Los mártires del movimiento obrero organizado son prueba de que nadie sirve a nadie derechos en bandeja de plata, sino que son ganados en las calles.
Por Paula Daniela Marino – Facultad de Derecho UBA
“La clase obrera del mundo los resucitará todos los primeros de mayo” nos decía Eduardo Galeano, con muchísima razón.
En el año 1886 a unos obreros de Chicago, EE.UU., se les ocurrió algo de lo más insólito: tener derecho a una jornada laboral de ocho horas. ¿Cómo era posible que seles haya ocurrido semejante zoncera? Y, peor aún, la mencionada idea fue sembrada en otras cabezas, y germinaron y dieron flores.
Chicago se encontró como testigo de movilizaciones, huelgas y represión policial (desde el inicio, dejamos de lado el misterio y permitimos entrever que era una historia con sangre).
El día 4 de mayo del mencionado año, los trabajadores víctimas de la violencia institucional se manifestaron contra la misma en la plaza Haymarket, sin poder anticipar el resultado de esa decisión: la policía intentó dispersarlos, una bomba fue arrojada, se desató la furia de los uniformados y sin poder cambiar el destino, la sangre estaba por doquier como consecuencia de la masacre. Se detuvo a muchos obreros, entre ellos también a líderes anarquistas.
Como resultado de un proceso judicial que provocaría vergüenza ajena a más de uno, cinco personas fueron condenadas a ejecución (Parsons, Spies, Fischer y Engel, mientras que Lingg se le adelantó al destino producto de su suicidio –discutido-). Otras tres (Schwab, Fielden y Neebe) recibieron condena a prisión. Tal masacre necesitaba villanos que recibieran su merecido, sin importar si había que ser más laxo con el procedimiento. ¿Importaba mucho tener a un jurado imparcial? Siempre es necesario que alguien pague los platos rotos, sin importar si realmente ese alguienlos rompió.
John Altgeld, elegido luego de estas atrocidades como gobernador de Illinois, otorgó el perdón absoluto a los condenados a prisión. Siempre cuesta un poquito más el trámite burocrático de perdonar a los ya ejecutados.
Varios años y kilómetros nos alejaron. Nos encontramos en la misma semana de la conmemoración a los Mártires de Chicago, pero en la Argentina del 1979.
Siendo la memoria tan imprescindible como es, es necesario recordar que en esa Argentina nos encontrábamos siendo víctimas de un terrorismo de Estado, con todas las violaciones sistemáticas a los derechos humanos que eso conlleva (con cicatrices vigentes hasta la actualidad). Estas monstruosidades fueron, por supuesto, necesarias para el cumplimiento de un claro objetivo: aplicar el plan económico del ministro de economía Martínez de Hoz durante la presidencia de Jorge Rafael Videlade apertura de mercados, endeudamiento ydesmantelación de la industria nacional (es decir, la renuncia a nuestra soberanía).
Los sindicatos se encontraron intervenidos y los trabajadores (vaya sorpresa) pasando penurias. Era clara la necesidad de contener el descontento popular por medio de la aplicación de la violencia.
Sin embargo, contra todo pronóstico y organizada en la clandestinidad, el 27 de abril del mencionado año nuestro país fue testigo del primer paro nacional realizado en dictadura cívico-militar.
A ésos también se les ocurrió algo insólito, ¿verdad?Trabajadores con derechos. No se puede detener el nacimiento de las flores.
Los mártires que nos ha otorgado el movimiento obrero organizado son prueba de que nadie sirve a nadie derechos en bandeja de plata, sino que son ganados en las calles.
También nos han enseñado que hay almas que no conocen la muerte.