La neutralidad y sus enemigos

Publicado el Por Repliegue

Autor: Lautaro Expósito

Una de las mejores tradiciones argentinas es la neutralidad ante los conflictos bélicos internacionales, especialmente los que se disputan entre potencias. Pero también es tradicional la oposición a la neutralidad de las fuerzas políticas locales, que trabajan para el imperialismo anglosajón desde los albores de nuestra Patria. No sólo estuvieron siempre presentes para oponerse a la valiente defensa que nuestros gobiernos populares han hecho de la paz, sino que incluso han logrado torcer esta tradición en episodios lamentables como la Primera Guerra del Golfo en 1990, con las sangrientas secuelas que conllevó esa desafortunada decisión (vale aclarar que quien tomó esa decisión dijo en la campaña electoral de 2003 que también quería participar de la segunda).

No es intención defender la postura que ha adoptado el gobierno nacional frente al conflicto en curso en Ucrania, ya que una auténtica neutralidad implicaría abstenerse de hacer insolentes exhortaciones a una sola de las naciones beligerantes, tal como ha hecho nuestro Canciller en la ONU. Pero tampoco podemos desconocer que existen figuras relevantes de la política nacional que se quejan de que el gobierno no sea más obsecuente con EE.UU., el Reino Unido de Gran Bretaña, la Unión Europea y la OTAN. Incluso, podemos observarlos decir -palabras más, palabras menos- que quienes toman las decisiones en esas potencias están siendo demasiado flojos con Rusia. 

La Presidenta del PRO, Patricia Bullrich, ha afirmado en su cuenta de Twitter, mediante una publicación del 22 de febrero pasado: “UE, OTAN, ONU, Ginebra y Washington endurecen sanciones y pierden de vista el objetivo de Moscú: la expansión que supo tener. Putin juega en serio, Argentina ‘neutral’ como en la historia y Occidente con respuestas burocráticas. Ojo: así se extienden los regímenes autoritarios”. No debe extrañarnos de una persona que también sugirió por televisión la entrega de las Malvinas a cambio de las vacunas Pfizer. 

Como es sabido en todo el mundo, los británicos han tomado nuestras Islas Malvinas y expulsado a nuestra población en 1833. Pronto se cumplirán 40 años de la guerra en que las recuperamos durante unos meses, hasta que la OTAN intervino para restablecer el colonialismo. Hoy nuestras islas son un enclave del imperialismo anglosajón, un punto estratégico para la OTAN, tal como lo son las bases desplegadas por dicha organización alrededor de la Federación Rusa. Ya no necesitan dominar continentes enteros, sino que alcanza con tener bases desplegadas por todo el mundo. 

En ese sentido, no podemos olvidar que cuando fueron gobierno, en el oscuro período 2015-2019, no sólo se incorporaron a la doctrina de seguridad nacional contemporánea que impulsan EE.UU. y sus aliados recibiendo armas y entrenamiento a cambio, sino que además la Argentina ha atacado a naciones hermanas como Venezuela y Bolivia. En el primer caso, conspiraron con el Grupo de Lima, el coro de bufones que festejó todas las bravuconadas de los yanquis, incluyendo el bloqueo económico, comercial y financiero a Venezuela, además de la confiscación sin indemnización de todos sus bienes, activos y empresas en todo el mundo. Dicho en otros términos, cuando vemos en la televisión o en las redes sociales que hay pobreza en Venezuela, debemos tomar conciencia de que eso es responsabilidad exclusiva de la OTAN y que es lo que quieren ahora para el pueblo ruso, que nada tiene que ver con lo que ha decidido su gobierno. Por otro lado, también el gobierno argentino ha intervenido en el golpe de Estado que sufrió Bolivia, enviando armas para que los insurrectos mataran a sus compatriotas. Ahora también hay una acusación de haber hecho un ejercicio militar con tropas argentinas, ensayando una invasión a Venezuela. ¿Será que no se concretó porque el entonces presidente no recibió la orden de sus superiores?

