Por Fausto Estefanell Pradás – Abogado y Justo Arias
El viejo médico rural hincha de “El Lobo” y oriundo de “El Mondongo”.Nacido el 12 de julio de 1923, en La Plata, fue uno de los médicos más importantes del siglo pasado por haber desarrollado la técnica conocida como baipás coronario (bypass); y un humanista popular “eternamente comprometido con su Patria”.
Durante su juventud se dedicó al deporte, llegando incluso a entrenar con el equipo de primera de básquet del club Gimnasia y Esgrima de La Plata; luego se lo llevó en el corazón, para poder abocarse de lleno a la medicina. El fanatismo por el deporte y esos colores lo acompañaron durante toda su vida: “Gimnasia está en el único lugar posible dentro de mí: el corazón”, dijo en una entrevista en 1993.
En 1949 egresó de la Universidad Nacional de La Plata; y desde muy pronto sintió el llamado de la solidaridad de un pueblito, Jacinto Arauz, La Pampa. Allí ayudaría, ante la necesidad de un médico cuya escasez se hacía notar, y podría ser como quería que lo recordasen; un médico rural semblanteador. Su labor logró mejorar las condiciones socio-ambientales de la zona, inició una lucha contra la desnutrición y mortalidad infantiles y aumentó los estándares de salud en general.
Transitando el año 1961, nació su interés por la cirugía; había descubierto que desde 1920 ya se utilizaba la técnica del bypass, “Desgraciado el que crea que inventó algo”, y así fue que emigró a Estados Unidos para abocarse en los estudios, perfeccionando y regularizando esa técnica coronaria. El 9 de mayo de 1967 fue un día histórico para la medicina mundial.
Su tarea, replicada en todo el mundo, permitió salvar miles de vidas, sin contraprestación muchas veces. Así fue como se ganó el respeto de la comunidad científica, pero más aún de la humanidad, que vio en él una salvación.
Su éxito internacional no obstó a que el amor por su Patria lo hiciera volver al país en 1971, con el propósito de desarrollar un centro de excelencia que combinara la atención médica, la investigación y la educación; y en 1975 creó la fundación que lleva su nombre. A través de ella, federalizó el conocimiento, adoptando a estudiantes de toda Latinoamérica, y fomentó la investigación medicinal.
“Vivo enraizado con mi país. Pero quizás por mi devoción a San Martín, Bolívar, Sucre y Artigas, a veces sufro más como latinoamericano que como argentino, a pesar de estar machimbrado con mi tierra”.“Artigas, otro hombre excepcional, exigía un lugar para obreros, indios, mestizos y humildes y resentía poderosamente el privilegio y las pretensiones de las clases altas. Fue uno de los primeros caudillos políticos que reconoció los peligros que el libre comercio planteaba a las naciones sudamericanas y fue también el que propuso considerar a América como patrimonio mítico, una tierra destinada a ser algo más que un simple apéndice de Europa”.
La pobreza, la desigualdad, el desempleo, el armamentismo, la contaminación y todo mal que pudiera aquejar a la sociedad, conmovieron su espíritu. Explicaba que no podían escindirse el uno del otro, sino que debían tratarse todos ellos en su conjunto; después de todo, la prevención era el pilar.
“El medio ambiente se encuentra en estado de emergencia y los efectos de esta degradación amenazan la seguridad económica, alimentaria y sanitaria de los habitantes del planeta, en especial, de los más pobres. Una vez más se hace evidente la diferencia entre ricos y pobres; si los países pobres consumieran tanto como los países industrializados, se necesitarían diez planetas semejantes para abastecer a todos”.
Llegaba la década del ´90 y la indiferencia (en este caso, política) no le sería -una vez más- indiferente; el neoliberalismo hacía lo suyo y los recortes en subsidios, los impuestos a la importación de insumos médicos, la imposición del IVA a las instituciones de salud y las deudas con obras sociales y el PAMI, hicieron mella en su Fundación. Más que pizza con champagne, René recomendaba “beber una copa de vino tinto por día para proteger a las arterias”.
“Estoy convencido de que, a esta sociedad consumista, cegada por el mercado, le sucederá otra que se caracterizará por el hecho trascendente de que no dejará de lado la justicia social y la solidaridad”.
Los ´00 traían consigo crisis económica-financiera y social, que hacía lo propio. Los estragos causados eran inconmensurables, y su fundación no podía salir ilesa; la deuda contraída ascendía a millones y se tornaba insostenible. Ante ello, René dirigió numerosas cartas a diversas instituciones y al gobierno, nacional y de la Ciudad Autónoma, en búsqueda de asistencia; pero la desidia y la corrupción no conocen de bondades.
“Estoy absolutamente seguro de que el cambio de rumbo sólo puede lograrse a través de la enseñanza. Sus objetivos principales son: consolidación de los principios éticos del hombre, profundización de la democracia, construcción de la identidad nacional y unidad latinoamericana, generalización de la justicia social y transformación económica con elevación de los índices de productividad y mayor equidad distributiva”.
Las medidas que la coyuntura exigía le eran intolerables; el ajuste de personal y sus semejantes no se conformaban a su ética.
“Los progresos de la medicina y de la bioingeniería podrán considerarse verdaderos logros para la humanidad cuando todas las personas tengan acceso a sus beneficios y dejen de ser un privilegio para las minorías”.
El 29 de julio de ese año fue trágico. Las consecuencias eran insalvables, y su corazón gobernaba todo aspecto de su vida. Allí se disparó; dónde sino.
“Yo no podría vivir si no tuviera por delante algún desafío basado en ideales y utopías […] dejaría de existir si no tuviera por delante desafíos que involucren por sobre todas las cosas, contribuir dentro y fuera de mi profesión al desarrollo ético del hombre”.
La honestidad, la ética intachable y la abnegación despidieron al más fiel de los suyos.
“Nunca me sentí ninguna cosa especial. Una de las cosas más fundamentales es tener conciencia. Uno no es Dios, es un hombre común y corriente que hace lo mejor que puede”.
No era exceso de modestia, era -como dijo él- normalidad.
“Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario, se castiga. Me consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza. Mis colaboradores saben de mi inclinación por los pobres, que viene de mis lejanos años en Jacinto Arauz”.
Su legado sigue en pie, y su actitud humana, profesional y personal, propone un camino a seguir.
“Estoy tranquilo. Alguna vez en un acto académico en USA se me presentó como un hombre bueno que sigue siendo un médico rural. Perdónenme, pero creo, es cierto. Espero que me recuerden así”.
(Carta escrita antes de su muerte).