A 200 años del paso a la inmortalidad de Manuel Belgrano

¿Por qué Belgrano? y por qué no…

Me voy, pero me quedo pensando en nuestra tierra. Ojalá que los buenos ciudadanos que la habiten tengan la posibilidad de mejorar todo lo que nuestra patria está necesitando”. Manuel Belgrano


Por María Victoria Vázquez – Facultad de Derecho UBA

Durante el mes de junio se conmemoran dos de las fechas más importantes de las efemérides belgranianas. El 3 de junio se cumplieron 250 años del natalicio de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, y hoy se cumplen 200 años de su fallecimiento en el 1820.

Cuando interrogamos sobre quien era Belgrano, el general de los argentinos responderían -y correctamente- que fue el creador de la bandera; sin embargo, sus aportes a la historia de nuestro país son demasiados y en variadas áreas. Hombre destacado en la vida cívica, social y cultural de las provincias del Río de la Plata, además de un abogado especial -anécdotas de como logró su titulo lo demuestran.

Personalidad apasionante e intelectual de fuste, también un patriota ejemplar, reconocido como Prócer, particularmente prefiero decirle “Padre fundador de la Patria”, aunque resulte un término norteamericano, considero que implica mucho más que “héroe”; Manuel Belgrano nos invita a buscar sus huellas en nuestra contemporaneidad. Evoca una serie de ideas asociadas a su participación en el proceso de la Independencia y consolidación de la patria desde el campo de la política, guerra, diplomacia y administración del Estado.

Lo cierto es que Belgrano fue esencialmente periodista educador y también economista, uno de los muy pocos entre nuestros próceres de Mayo que, gracias a la buena posición económica de su familia, tuvo la oportunidad de estudiar en una universidad europea (Universidad de Salamanca), recibiendo el titulo de abogado. Al pasar tiempo del otro lado del mar vivió de cerca importantes acontecimientos europeos, viviendo entre un clima constante de ideas interesantes como los avatares de la Revolución Francesa, nutriéndose de las ideas de libertad política y religiosa, republicanismo y exaltación de los derechos del hombre. Se dice que el Papa, al notar su buena participación en clase, lo autorizaría a leer aquellos libros prohibidos de la época, refiriéndonos claro esta a aquellos que trataban sobre la sociología, filosofía y política.

Mientras se encontraba en Europa, su padre Doménico había sido encarcelado, a causa de un negociado en el Río de la plata -totalmente erróneo-; Belgrano litigó en defensa de su padre, logrando absolverlo. Belgrano fue de estudios desordenados y de gran inquietud: «Confieso que mi aplicación no la contraje tanto a la carrera que había ido a emprender, como al estudio de los idiomas vivos, de la economía política y el derecho público» citaba en su Autobiografía. En 1790, se encontraba en San Lorenzo del Escorial, litigando ante la Corte para lograr el total desembargo de los bienes de su padre, quien se encontraba ya en libertad. Demostrada su inocencia, su defensa generó “admiración dentro de la Corte y fue postulado como secretario del Consulado”, cargo que ejerció desde 1794, a los 23 años.

Abundan memorables páginas que tratan sobre las diversas áreas por las que luchó nuestro hombre; destacando entre ellas su defensa por la industria nacional, sostenía que no debía exportarse materia prima, sino productos manufacturados: “Todas las naciones cultas se esmeran para que sus materias primas no salgan de sus estados sin manufacturarse. No hay que exportar cuero, si no zapatos”. Por suerte, aprendimos mucho.

Por si esto resultara poco, Belgrano promovió un rol diferente y activo para las mujeres, distinto al que le reservaba la sociedad de aquel entonces. Esto también se debió a que pudo conocer de cerca la capacidad heroica de las mujeres y fue el único militar en nombrar capitanas de su ejército a: Juana Azurduy, María Remedios del Valle y Martina Silvia de Gurruchaga, quienes fueron tardíamente homenajeadas por la historiografía latinoamericana.

