Una guerra de precios se desató en las principales urbes del país, frente a un sistema de precios máximos de referencia que dinamita los almacenes de barrio, pues los mismos deben abastecer sus góndolas de los productos comercializados en el supermercado mayorista ya al precio máximo permitido, con el peligro de establecer un mínimo margen de ganancia (o subsistencia) que signifique una inspección, multa y clausura de su comercio minorista.
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