
Hoy, celebramos un nuevo día en conmemoración de la Batalla de la Vuelta de Obligado librada en el Río Paraná en 1845. Pero, ¿qué es lo que recordamos exactamente?
Por aquellos años, no existiendo aún el país como lo conocemos hoy, Juan Manuel de Rosas gobernaba por segunda vez la provincia de Buenos Aires, siendo además el encargado de las relaciones exteriores de la entonces Confederación Argentina. Esto así, en un contexto de gran convulsión política, tanto interna como externa, en donde los conflictos armados eran moneda corriente.
Por su parte, lo que hoy conocemos como la República Oriental del Uruguay se encontraba en medio de su “guerra grande”, que enfrentó a los sectores representados por Manuel Oribe del Partido Nacional-Blanco y Fructuoso Rivera del Partido Colorado.
Del otro lado del charco, y en marco de esta trifulca violenta entre compatriotas, se encontraban representados intereses y diferencias entre federales y unitarios de nuestro país.
En ese contexto, Rosas brindó apoyo a Oribe en la recuperación del gobierno, a partir de lo que se produjo el sitio de la ciudad de Montevideo; a su vez, vedó la navegación de los ríos Paraná y Uruguay a toda nave extranjera.
Tiempos aquellos de bloqueos comerciales promovidos desde el extranjero como forma de condicionamiento de la economía interna. Distinto a nuestros tiempos, como se ve, en donde el poder extranjero y sus gestores locales no necesitan bloquear nada, ya que son los dueños de la cosa.
En aquel momento, las potencias imperialistas británicas y francesas pregonaban la supuesta libertad de comercio, siempre a su favor y con la solapada intención de colonizar, y pretendían establecer relaciones comerciales directas con las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, sin pasar por Buenos Aires, desconociendo así la autoridad de Rosas como encargado de las relaciones exteriores de la Confederación.
La flota anglo-francesa, valiéndose de esta coyuntura interna de conflicto civil entre rioplatenses, intervino en el conflicto suscitado en ambos lados del charco con la excusa de “pacificar” la Banda Oriental y “liberar” los ríos interiores. El motivo era, evidentemente, poder comerciar sin restricciones ni reglas con cualquiera de los puertos de la cuenca del Río de la Plata.
Tras un largo enfrentamiento aquel 20 de noviembre de 1845, la fuerza nacional, compuesta como fue usual en nuestras guerras de independencia y resistencia por una gran heterogeneidad de personas, entre criollos, mestizos, gauchos, extranjeros que sentían propia la causa, hombres y mujeres, en inferioridad de condiciones, resistió a orillas del Paraná la invasión del ejército anglo-francés, ni más ni menos que la fuerza militar más poderosas en la época.
Cuando todavía no estaba reconocida formalmente la soberanía de la Argentina como una unidad sobre sus propios ríos, más allá de los papeles, y a partir del sentir nacional, la determinación y el compromiso con ideales concretos en favor de la patria, se resistía ante la injerencia y manipulación extranjera.
Tras el heroico combate, la fuerza invasora terminó remontando por el río hacia el norte aunque debió soportar los ataques de las fuerzas patriotas a lo largo del trayecto y el rechazo de sus mercaderías en distintos puertos, frustrando con ello su objetivo mercantil y de dominación del comercio.
De este modo, el combate de la Vuelta de Obligado llevó al Reino Unido de Gran Bretaña y a Francia a negociar con la Confederación Argentina, terminando por reconocer la soberanía argentina sobre sus ríos.
El reconocimiento de esta fecha como Día de la Soberanía Nacional llegó recién en el año 1974 por ley N° 20.770, y a partir de la propuesta de José María Rosa, personalidad fundamental del revisionismo histórico en nuestro país, luego derogada durante la última dictadura cívico-militar y restablecida finalmente en el año 2010 mediante el decreto N° 1584/10; esta vez con carácter de feriado nacional en toda la República Argentina.
Recordar la Vuelta de Obligado es reconocer el coraje y la valentía de hombres y mujeres que lucharon en unidad y en defensa de la naciente patria en pleno proceso de organización.
Se trató de un hito en la conformación de nuestra Nación, en el que se hizo valer en los hechos la reciente independencia, comprometiendo en conjunto a fuerzas que hasta el momento se encontraban enfrentadas en conflictos internos, repeliendo al potente invasor colonialista y sentando con ello las bases para un mayor ejercicio de soberanía sobre nuestro territorio y comercio, tanto interno como externo.
Hoy más que nunca debemos reivindicar estos valores, en tiempos de sumisión de los intereses económicos nacionales a aquellos de enormes y anónimos conglomerados empresario-financieros transnacionales, de disgregación territorial, de despojo sobre el comercio exterior, de destrucción de la industria nacional, las economías regionales y el empleo digno y genuino. Todas situaciones que impactan transversalmente en el deterioro de las condiciones de vida de millones de argentinos y argentinas.
El significado histórico de la Vuelta de Obligado y sus consecuencias materiales en la realidad nacional no pueden ser desconocidas, como tampoco deben ser olvidados el estoicismo y la convicción por la defensa de nuestra libertad, independencia y soberanía de todos aquellos y aquellas que formaron parte.
Diría entonces Lucio Norberto Mansilla, comandante de las fuerzas nacionales, en arenga a su tropa:
«Milicias del Departamento del Norte! Valientes soldados federales, defensores denodados de la Independencia de la República y de América! (…) Vedlos, camaradas, allí los tenéis…! Considerad el tamaño insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos! Pero se engañan esos miserables. ¡Aquí no lo serán! No es verdad, camaradas? ¡Vamos a probarlo!”.
La determinación en la conducción de esta patriada le valió a Rosas el legado del sable de la campaña libertadora independentista de América del Sur por parte de uno de nuestros mejores próceres, José de San Martín, quien desde su exilio escribió al respecto:
“Ya sabía la acción de Obligado; ¡qué inequidad! De todos modos los interventores habrán visto por esta muestra que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca. A un tal proceder no nos queda otro partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres sea cual fuere la suerte que nos depare el destino, que en íntima convicción no sería un momento dudosa en nuestro favor si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá en nuestra patria si las naciones europeas triunfan en esta contienda que en mi opinión es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España”.