En todos los casos, participar del sitio y saqueo de cualquier pueblo del mundo es una conducta vil y cobarde, pero además es una conducta traicionera cuando se trata de países que nos apoyan incondicionalmente en nuestro reclamo soberano de Malvinas y en nuestra denuncia sobre la ilegitimidad de la deuda externa. 

Sin embargo, a pesar de que una de las fuerzas beligerantes tiene invadido nuestro país y la otra nos apoya en la recuperación de nuestra soberanía, no creo que sea motivo suficiente para abandonar nuestra tradición de neutralidad. Creo que son inspiradoras las palabras del Papa Francisco cuando dijo: “Toda guerra deja nuestro mundo peor de lo que lo encontró. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una rendición vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal”. La neutralidad es la postura más valiente que puede tenerse cuando, en el silencio de la noche de la Humanidad, “el músculo duerme y la ambición trabaja”, tal como cantaba Gardel en los años ‘30s, ya que de cada bando nos van a adjudicar los defectos del otro. 

Esto ya pasó en nuestro país durante todo el siglo XX. Por ejemplo, el ex embajador norteamericano, Spruille Braden, (un líder progresista en su país natal, nombrado subsecretario de Estado de EE.UU. en 1945) publicó un Memorándum titulado “Consulta entre las Repúblicas Americanas respecto a la situación argentina”, más conocido como “Libro Azul”, en el que usaba las calumnias de moda en aquel entonces para insultar al naciente movimiento peronista, que calificaba de “nazi-nipo-fasci-falangista”. La respuesta de la CGT no se hizo esperar y en noviembre de 1945 publicó las siguientes líneas, cuyas verdades siguen vigentes y podrían complementarse con todo lo ocurrido en las últimas décadas:

“Braden, en su Libro Azul, pretende decir que los dirigentes y los trabajadores asociados a la Central Obrera carecen de convicciones democráticas. Solamente pueden provocar comentarios jocosos estas expresiones que formulan los representantes de Wall Street. Nosotros, los trabajadores, ya éramos democráticos, luchábamos y moríamos por la democracia, cuando ellos ensangrentaban con sus garras y tentáculos imperialistas las tierras de nuestros hermanos de Panamá, México, Cuba, Puerto Rico, Perú, Nicaragua y Venezuela. Ya éramos democráticos cuando ellos provocaron la guerra fratricida entre Bolivia y Paraguay. Fuimos democráticos en la época dolorosa de la Semana Trágica y cuando el proletariado derramó su sangre generosa luchando contra la Asociación del Trabajo y la Liga Patriótica Argentina, engendradas y alimentadas por el imperialismo, la oligarquía y las ‘fuerzas vivas’. 

”Por nuestro fervor democrático fuimos y somos anti-fascistas y anti-totalitarios y por eso luchamos denodadamente contra Hitler y Mussolini, cuando Wall Street, coaligado con los otros sectores del capitalismo mundial, alimentaba con sus dineros robados a los sudores y necesidades de los proletarios, a la bestia nazi-fascista, para usarla como fuerza de choque tendiente a aplastar las aspiraciones de mejoramiento de los trabajadores de Europa, que emergían destrozados moral y físicamente de una catástrofe guerrera, provocada por el capitalismo internacional, que es el único que tiene interés y obtiene beneficios de las masacres de los pueblos (…)

”Por eso, Braden está contra la CGT, porque teme que la naciente Justicia Social se expanda desde la Argentina como la antorcha gloriosa de la Revolución de Mayo, por todo el continente americano y en su propio país, con cuyo pueblo nos sentimos hermanados en propósitos e ideales, dispuestos a luchar juntos frente a la plutocracia de Wall Street por el advenimiento de un mundo mejor”.  

Confederación General del Trabajo, Manifiesto publicado en noviembre de 1945.

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