantes de los suburbios obreros, como Avellaneda y Lanús, a no abrirles crédito a los huelguistas. Camiones con altoparlantes recorrieron esos barrios dando los nombres de los jefes huelguistas y exhortando a los trabajadores a volver a sus ocupaciones porque otros obreros lo estaban haciendo. Tanques y tropas patrullaron las calles; la policía entraba en bares y cafés elegidos al azar y expulsaba a los obreros metalúrgicos. La mayor parte de las plantas fueron ocupadas por el ejército, que efectuaba ostentosas maniobras en las inmediaciones”.

[ix] Este aspecto de la cultura obrera, desarrollado de 1943 a 1955, pero enraizado en los orígenes del movimiento obrero argentino, en el siglo XIX, generó tensiones entre los trabajadores y la patronal, sobre todo durante los últimos años del gobierno de Perón. Sin embargo, esas tensiones se canalizaron a través de la negociación colectiva y de un Congreso de la Productividad convocado en 1955, donde debatieron las Cámaras empresariales con los Sindicatos sobre las condiciones de trabajo, arribando a diversos puntos de acuerdo, que no llegaron a implementarse por los acontecimientos narrados en toda esta nota. Como está publicado en Repliegue (17/10/2021), esto que para James (2010) era una expresión espontánea de los obreros sin una necesaria correspondencia con la Doctrina Peronista, se plasmó en la Ley de Contrato de Trabajo de 1974 y fue derogado por el golpe de Estado de 1976.

[x] Testimonio de David Duarte, hijo de Marta Zorrilla, del 04/06/2023, para este artículo.

[xi] La saga de Terminator (James Cameron, 1984), la distopía más exitosa de Hollywood, comienza con la historia de Sarah Connor (Linda Hamilton), una joven trabajadora de Los Ángeles, que comparte departamento con una amiga, trabaja en un fast-food y disfruta del consumismo y el entretenimiento. La tecnología la usa para jugar, como cuando se escucha una broma trillada que grabó en el contestador automático, mientras irrumpe en su departamento un cyborg enviado del futuro para asesinarla (Arnold Schwarzenegger). En el comienzo del film, aparece el conductor de un camión de basura, medio flojo, fumando un cigarro, operando a desgano la máquina que levanta los contenedores de residuos, lo que nos lleva a pensar en una suerte de dialéctica del amo y el esclavo futurista, donde los seres humanos, demasiado relajados gracias a la tecnología, no se dan cuenta de que ésta se está apoderando de sus vidas. En la película del año 2016, Terminator: Destino oculto, la nueva protagonista es una joven mexicana que trabaja en una maquila y sobrevive con un sueldo miserable. En el momento previo a la típica irrupción del robot del futuro con la que se inicia el nudo de todas las entregas de la saga, ya no hay personas que disfrutan de una vida frívola y cómoda, ni tampoco usan la tecnología para jugar: los obreros de la planta hablan entre ellos acerca de una máquina nueva que incorporaron, preocupados porque temen ser despedidos. Una distopía del siglo XXI no podía empezar bien: Para la nueva protagonista, “el futuro llegó hace rato”. 