Reconocía la importancia de su educación y el aporte de ellas hacia la organización nacional. Las llamaba -el Bello Sexo-, y sostenía que debían mantenerse alejada de la ignorancia para atender la vida familiar y para participar, también, de la vida pública. En su periódico, el Correo de Comercio, Manuel interpelaba a los hombres de mayo a reflexionar sobre la educación de las mujeres: “»La naturaleza nos anuncia una mujer; muy pronto va a ser madre y a presentarnos conciudadanos en quienes debe inspirar las primeras ideas, ¿y qué ha de enseñarles, si a ella nada le han enseñado? ¿Cómo ha de desenrollar las virtudes morales y sociales, las cuales son las costumbres que están situadas en el fondo de los corazones de sus hijos?

“¿Quién le ha dicho que esas virtudes son la justicia, la verdad, la buena fe, la decencia, la beneficencia, el espíritu, y que estas calidades son tan necesarias al hombre como la razón de que proceden? Ruboricémonos, pero digámoslo: nadie; y es tiempo ya de que se arbitren los medios de desviar un tan grave daño si se quiere que las buenas costumbres sean generales y uniformes».

Ahora bien, desde 1794 a 1809, Manuel Belgrano ejerció el rol de Secretario del Real Consulado de Buenos Aires, y aprovechó para visitar todas las provincias que formaban el entonces Virreinato del Río de la Plata, introduciéndose así con sus habitantes y su cultura. En variados textos propios -como por ejemplo Memorias Consulares- así como en la redacción de artículos para periódicos, se ocupó de la integración indígena.

Llegado el momento tan ansiado como país, bajo el sonido de estas palabras:«¡Juro a la patria, y a mis compañeros, qué si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese sido derrocado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas!” Belgrano demostró su total determinación de no permitir que se violente la voluntad del pueblo; resulta un tanto anecdótico dado que el no solía destacarse por tener semejante carácter; comentaban sus aliados de la época.

Lo cierto es que no somos un país caracterizado por tener las aguas calmas que anteceden al huracán, sino que vivimos en constante torbellino. El arquitecto de la Revolución de Mayojamás dudó de sus convicciones, y se mostró inquebrantable a sus ideas cuando se negó a jurar fidelidad a las autoridades inglesas que tomaron Buenos Aires por la fuerza y gobernaron durante 46 días, también lo haría más tarde al desobedecer abiertamente las órdenes de Rivadavia, suceso que lo llevó a los triunfos de Salta y Tucumán.

¡Ay, Patria mía! La fecha de hoy no siempre implicó el homenaje a uno de los más puros hombres de la Revolución de Mayo. Este día era conocido en la historia de nuestro país como “día de los tres gobernadores”, debido a que Ildefonso Ramos Mejía, Miguel Estanislao Soler y el propio Cabildo de Buenos Aires como cuerpo colegiado, se autoproclamaron gobernadores bonaerenses. Sin embargo, a las 07.00am de un 20 de junio de 1820, nos dejaba nuestro General Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano en la mismísima pobreza, siendo examinado por el médico Joseph Redhead, quién lo atendió en su casa, Belgrano muy enfermo, despojado de todas sus pertenencias pidió que le reconocieran lo último que le debían para poder pagarle a su doctor; claramente esto no ocurrió, al no poder pagarle sus servicios, Belgrano quiso darle el reloj de oro y esmalte, que el Rey Jorge III le había obsequiado. Belgrano muere sin ver concretado su sueño, dejando sus palabras a la eternidad: “me voy, pero me quedo pensando en nuestra tierra. Ojalá que los buenos ciudadanos que la habiten tengan la posibilidad de mejorar, todo lo que nuestra patria está necesitando”. No somos dignos de semejante frase.

Nunca fue un hombre de pedanterías, sino que sostenía que cada uno debía hacer lo que tenga que hacer, tomemos ese ejemplo y capaz así llegaremos a ser mejores. El homenaje que podemos rendirle hoy es trabajar todos juntos por hacer más grande nuestra República Argentina. El contexto por el que estamos transitando, nos invita a traer a la escena nuevamente a las grandes figuras de la historia, aprender de ellos y sus enseñanzas para no volverlas a cometer. Es increíble que ya hayan pasado 200 años desde que Belgrano nos dejó y aun así no somos testigos ni arquitectos de construir los sueños que tenía nuestro padre fundador. Si nos subsumimos en sus enseñanzas quizá tal vez logremos hacer de nuestro país, lo que el esperaba.

Ay patria mía, ojalá algún día seamos dignos de habitarte. ¡Viva la Patria! Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, 1770-1820.

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