[xii] Ricardo Antunes (1999), en un trabajo cuyo título lleva la pregunta “¿Adiós al trabajo?”, luego de relativizar las creencias en boga en aquella época, las  cuales se reactivan cada vez que se anuncia un nuevo invento, señaló: “A pesar de estar heterogeneizado, complejizado y fragmentado, las posibilidades de una efectiva emancipación humana todavía pueden encontrar concreción y viabilidad social a partir de las revueltas y rebeliones, que se originan centralmente en el mundo del trabajo; un proceso de emancipación del trabajo y por el trabajo simultáneamente. Esto no excluye ni suprime otras formas contestatarias. Pero viviendo en una sociedad que produce mercancías, valores de cambio, las revueltas del trabajo tienen un estatuto de centralidad. Todo el amplio abanico de asalariados que comprende al sector de servicios, los trabajadores ‘tercerizados’, los trabajadores del mercado informal, los trabajadores ‘domésticos’, los desempleados, los subempleados etc., que padecen enormemente la desarticulación social operada por el capitalismo en su lógica destructiva, pueden (y deben) sumarse a los trabajadores directamente productivos, y por esto, actuando como clase, constituirse en un segmento social dotado de mayor potencialidad anticapitalista. En síntesis la lucha de la clase-que-vive-del-trabajo es central cuando se trata de transformaciones que van en el sentido contrario a la lógica de acumulación del capital y del sistema productor de mercancías. Otras modalidades de lucha social (como la ecológica, la feminista, la de los negros, de los homosexuales, de los jóvenes etc.) son, como el mundo contemporáneo ha demostrado en abundancia, de gran significado, en la búsqueda de una individualidad y de una sociabilidad dotada de sentido. Pero, cuando el eje es la resistencia y la confrontación a la lógica del capital y a la sociedad productora de mercancías, el centro de esta acción encuentra mayor radicalismo si se desarrolla y se amplía en el interior de las clases trabajadoras, aun reconociendo que esta tarea es mucho más compleja y difícil que en el pasado, cuando su fragmentación y heterogeneidad no tenían la intensidad revelada en el período reciente”. [xiii] En un interesante trabajo acerca de las fábricas recuperadas y autogestionadas por los trabajadores en Argentina, el antropólogo social Andrés Ruggeri (2011), a pesar de manifestar su total oposición al sindicalismo peronista, reconoce que “hay un impacto del nivel de organización de los trabajadores existente antes del conflicto en la evolución posterior. El último relevamiento del Programa Facultad Abierta revela que, en las actuales empresas recuperadas, el sindicato estaba presente en una alta proporción, 87%. Si bien este número no indica con exactitud la tasa de sindicalización, esta presencia de los sindicatos es superior a la media nacional que no supera el 43%. La presencia de delegados de base es algo menor, de este total un 14 % no contaba con delegados en el lugar de trabajo”. Este fenómeno social sui generis, con pocos casos equivalentes a nivel mundial, tiene también su origen en la experiencia de la resistencia peronista: “El sangriento golpe contra Perón en 1955 arrojó a la oposición y a la lucha callejera al grueso de las estructuras sindicales (…) En muchas de estas jornadas, la ocupación de miles de plantas fabriles fue la herramienta elegida para fortalecer los planes de lucha”. Ruggeri tiene un sesgo antiperonista que se manifiesta en la falta de reconocimiento a la resistencia del movimiento obrero organizado en los ’90, por el cual sólo se refiere a los casos en que los dirigentes claudicaron frente al neoliberalismo, pero omite otros como el del MTA, corriente opositora dentro de la CGT, a pesar de que agrupaba actividades tan importantes como camioneros, judiciales, colectiveros, ceramistas, entre otros. Sin embargo, resulta interesante su análisis ya que no sólo describe la trayectoria histórica de las fábricas recuperadas, sino que, también, el contexto social en que surgieron: “Comenzaron así a darse las llamadas ‘puebladas’, levantamientos populares que apelaron al corte de las vías de circulación como una forma posible de exteriorizar los conflictos, ya que huelgas y otro tipo de manifestaciones carecían de sentido fuera del lugar de trabajo perdido. La organización creciente del movimiento ‘piquetero’ comenzó a presionar sobre la estructura política y económica del Estado, al punto que el gobierno de Carlos Menem debió comenzar (…) las llamadas ‘políticas sociales’, en realidad (…) medidas desesperadas de contención social, combinadas con altas dosis de represión. Claramente estas estrategias de contención resultaron insuficientes y el movimiento de resistencia comenzó a crecer en todo el país. Es aquí donde aparecen las primeras empresas recuperadas”.

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